La nueva serie animada de TBS (en México, Netflix) es la perfecta mezcla entre la irreverencia de una American Dad con la aventura inverosímil de Archer y una pizca del dramatismo de Star Trek. Y es increíble.
De vez en cuando aparece una serie animada en la televisión para adultos que sabemos desde el primer capítulo, se convertirá en un producto estrella de culto. Pasó hace años con Los Simpson, luego Seth MacFarlane repitió dos veces el truco con Family Guy y American Dad, Bob’s Burgers, Archer y Ricky and Morty llegaron a cambiar el panorama, y nosotros estaríamos dispuestos a agregar Final Space a esta privilegiada lista.
Gary, un astronauta con un severo problema de delirio de grandeza, es encerrado prisionero de una nave a cargo de una inteligencia artificial llamada H.U.E. -y un robot come galletas llamado KVN-, de la que él se cree Capitán. Habiendo conocido por segundos a la astronauta militar, Quinn, antes de su castigo, Gary vive eternamente prendado de ella y con un optimismo digno de esquizofrenia que lo lleva a grabarle videos diarios contándole hasta el más mínimo de sus pensamientos. Cuando un alien, al que decide nombrar Mooncake, se aparece en su camino, su encarcelamiento se convierte en aventura, pues comienza a ser perseguido por el ser más cruel de toda la galaxia, Lord Commander, y a ser ayudado por un mercenario de nombre Avocato (es que sí, es un gato), su hijo punk, Little Cato y la misma Quinn que encuentre en él a la única persona en la que puede confiar en el universo.
La grandiosa comedia de esta serie que toma de sus predecesoras espaciales, Star Trek, Lost in Space y hasta Star Wars mucha de su mitología, se encuentra en lo irreprimible de su personaje protagónico: Gary, un hombre que está más allá del bien y del mal en su nivel de idealización propia, que se lleva el 90% de las mejores one-liners de la serie, y que resulta francamente entrañable en su absoluta falta de interés real por lo que lo rodea, pero que guarda en su interior un verdadero cariño por sus compañeros y por la noción del heroísmo que jamás ha sido capaz de demostrar.
Es taaaan fácil encariñarse con él y al mismo tiempo con Olan Rogers, creador de la serie, y el encargado de darle voz a Gary, que sin duda recibe un doblaje de perfecto timing en comedia, aderezado por unos grititos agudos que suelta de vez en cuando que son simplemente la cereza en un pastel de mil sabores. Con chispas.
El absurdo de este universo que Gary va creando se va haciendo especial para el que se da oportunidad de ver varios capítulos, recompensando al espectador con rolling gags, a veces obvios, a veces sutiles que te hacen sentir parte de un mundito que en otro formato podría haber pasado por sitcom. Desde las galletas que Gary no tiene permitido comer como parte de su sentencia, y que están presentes en todo momento, el odio hilarante que Gary siente por KVN que lo lleva a soltar diálogos de un divertido nivel insultivo, hasta la necesidad del gran villano de llamarle «The Gary» a nuestro protagonista, y que es sólo un mero detallito que se va acumulando para crear una serie redonda.
Si disfrutas de la comedia egocéntrica e ingenua de Stan Smith en American Dad, el humor en la falta de tino en la confianza de Sterling Archer en Archer y lo increíblemente absurdo pero inesperado de las situaciones en una comedia, digamos, de Leslie Nielsen, entonces Final Space es para ti. Los 13 capítulos de la primera temporada ya están disponibles en Netflix, y TBS ya ha aprobado una segunda que se espera pueda estrenar a mediados de 2019.
Long live Mooncake!
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