Estamos frente a la que quizá sea la película mexicana que más ruido y expectativa ha generado en los últimos años, no sólo en México, pero en el mundo entero: Roma, de Alfonso Curón que hace un par de semanas estrenó de manera no oficial en algunas salas de cine independientes y que hoy llega a todo el mundo de la mano de Netflix.
Aclamada por la critica internacional, galardonada con el León de Oro en el Festival de Cine Internacional de Venecia, nominada en los Premios Goya como Mejor Película Iberoamericana, seleccionada para representar a nuestro país en los próximos premios Óscar en la categoría de Mejor Película Extranjera, ya cuenta con tantos premios y nominaciones que podríamos hacer un artículo entero de esto.
La historia de una familia de clase media alta que vive en la Ciudad de México, y sí, adivinaron, en la Colonia Roma específicamente. Las protagonistas. Cleo (Yalitza Aparicio) una mujer de origen mixteco que trabaja como empleada doméstica dedicada y trabajadora y sólo busca seguir su vida aguantándose el dolor después de terminar su labor del día; y Sofía (Marina de Tavira) la patrona, la cabeza de familia, la esposa y madre amorosa de cuatro, dedicada de tiempo completo a su familia. Dos mujeres tan diferentes una de la otra, cada una con sus propios problemas y sus roles que jugar como mujeres en México; todo esto bajo el clima cultural que se vivía en el país a principios de la década de los 70s.
La película nos plantea el panorama social, político y cultural que atravesaba México en dicha década, con evocaciones históricas en todos aspectos y momentos, desde la Masacre en Corpus Christi, “El halconazo”, pasando por los personajes políticos del momento como Luis Echeverría y Hank González, hasta eventos como el Mundial del 70.
Roma es el trabajo más personal e íntimo de Cuarón, rememorando su infancia, nos trae una película que más allá de relatar una historia, es una carta de amor a las mujeres que marcaron su vida, un homenaje al barrio donde creció, una invitación abierta para que el espectador se adentre en el baúl de los recuerdos de Cuarón. Apela a la nostalgia, sobre todo de aquellos, que como Cuarón vivieron su infancia y adolescencia a finales de los años 60 y principios de los 70. Llena de referencias a la cultura mexicana.
Parte fundamental de la película es la relación entre los integrantes de la familia con Cleo, su empleada doméstica, y el cariño -medido- que le tienen, sin olvidarse cada uno de su rol en la ecuación. “Señora, si tiene un momento, ¿podría hablar conmigo?” le dice Cleo a la Señora Sofía, anteponiendo su persona ante la de su jefa. Obvia pero reflexiva es la minimización del trabajo doméstico en la sociedad.
Filmada completamente en blanco y negro, lo que le da un tono impecable, resulta apasionante gracias al dominio de su arte visual y su fotografía estéticamente hermosa. Combinando planos generales con planos detalle, Cuarón logra captar el escenario contextualizando cada escena, sin perder atención a la construcción del personaje o la acción, lo que enriquece la experiencia especialmente cuando se disfruta en pantalla grande.
Sumado a eso, los planos secuencia de varios minutos y sin cortes llevan al espectador a experimentar el momento en las calles de la Roma de manera vivencial. La escena del mar es potente, es profunda, una de las escenas más espectaculares jamás filmadas por Cuarón, que genera en quien la ve un sentimiento de desesperación y ansiedad. (Cabe mencionar que es tan majestuosa que dicha escena ya cuenta con su propia nominación).
Una película que termina siendo más que mexicana, chilanga. La Ciudad de México es retratada de una manera absolutamente real, con su belleza y su folclor.
Sin una banda sonora original, Cuarón opta por “sonorizar” su cinta con sonidos ambientales de la ciudad: el camotero, el afilador, la banda de guerra o el constante trafico aéreo, foleys que se vuelven un protagonista más de la historia. Además de canciones populares de la época de iconos como Juan Gabriel, Angélica María y José José.
Yalitza Aparicio, ajena totalmente al mundo de la actuación, sin duda no es la actriz revelación del año, sin embargo logra transmitir las emociones que las escenas requieren y le da un tono muy personal al personaje; por otro lado Marina de Tavira se desempeña como la gran actriz que es, su actuación es creíble y sincera, conecta con el espectador generando empatía con la situación del personaje. El elenco infantil es fabuloso, lleno de inocencia, Toño (Diego Cortina Autrey), Paco (Carlos Peralta), Sofí (Daniela Demesa), y sin embargo es Pepe (Marco Graf), el más pequeño de los hijos, quien se roba el corazón de la audiencia con su carisma.
La belleza de Roma radica en su estética visual, su fotografía que parece sacada de un álbum de recuerdos. Es una película real que busca reconstruir la realidad. La iluminación juega un papel importantísimo en el que Cuarón tuvo mucha mano (y esa es la razón por la que se acredita como fotógrafo), pues no sólo la construye desde el voluble blanco y negro, pero además arma con ella escenas coreografiadas que logran reflejar la cotidianidad de una de las ciudades mas grandes del mundo de manera delicada, Roma es casi casi poética.
Todo lo que has oído de ella es cierto, Roma es una obra de arte cinematográfico que se necesita ver más de una vez para lograr apreciar en su totalidad y entender que la vida va, continua y no se detiene, sin importar cuanto dolor haya en ella.