Gerardo Quiroz se aventura a resumir la vida entera de Frida Kahlo en un sólo musical, y el resultado es un collage de instantes que dan perspectiva sobre la vida de la legendaria pintora, pero no se detiene jamás a profundizar en los momentos de mayor relevancia. De grandes canciones y en la voz de una Karen Espriu que se luce en la balada ranchera, Frida Kahlo, el Musical es un deleite para los oídos que nos deja con ganas de mucha, mucha más historia.

La cosa con Frida Kahlo, el Musical es que cuando Quiroz lo subtitula «La vida de un ícono», no está quedándose ni tantito corto en lo ambicioso del concepto. Temas sobre la vida de Frida para hacer toda una obra de teatro los hay en enormes cantidades, y la puesta en el Teatro Centenario Coyoacán pretende hablar de todos ellos desde 1918 y hasta 1954, cosa que le impide tocar piso a partir de una ficción que se sienta realmente como un sólo arco dramático, y transforma el musical en una serie de viñetas, de pasajes, que pasan volando uno tras otro sin mayor tensión o argumento, y que funcionan más como una enciclopedia musicalizada sobre los puntos claves en la historia de Kahlo.

Frida Kahlo, el Musical

El -prácticamente- monólogo musical comienza cuando Frida Kahlo es una niña llena de ilusiones e ideales revolucionarios que se lleva a la adultez desde el accidente que a los 18 años la dejó inmovilizada en cama con varias fracturas, obligada a pasar de cirugía en cirugía, hasta su relación con Diego Rivera, pasando por su tiempo en Nueva York y París, y su convivio con León Trotsky. Todos estos momentos y más contados en primera persona a manera de narración por Karen Espriu que hace de Frida un personaje dulce, demasiado incluso para la personalidad mucho más intensa y rebelde que se le conocía a la pintora, y del relato uno notoriamente dirigido a toda la familia.

Frida Kahlo, el Musical

De ese modo los detalles más polémicos de Frida Kahlo no son ni remotamente mencionados, cosa que nuevamente impide que la dramaturgia tenga cuerpo y drama. La basta lucha de Frida por los derechos indígenas y su afiliación con el comunismo, específicamente el marxismo; su revolución a partir del feminismo, una eterna guerrera por la igualdad de género que siempre se vio reflejada en sus pinturas; los muchos símbolos de dolor físico y emocional retratados en su obra, su amorío con figuras como Trotsky, Bartoli, Noguchi y con mujeres de la época como Georgia O’Keeffe y Jacqueline Lamba, Josephine Baker, Chavela Vargas, nada de este lado más «controversial» que forma gran parte del por qué la vida de Frida Kahlo es tan alucinante y ejemplo de resiliencia forma parte de la obra.

Frida Kahlo, el Musical

La ineludible relación tormentosa con Diego Rivera sí es incluida en el musical, pero Quiroz y Samantha Salgado (dramaturgos) no se detienen a explorarla con intención, especialmente en sus detalles más delicados fuera de las infidelidades, las violencias, por ejemplo, sus constantes humillaciones, o la forma en la que la política de Diego chocó desde un inicio con la educación de la familia de Frida provocando desde el segundo uno confronaciones en su contexto como pareja. Frida Kahlo, el Musical es el retrato clasificación A de la vida de este ícono, uno que busca únicamente los sucesos alentadores e inspiradores, que vaya, claro que forman parte de quién es Frida en un todo, pero que pierden mucha fuerza cuando se deja de lado las verdaderas luchas de una mujer que fue muy única en su tiempo de vida.

