La serie de Netflix inspirada en la novela gótica The Haunting of Hill House de 1959 es una de las sorpresas televisivas más grandes del año, terrorífica hasta la médula, pero además con una gran historia que contar, redonda a la perfección, impactante de principio a fin, de personajes construidos bajo cimientos sólidos…un poco como la casa al centro de todo.
Estamos acosumbrados a que cuando escuchamos hablar de una serie de terror, sólo dos cosas pasan por nuestra cabeza: el universo de American Horror Story de Ryan Murphy (que ha prácticamente monopolizado el género, pese a que en realidad sus historias son más sobrenaturales de naturaleza perturbante que realmente terroríficas) o simplemente consideramos que va a estar mal lograda y que no vale la pena ni intentarlo -y en la mayoría de los casos estamos en lo cierto.
Así que cuando Netflix anunció que estaría lanzando una serie de terror inspirada en la novela de Shirley Jackson, The Haunting of Hill House, y tomando en cuenta que de este mismo libro ya se había hecho una sumamente criticada película en los 90, las expectativas tal vez no eran del todo altas.
Pero oh sorpresa.
Lo que Mike Flanagan -creador y escritor de varios otros proyectos de horror en cine que no lograron estar del todo consolidados, llámese Oculus o Ouija- logra con su serie de 10 capítulos es crear un universo verdaderamente espeluznante que es en partes iguales, una cardiaca historia de terror y un devastador drama familiar, de arcos sólidos, personajes consolidados desde la base, momentos actorales profundos y, claro, saltos de susto e imágenes aterrados que es al final la razón por la que sintonizamos.
La historia la hemos oído muchísimas veces. Una familia se muda a una nueva casa que resulta albergar en su interior una maldad y una serie de espíritus que van jugando con la cordura de sus nuevos habitantes, hasta poseer por completo a uno de ellos (al estilo Amityville) con resultados trágicos y sangrientos.
La gran diferencia con esta Haunting of Hill House es que, al estilo IT, juega con el formato pasado-presente hasta hacer de su línea temporal una serie de fragmentos mezclados que embonan finalmente hasta el último segundo del último capítulo como una serie de fotografías en un álbum. Los hermanos de la familia Crain han sido marcados por los sucesos en su infancia, creciendo en una mansión claramente embrujada en la que únicamente pasan un verano antes de ver sus vidas cambiadas para siempre, cada uno con diferentes obsesiones y muros de defensa creados para protegerse de un mundo exterior que jamás será capaz de comprenderlos.
Lo que en algún momento llamaron familia de siete ahora sólo son pedazos de un clan que apenas si es capaz de dirigirse la palabra, cada uno clavado en sus propios problemas y angustias, hasta que una de ellas, la hermana chiquita, Nell, regresa a Hill House obligando al resto de la familia a hacer sus diferencias a un lado para reconocer que los fantasmas de su pasado están lejos de haberlos dejado liberados.
Lo que se desenvuelve durante el resto de la temporada es un recuento en partes chiquitas y desgregadas que va poco a poco enfocando la imagen de la devastación de una familia en algún momento amorosa, descarapelada por la maldad dentro de las paredes de su casa, que no deja de sorprender capítulo a capítulo (la revelación de The Bent-Neck Lady para el episodio cinco es un cubetazo de agua helada), asustar con sus bien planeados momentos fantasmagóricos (que están lejos de ser los del clásico gato saltando en el basurero) y delinear detalladamente a cada personaje de la familia con un guión enfocado en hacerte sentir algo por los Crain y no sólo verlos líbidos de miedo en cada escena (un error tan clásico del género).
Tenemos que hacer una mención especial al capítulo seis de la temporada, uno de los episodios -si no es que probablemente EL episodio- mejor logrados del año televisivo en todo sentido: guión, dirección, producción y un espectacular trabajo de cámaras que permite al director plantear el clímax de su drama (en el presente y en el pasado) a partir de únicamente cinco espectaculares planos secuencia que enchinan la piel desde el primer diálogo y hasta que el capítulo cierra con una imagen espectral que se queda grabada en tu cerebro y conmueve hasta las lágrimas.
Más allá de una sorpresa, The Haunting of Hill House en Netflix, es sin lugar a dudas una de las mejores series del año y un imperdible para todo amante del terror sobrenatural y de las buenas historias; especialmente para ese fan del género que ya está tan viciado que rara vez encuentra algo que le provoque querer dejar la luz prendida. Ésta es esa serie.