Un cuadro blanco puede o no ser una obra de arte, pero lo que no se puede poner en duda es que lo que Poncho Borbolla, Fernando Bonilla y Mauricio Isaac hacen con el texto de Yasmina Reza en el regreso de Arte a México es digno de cualquier pieza valuada en millones. Un revival sobre aquello de lo nuestro que ponemos en exhibición que resulta un detonante para nuestras relaciones más deterioradas.
A pesar de su nombre, Arte no es sobre el arte. No realmente. Yasmina Reza no se está cuestionando a través de la comedia si el arte contemporáneo tiene la intención de tomarnos el pelo, pero lo usa como pretexto para hacer estallar una dinámica entre tres amigos que, como las de muchos grupos, muchas familias incluso, se ha ido llenando de raspones y basuritas que en el silencio de lo que es “más sano” no conversar eventualmente se vuelve una bola de nieve que no puede sino terminar en avalancha.

Sergio (Mauricio Isaac), un médico apasionado del arte, gasta todos sus ahorros (unos tres millones y cachito) en un cuadro que no es sino un lienzo color blanco, con un par de líneas en otro tono de blanco que apenas si se pueden ver, si es que, para el absoluto desagrado de su amigo Marco (Fernando Bonilla) que apenas se entera del precio de la pieza enloquece sin poder entender por qué su amigo pudiera haber cometido tal nivel de insensatez.

Iván (Poncho Borbolla), el tercero del grupito, prefiere mantenerse en territorio más neutral. Cierto, tampoco ve en el cuadro lo que Sergio ve, y no puede defender la decisión como una de alta curación artística, pero asume que siempre que sea algo que haga a su amigo feliz, no hay mayor daño en el gasto. De cualquier forma él tiene una boda en la cual pensar como para meterse en rollos. Pero cuando los tres amigos acaban reunidos para salir y el cuadro blanco es nuevamente puesto en exhibición los tres acaban por entrar en un remolino de confrontación que lo que termina por poner en duda es el valor de su propia amistad, y no el de la pieza.
Porque he aquí la cosa: todo mundo tiene su cuadro blanco.

Para Sergio pudiera ser un cuadro literal, que es en realidad a los ojos de Marco su burguesía, la aparente arrogancia que acompaña ineludiblemente el que sea un hombre de gustos más refinados con otros amigos que suponemos provienen de una élite a la que él no pertenece. Y lo que implica eso para él y la eterna batalla de quedarse atrás ante sus ojos como el que nunca subió de escalón. Inseguridad que se convierte en soberbia.
El de Iván es precisamente su tibieza. Eso que él encuentra positivo y bien intencionado, el no quererse meter en problemas con nadie, es justo lo que saca de quicio a sus amigos, que no tome postura, que prefiera ponerse de pechito y flotar con la corriente. Y el mismo Marco tiene el suyo, su mujer. Sergio tiene cosas que decir de ella que se ha callado por cariño, pero es su cuadro blanco, la decisión que él no hubiera tomado y que preferiría que su amigo tampoco.

Y todos lo tenemos. Y todos lo vemos colgado en las paredes de la gente que queremos. Y es ahí donde Arte es exquisita. En el retrato de las amistades como inevitablemente quebradizas. Porque las personas somos seres de naturaleza poco tolerante a todo pensamiento que nos resulta demasiado ajeno, y porque como amigos, somos celosos del paso del tiempo, de entender a la gente con la que congeniamos como capaces de evolucionar, cambiar, transformarse, quizá incluso dejarnos atrás.

Cristian Magaloni (director) aborda el montaje con su propia contención de espacio. Y junto a Jorge Ballina en la escenografía y Emilio Zurita y Jesús Giles en la iluminación coloca su escenario como pieza de museografía al centro, jugando con el vacío hacia todos lados en este llamado a lo exterior que le permite al visual ser un foco preciso, sí, y también en sí mismo volverse un referente juguetón de arte plástico contemporáneo.
El aparato giratorio nos da tres ángulos, tres perfiles que además hacen precioso guiño a quiénes son Sergio, Marco e Iván. El de pensamiento abstracto pero limpio y claro, el del firme realismo, y el que se permite menor estructura, que también se alumbran en proscenio para que cada personaje pueda compartir un poco de su monólogo interno rompiendo la cuarta pared con la audiencia. Siempre evocando algo muy estético.

Pero las pinceladas más cargadas las ponen los tres actores en una dinámica que es dispar y al mismo tiempo perfectamente maridada, y que ante todo se percibe como diversión pura para ellos, y por tanto para nosotros. Mauricio Isaac otorga tantísima vulnerabilidad al papel. Verlo develar su cuadro blanco ante sus amigos verdaderamente se siente como él levantándose la piel del pecho para enseñarles el corazón, sabiendo que lo podrían apachurrar si quisieran. Es tierno y entrega a un hombre que se ve que ha pasado por lo suficiente como para finalmente decir “ahora sí esto es para mí”.

Fernando Bonilla, cargando además con legado de un papá que hizo de Arte una de sus grandes en su momento, trabaja desde una pedantería enormemente cómica. Hay una sensibilidad en él que se asoma cuando Marco le dice a Sergio que teme que ya no lo vea con los ojos de antes, para luego inmediatamente regresar a su postura magnánima recordándole que siempre fue su maestro. Bonilla entiende de equilibrio y con un Marco que bien podría ser sólo un patán acomplejado se acaba volviendo en muchos sentidos la mirada del público hacia este grupito de amigos en peligro de implotar.

Y Poncho Borbolla, el rey midas del teatro a estas alturas, no para de hacer oro cómico con un Iván que no sólo es ansiosamente bondadoso e hilarantemente lo más ecuánime que puede, pero que se lleva el entero de la obra con un monólogo sobre el estrés de su boda que es como ver a una locomotora ir a la velocidad de un tren bala y lograr llegar a la estación integra. Una clase magistral de comedia, ritmo, timing y actuación que podría provocar una ovación de pie ahí mismo a la media hora de empezada la puesta. La verdadera obra maestra en esta galería llamada Arte.
Arte no es un lienzo sin color, pero una obra de pinceladas marcadas. Un texto que nos recuerda que a la gente que queremos, la queremos con todo y sus cuadros blancos, o a pesar de sus cuadros blancos, y que las amistades como las piezas clásicas, no están libres de deterioro, pero un buen trabajo de restauración de vez en cuando las vuelve a dejar, si no tal cual como recién estrenadas, bastante bien como para sobrevivir el inclemente paso de los años.
Arte se presenta los miércoles a las 8:30pm en el Nuevo Teatro Libanés.