Frida Kahlo, el Musical

Más allá de un reatrato demasiado alegre y atenuado para una pintura cuyo trabajo es reflejo de emociones más melancólicas, el libreto del musical no alcanza a darse tiempo de respirar para presentarnos algún tipo de complejidad sustancial. Los momentos álgidos o definitivos en la vida de Frida se convierten en bullets de una monografía que simplemente había que recorrer para llegar del punto A al punto B, de manera casi educativa, como libro de la SEP, donde la información es mucha pero la construcción emocional es nula. Incluso cuando Frida Kahlo pierde a su primer bebé, cosa que sabemos es un momento cataclísmico para ella que desde los 15 soñaba con ser mamá de los hijos de Diego, aún cuando no eran ni pareja, la obra nos presenta un supremo número musical que en cuanto termina ya pasó a la siguiente escena sin ningún tipo de repercusión. Como palomeando una lista del súper.

Frida Kahlo, el Musical

A favor de Frida Kahlo, el Musical, la parte musical del relato está perfectamente cubierta. Karen Espriu, acompañada por dos músicos situados al costado del escenario, y habiendo ella misma escrito las letras de las canciones, se entrega con una voz bellísima y potente a los números cantados, que levantan la puesta en escena y hacen de cada instante musical uno digno de concierto. Y a diferencia de otros muchos musicales biográficos que buscan la manera de «modernizar» el sonido, de pronto sin ton ni son, esta propuesta se ancla en el bolero, en lo ranchero, para realmente reflejar una época y géneros que representan a Frida sin necesidad de pretención o exploración vacía. La de esta obra es música que se siente como sabe el tequila.

Frida Kahlo, el Musical

Escénicamente, el espacio se cubre con pantallas y proyecciones, algunas con la obra de Frida Kahlo, y otros con imágenes que aluden al instante específico por el que estamos atravesando. Un recurso llamativo, sin duda, que a momentos pudiera caer en lo redundante o genérico, pero que en otros instantes, Quiroz usa de manera genial cuando pone a su Frida a pintar en un lienzo que se va dibujando animado con colores y formas que vemos cobrar vida frente a nuestros ojos.

Frida Kahlo, el Musical

Aún cuando la producción es moderada, Quiroz la arma de mexicanismos, y le otorga a su Frida un lugar que si bien no pretende realismo, da suficientes guiños a la estética artesanal que relacionamos con ella, pero flaquea a momentos buscando quizá mayor espectacularidad, y de pronto integra una pequeña coreografía de danza aérea, que se sale por completo del resto de los visuales de la obra, y la inclusión de tres bailarinas vestidas de blanco y con alas iluminadas, que asumen un símbolo incluso católico, como ángeles, que hace poco sentido con un musical sobre una figura famosamente atea. Tal vez la intención era hacia la literidad de la frase «Pies para qué los quiero si tengo alas para volar», pero en su diseño no termina de encontrar ese dibujo más folclórico que entendemos cercano al gusto de la misma Frida que, nuevamente, adoraba el trabajo de las comunidades indígenas y lo integraba a su propia visión del arte.

Frida Kahlo, el Musical

Con Frida Kahlo, el Musical, Gerardo Quiroz toma un giro que se siente más personal y propio en su carrera. Más que voltear a ver producciones extranjeras para importar, busca inspiración en su propio país para entregarnos un show que, en toda medida, intenta reflejar algo importante de nuestra cultura. Y eso sin duda tiene un valor especial. Un productor promoviendo la identidad mexicana desde un espectáculo que puede ser de interés universal, es algo que otros muchos deberían de estar haciendo. Con la hermosa música de un país que tiene una personalidad tan única, tan potente, y los colores que sólo aquí podemos presumir. Esta puesta sobre «la vida de un ícono» es incluso genial en sus capacidades didácticas, me imagino perfectamente a grupos de escuela asistiendo a verla. Una puesta que asume demasiado y en hacerlo vuelan disparadas las historias con más carnita, pero que en el registro de los musicales que han buscando a Kahlo para llevarla a los escenarios, es uno cuyo acercamiento se nota ambicioso y pintoresco.

Frida Kahlo, el Musical, La vida de un ícono se presenta sábados y domingos en el Teatro 2 del Centenario Coyoacán.