Desde la voz de una de las sobrevivientes del abuso suscitado después del infame Baile de los 41 en el Porfiriato, Elodia, una mujer trans, nos cuenta su historia con Yo Fui Una De Los 41, pero entre un guión que no termina por definirse y transiciones larguísimas que cortan todo ritmo y acción, este monólogo permanece en el rubro de buenas intenciones, pero no logra clavarse como la estocada que una historia poderosa como ésta podría infligir.
En el chiquito Foro Ricardo Villarreal, el actor Canek Enríquez aparece ante nosotros como una anciana. Acompañada por el mar de Veracruz se transporta al pasado, a su juventud, cuando se reconoció como una mujer trans ( solo «mujer» para estándares de esa época con un vocabulario limitado) y fue arrestada, públicamente humillada y violentada luego del famoso Baile de los 41 donde 42 hombres homosexuales y mujeres trans fueron detenides por la policía para descubrir entre ellos a grandes figuras de sociedad y al mismo Ignacio Torres, cuñado de Porfirio Díaz. Un escándalo nacional.
Bajo todo término la historia en Yo Fui Una De Los 41 es interesante, poderosa e intrigante. Desde el momento en el que se le da voz a Elodia, una mujer trans que participó en este momento histórico, por encima de los hombres gays, cuyas historias han sido un poco más sabidas; y hasta la información que ofrece sobre la tortura y violencia que vivieron los detenidos de familias pobres que no fueron puestos en libertad luego del arresto, pero esclavizados, violados y asesinados.
Pero el texto de Mirna Pulido es uno débil, y más importante que eso, uno que no sabe exactamente qué quiere ser ni de qué manera quiere presentar a su protagonista. Datos históricos vuelan por doquier como salidos de Wikipedia, sin razón de conexión con lo que está sintiendo o pensando Elodia, y el lenguaje olvida constantemente que está situado a principios del siglo pasado con frases como «no son de esa onda». O peor aún, con canciones como De Color De Rosa de Prisma, una canción de 1986 que por alguna extraña razón, Elodia canta en 1900 mientras se arregla en su habitación.
Lo aberrante de las referencias pop innecesarias y fuera por completo de época y contexto llega a su punto culminante cuando Elodia a manera de soliloquio declama Mudanzas de Lupita D’Alessio, para luego soltar un «No estoy loca, no estoy loca, sólo estoy desesperada» de Gloria Trevi. Tristes elecciones del texto cuyo propósito, quizá, era la comedia, pero que sólo consiguen quitarle seriedad a lo contado y convertirlo, por un momento, en un chiste básico y sin trasfondo.
El baile per se se tarda demasiado en llegar. Mucho setting para un momento casi mínimo del evento que da nombre a la obra. Para cuando Elodia llega al venio de Ignacio Torres, hemos pasado por tanta explicación previa que no ha creado ningún tipo de tensión, sólo descripción, que estamos hambrientos. Pero el baile se narra en minutos, los personajes que participaron en él se olvidan para volverse menciones, y al poco tiempo estamos fuera del salón y en las calles con muchas dudas, muchas ganas de querer saber más sobre qué se vivió esa noche que es la razón por la que nos reunimos a escuchar este relato.
La dirección no está colocada en un mejor lugar. Para que Elodia se pueda cambiar de vestuario, se decidió que saliera de escena por minutos completos en transiciones que parecieran durar una eternidad, y que en toda medida le roban al montaje algo que pudo haber sido usado a su favor, que sería ver la transformación del actor sobre el escenario, durante el monólogo, como parte de su metamorfósis, pero que Canek Enríquez decide ocultar y aletargar cortando continuamente el ritmo de lo narrado.
Voces grabadas acompañan al monólogo sin vida ni brillo, voces que el mismo Canek hubiera podido hablar transformándose en todos los personajes que la historia requiriera, pero que se eligen a manera de voz en off y nuevamente le roban a la acción de momentos en los que el intérprete hubiera tenido oportunidad de brillar y mostrar rango y variedad.
El acting está sobrepasado en muchísimos sentidos. Un hombre cis interpretando a una mujer trans inevitablemente hace una caricatura de la feminidad, un disfraz, sin realmente otorgarle verdad, y pasa de cero a cien en momentos álgidos que para el segundo acto tienen a Elodia gritando continuamente en frenesí, sin dar respiros a momentos que piden matices para poder dibujarse de manera contundente y no estridente. Canek Enríquez durante todo el unipersonal baja la mirada al piso y actúa prácticamente con los ojos cerrados o desviados, no se percibe en él intención de conectar con el público, sino de ocultarse de él. Es difícil tratar de buscarle la cara continuamente, que él insiste en bajar y perderse interpretando hacia el suelo donde no lo alcanzamos a ver.
Repito, la historia indudablemente tiene valor y poder por sí sola, lo que no signifca que la narración esté al nivel de los hechos. Y en un intento por dotar al montaje de un tinte político que le hable a la comunidad LGBTQ a manera de protesta, para el cierre se torna aleccionadora, nuevamente fuera de lugar y contexto, y nos llena de imágenes de las revueltas en Stonewall, Nueva York, de los años 60, acompañadas de «I Will Survive» de Gloria Gaynor, que más allá de no tener sentido alguno con la vivencia de Elodia y del Baile de los 41, es probablemente la canción más cliché y sobreusada en la historia de la lucha queer. Un final anticlimático que más que lograr hervir la sangre con propósito de lucha, induce un enorme «no por favor».
Hay algo decepcionante en que un suceso histórico tan representativo para la comunidad LGBTQ en México y del cual, en realidad, no tenemos tanta información o visualización mediática, no haya podido ser contado de manera asertiva y potente. El material de origen es enormemente valioso, las historias de esas 42 personas, todas y cada una, seguramente están llenas de riqueza y discurso que se podrían explorar, de las que tenemos muchísimo que aprender. La cabeza de Mirna Pulido y Canek Enríquez estaba en el lugar correcto cuando eligieron este doloroso momentos de los recuerdos de un país homofóbico y machista para el monológo, pero la preparación se quedó corta, y la interpretación poco enfocada. Donde tenía que haber un fastuoso baile nos quedamos con los cuatro pasitos de un danzón, cuyo contenido movimiento cuadrado no es suficiente para contar la enormidad de uno de los símbolos de represión más grande que hoy abandera a toda una comunidad.
Yo Fui Una De Los 41 se presenta en Re-Crea Teatro los viernes a las 20:00pm.