Un sacerdote consagrado y un estudiante a punto de tomar los hábitos se encuentran en lados opuestos de la visión sobre las prácticas más rudimentarias y quizá anacrónicas de la Iglesia en Alerta en Misa, una comedia que se presenta con vestiduras de ácida y mordaz, pero termina más por ser una ligera buddy comedy entre dos hombres que jamás creyeron que podían llegar a encontrarse en un punto medio.

Alerta en Misa

A pesar del nombre sensacionalista, no sin lo suyo de terrorífico, Alerta En Misa, no sucede en misa, y es todo menos oscura. De hecho, como montada en el Teatro Rodolfo Usigli, es ante todo una comedia lidereada por un padrecito bonachón que muy a pesar de justificar comportamientos tóxicos en la comunidad religiosa, no deja de ser un pan de dios, y un adolescente que se pinta mucho más revolucionario de lo que su propio discurso aún verde le permite ser. Un encontrón entre dos polos opuestos receta más para la risa que para la crítica.

Alerta en Misa

Después de contrariarlo durante un sermón, el diácono Mateo es enviado a la oficina del padre Nicolás aparentemente para ser reprendido… quizá expulsado sin posibilidad de llegar a completar su entrenamiento para sacerdote. Pero lo que va sucediendo en días subsecuentes no es tanto un castigo del plano conservador al liberal, pero un mentoreo en el que el padre Nicolás va moldeando a un muy resistenete Mateo, probándole que las prácticas anticuadas de la Iglesia que el estudiante pretende cambiar, son lo que son porque funcionan, e intentando defenderlo de su propia candidez ante la verdad para que no se meta en los inevitables problemas en los que acaba envuelto con los altos mandos de la Institución.

Alerta en Misa

La cosa con Alerta en Misa de Bill C. Davis es que pareciera tomar la postura más tibia posible ante una situación que es sin duda de interés comunal. El padre Nicolás aunque bondadoso, generoso y empático no deja de ser un apologista de prácticas lgbtfóbicas, culpable de subestimar a su rebaño, agachón y borracho, pero por alguna extraña razón la obra nunca lo baja de su ladrillo. Aún cuando las propuestas de Mateo hacia un lugar evolucionado se sienten berrinchudas e inmaduras, es precisamente el estudiante el que acaba en continua burla, castigo y humillación frente al Padrecito cuya simpatía lo libra de enfrentarse tipo de redención.

Alerta en Misa

Es curioso que para el final de Alerta en Misa sea Nicolás el que se avienta todo un sentido discurso sobre lo mucho que ha aprendido de Mateo, cuando durante todo la obra no aprende una sola cosa de él, se niega a cambiar sus maneras, y muy por el contrario hace lo posible porque el muchacho se comporte como él lo haría para librarlo de los problemas a los que se enfrenta la gente que suele alzar la voz con más valentía. Bill C. Davis tiene la impresión de que le ha enseñado algo a su personaje y lo ha dejado cambiado, pero en realidad, Nicolás termina la obra donde la empezó. Y el único que se ve exiliado es Mateo, que tampoco es que haya tratado su caso con inteligencia.

Alerta en Misa

Más allá de que la entera premisa se balanceé sobre una incongruencia, Alerta En Misa es sin duda entretenida, y la razón principal de que funcione, especialmente en un espacio tan minimalista y de capacidades reducidas como el Rodolfo Usigli es Mario Cortez. El actor hace de su sacerdote un PERSONAJE, así, con mayúsculas. Se divierte confeccionándolo a la manera de la comedia de sketch, donde las virtudes cimientan, pero los defectos, especialmente los que se intentan ocultar, florecen en pos de la comedia y el divertimento. Su Nicolás es un padre hecho y derecho, lo conocemos, lo hemos oído hablar, sabemos que es «chistorete», y entendemos su humor como ése de papá que da ternura y viene de un lugar bien intencionado. Incluso cuando sale «hasta las chanclas», conscientes de que estamos aplaudiendo el lado jacarandoso de aquellos que se refugian en la bebida sin aceptar que es un problema, se avienta un escenón de carcajada.

Alerta en Misa

Pero no se topa con la réplica necesaria del otro lado como para hacer de su personaje uno que de verdad encuentre batalla en la cancha. De pronto está jugando más frontón que tenis. Como el joven Mateo, Jorge Garza se topa con pared, y junto con sus directores, Alejandro Zermeño y Pepe Carmona, no encuentran la manera de hacerlo confrontativo de manera asertiva y verdaderamente perspicaz. Entra seguro pero ciertamente agresivo y muy rápidamente pierde calor e ingenio para dejar de ser el más inteligente del cuarto, o lo que él debería creer que es el más inteligente del cuarto al menos, para volverse un estudiante de voz más silente, aprendiendo de un maestro que se lo come vivo cada que tiene ocasión.

El desbalance es muy obvio y toda posibilidad de tesis y antítesis sale del cuarto para dejar a Alerta en Misa como una comedia de cuates. Dos hombres de diferentes posturas encontrando amistad en un lugar improbable. ¿Pero es eso la obra? ¿Tendría que serlo?

Alerta en Misa

Bill C. Davis no es un David Mamet, eso es clarísimo. No entiende la capacidad de discurso para hacer del enfrentamiento entre dos posturas uno álgido, en el que además la dramaturgia no tome lados, lo deje ser, lo presente y permita al espectador decidir quién lo convenció más. Hay algo inevitablemente poco sustancioso en las charlas entre Nicolás y Mateo. Repito, entendiéndolas como divertidas, las risas existen, y el montaje es simpático, pero al final se queda con ganas de decir algo, porque se nota la intención de un discurso escondido entre los chistes sobre Sandra Cuevas y un teléfono que no para de sonar. Alerta en Misa quería hablar y poner un tema sobre la mesa, pero muy como su diácono Mateo termina mejor esconciendo lo que hay que exponer para mantener la sanidad del status quo.

Alerta en Misa termina temporada hoy en el Teatro Rodolgo Usigli a las 8:30 de la noche.