Divertida, ingeniosa y espolvoreada con una pisca de la triste realidad mexicana, mezclada con la fantástica irrealidad heróica, 245 Actos de Maldad Extraordinaria es un definitivo nuevo triunfo de la dupla de Ana González Bello y Paula Zelaya, que hacen de este monólogo un desfile de personajes súper en tantos sentidos, ayudadas por un aparato escénico digno de la Liga de la Justicia.
En un México que es muy como el que conocemos, pero a la vez no, una historia que corre desde el 85 y hasta 2016 nos presenta un mundo en el que la gente con el gen «súper» existe, tiene poderes, pero ha ido desapareciendo con el nacimiento de nuevas generaciones cada vez menos extraordinarias. Y ahí donde Estados Unidos tiene a su Superman, México tuvo a su Chuchoman, un héroe digno de su propio comic, que de los 80 y hasta el 96 fue protagonista de una serie de hazañas magníficas que lo han vuelto incluso una figurilla de acción coleccionable.
Chuchoman, vestido como godín con capa y una gorra de baño sobre los ojos, rescató pingüinos en el zoológico, salvó gente en el Universum de que les cayera un modelo de Saturno encima, y enfrentó una y otra vez a su gran némesis, la terrible Malinche, que no sólo ha querido robarse el Penacho de Moctezuma, pero además tiene por ahí un rayo mortal que podría acabar con la Ciudad de México en segundos.
Para el 96 y después de un terrible incendio provocado por la Malinche, del que pocos salieron ilesos, ella y Chuchoman desaparecen del panorama, dejando a México sin su héroe y su villana favoritos, y a Andrea, la hija ordinaria de Chuchoman de tan sólo 6 años, básicamente huérfana, cosa que, cuando inicia el monólogo a los dulces 16 de Andrea es algo que aún carga sobre los hombros.
Ella es chiquita (chaparrita, pues), poco confrontativa, ha intentado volar pero nunca lo ha logrado, de muy pocos amigos y necesitada de terapia (que detesta); pero a pesar de no pertenecer al universo de los súpers, comienza a recibir paquetes con olor a quemado que parecen ser pistas dirigidas a ella, como si sólo ella pudiera desenmarañar el acertijo que presentan, que además podrían ser vitales para la salvación de México, y tal vez, sólo tal vez, pistas para descubrir qué fue de su padre, quien lo último que le dijo antes de desaparecer fue «Andrea, «, y luego nunca terminó su carta.
Rodeada de fabulosos personajes que Ana González Bello interpreta de manera carismática y magnífica, como ya había hecho alguna vez en Sucia y Muy Chingona Historia de Amor, desde la psicóloga que thethea y hasta el pocho Giovanni, mejor conocido como Poeta, experto en artes marciales y haikus que hacen muy poco sentido, Andrea poco a poco va revelando un complot que sólo un verdadero archienemigo pudiera haber planeado con tanto descaro.
El texto de Zelaya y González Bello recuerda a esas alianzas que han hecho antes, que amamaos. Fresco, ingenioso y millennial hasta la médula. Repleto de frases que uno quiere conservar por lo inteligente de su hechura y simpatía, pero finalmente sorpresivo donde debe serlo, y nostálgico y conmovedor cuando pareciera que la obra no va a pasar de ser una anécdota de bobería risible.
No por nada, Ana se llevó el premio a Actriz Revelación en el Edinburgh Fringe Festival en Nueva York, donde 245 Actos de Maldad Extraordinaria hizo su estreno oficial, y Paula el National Latino Playwriting Award en Arizona. Sí lo es. Un monólogo poco pretencioso pero digno de premios. Y qué bonito decirlo. Porque ahí donde otros están muy interesados en indagar en una oscuridad dolorosa, Ana y Paula nos quieren contar una historia que saque sonrisas y una que otra lágrima, con personajes que merecen su tiempo en el escenario.
Ayuda mucho, claro, a que este montaje encima de todo sea bastante apantallante, el trabajo escenográfico de Sergio Villegas, que parece tomar aquello que comenzó con Los Hijos También Lloran, para hacer la versión 2.0, repleto de pantallas que no son un mero adorno, pero en las cuales continuamente están sucediendo escenas que suelen ser parte de la acción pasada, y desde las cuales conocemos a Chuchoman (interpretado en los videos por Alejandro Morales) y al resto de la élita heróica y villana, es poderoso y encandilante desde que lo vemos apagado y lleno de pizarrones que aún no tienen mucho sentido antes de la tercera llamada.
La iluminación, el vestuario que hace de Andrea una especie de «magical girl» de un universo otaku, el diseño de audio y cada uno de los objetos que ocupan las repisas del imponente muro en el fondo llenan de color, vida y energía este monólogo cuyo principa superpoder se encuentra en las palabras. En la forma en la que Andrea y sus compañeros incidentales hablan desde una elocuencia demasiado veloz y brillante para ser ni remotamente realista, pero repleta de referencias, y gags atinadísimos, que recuerdan la forma en la que Nora Ephron solía escribir a sus personajes. Si Nora Ephron escribiera adolescentes que aman hablar de «pitos».
Una gloria que además se da el lujo, muy para el final de la obra, de dejarte con el ojo cuadrado con un momentito mágico y sumamente espectacular e inesperado, digno de producciones más chonchas, que uno jamás esperaría ver en el pequeñito escenario de la Teatrería. Y que se vuelve una manera bella y memorable de cerrar esta obrita de teatro que, como Andrea, pareciera ser chiquita y ordinaria, pero en realidad está marcada por el gen «súper», que la define como un lazo de la verdad en manos de dos heroínas con un para contar historias con el que no cualquiera nace.
245 Actos de Maldad Extraordinaria se presenta los viernes a las 20:30 pm en La Teatrería.