Dos actores, un piano, múltiples posibles asesinos, Aldo Guerra y Humberto Mont se avientan interpretaciones de franco atleta olímpico en Asesinato Para Dos, un musical en apariencia minimalista que llega a México desde Off-Broadway donde lo que menos importa es quién mató a quién, pero que Aldo no deje de entregarnos personaje tras personaje uno cada vez más increíble que el anterior.
Misterios a la Agatha Christie, los famosos «whodunit», los hay muchos y de variados estilos, pero Asesinato Para Dos se va llevando la corona a uno de los más originales del género. Como en tantas de estas historias donde la trama gira en torno a un asesinato, los personajes claves son el detective y sus sospechosos, pero Kellen Blair y Joe Kinosian (creadores originales del musical) decidieron hacer algo distinto con su Murder For Two… aumentar las apuestas, por decirlo de algún modo.
De modo que en vez de convocar a un elenco numeroso, cada uno interpretando a un diferente arquetipo, muy usual y muy usado en los «murder mystery», Blair y Kinosian colocaron un piano en escena, y retaron a dos actores solamente a interpretar a todos los personajes incidentales. Llenaron de irreverencia lo que al final es una comedia donde el muertito pasa a segundo plano, porque son los vivos los que no paran de dar color a un montaje repleto de esquizofrenia y disparate, y dejaron que fuera un único instrumento tocado por los mismos actores en el escenario el que fuera compañía de todo instante musical sin necesidad de orquesta. En caja negra.
El resultado es gloria para los actores. Porque no hay manera de salir de la obra después de verlos dejar hasta la última gota de sudor y alma en las tablas sin francamente reverenciarlos por un trabajo que pide entrega absoluta. En México esos actores son Humberto Mont y Aldo Guerra (con Iker Madrid y Silvestre Villaruel alternando) bajo la dirección de una experta en comedia, que se ha probado antes con musicales como Bule Bule y Eres Bueno Charlie Brown, Anahí Allué. Y el combo no podría ser más perfecto. El Teatro Milán tiene actualmente la mejor comedia de la cartelera.
Cuando un policía de bajo rango, pretendiendo ser detective, escucha ¡asesinato! es el primero en llegar a la escena. El muerto es un prolífico escritor, asesinado en pleno de su festejo de cumpleaños, cuyos libros estaban sospechosamente llenos de las historias más personales de aquellos que lo conocían. De modo que los invitados a su celebración todos podrían guardarle algún rencor y por tanto, no hay ninguno libre de sospecha. Y encima de todo, alguien se ha robado también el helado.
El trabajo del detective pareciera fácil, entrevistar uno a uno a los ahí presentes hasta descubrir quién pudo haberle disparado al dueño de la casa, pero los testigos no se la ponen fácil. Ninguno pareciera querer ocultar sus aparentes motivos, y las personalidades de todos son tan grandes como peculiares que la investigación se termina por volver el juego más descabellado de al gatón y al ratón, donde el cuerpo en la sala pasa a segundo plano porque primero están los recuerdos tormentosos del detective, aquella bailarina de ballet de la que está enamorado y bien pudiera ser una asesina, y el show que quiere dar la reciente viuda del fallecido, que no puede esperar por ponerse una estola y pretender ser Jennifer Beals en Flashdance.
El inicio de Asesinato Para Dos toma tiempo para arrancar motores. El teatro nos recibe con cortinas blancas y negras que apenas si dejan ver un piano de cola blanco al fondo y algún tipo de retrato. Y mientras Mont canta sobre sus prioridades y planes para llegar a ser detective se baja a la butaquería donde no es tan sencillo ver sus movimientos. Pero apenas el policía entra a la mansión, y el desfile de personajes secundarios interpretados por Aldo Guerra toma posesión de la narrativa, la obra estalla como fuegos artificiales, y eso que se tenía contenido en los primeros minutos prende la escena para dejarte sin ganas de parpadear un sólo instante.
Actores interpretando a una variedad de personajes no es algo nuevo para el teatro. En monólogo sucede muchísimo. Pero lo que hace Aldo Guerra en Asesinato Para Dos va más allá de un mero cambiar de modismos. Es el trabajo vocal, corporal, sí, la gran cantidad de props que salen de quién sabe dónde para volverlo una jovencita curiosa, una viejecilla entrometida, un insoportable niño (y sus amigos) pillos, vaya, un larguísimo etcétera, mezclado con cantar, bailar tap, y de pronto, cuando le queda tiempo, sentarse al piano para acompañar a su compañero en los números que le tocan al detective. Verlo desenvolverse en Asesinato Para Dos es ver las pirámides siendo construidas. Un trabajo complicadísimo y pesado, que él hace parecer sencillo y ligero, sucediendo incrédulamente frente a tus ojos.
La dupla es magnífica. Un justo y necesario balance entre lo retacado y lo sobrio, donde Humberto Mont y Aldo Guerra se equilibran perfectamente, se otorgan momentos con generosidad y se alimentan de la comedia del otro, probando de una vez por todas que el teatro musical es tan completo y 360º como cualquier otro espectáculo que requiere de sus intérpretes un manejo absoluto de su intrumento en todos los ámbitos para no decepcionar ni en la comedia, ni en la canción, ni en la musicalización. Incluso el curtain call para recibir los aplausos del público sorprende con un número de piano a dos manos que ya no era necesario, ya nos habían entregado todo, y aún así les sobra tiempo para colocar una última cereza en un pastel de varios, muchos pisos.
El texto prioriza que sus intérpretes puedan brillar en este caleidoscopio de roles, de modo que la trama es sencilla, el misterio no tiene mucha vuelta de tuercas, y el arco de nuestro detective es uno básico pero funcional. Nada que sorprenda. Pero es clarísimo que la intención no es presentar aquel misterio que haría que se le pararan las puntas del bigote a Hercule Poirot, sino farsificar un género que de por sí tiene mucho de camp, para utilizarlo de plataforma y armar un franco variety show que si termina en encontrar al asesino que mejor, pero podría acabar en jazz hands, split y negros y saldríamos con el mismo encanto.
Y el visual juega su parte sin tomar protagonismo, pero entregando elegancia y sencillez que, nuevamente, permite brillar a lo que más destello provoca. Un diseño de escenografía de Tania Rodríguez, vestuario de Estela Fagoaga e iluminación de María Vergara que en un gran porcentaje trabajan desde la gama de blancos, negros y grises, algo muy clásico, fino, para de pronto otorgar acentos de color, una boina roja, una luz naranja, un telar sorpresa que usados a cuentagotas y en el momento idóneo son verdaderos picos en este electrocardiograma, también de una directora que se supo contener para no aventarlo todo como cubetazo desde el segundo uno, pero se fue reservando instantes de asombro, resguardando sus cartas para revelar su juego con calma y timing.
Al final Asesinato Para Dos es entretenimiento puro. Muy Off-Broadway en esta calidad contenida y más minimalista, perfecta para un escenario como el del Milán que no requiere de los musicales donde se tira hasta la casa por la ventana. Murder For Two es un escaparate para sus intérpretes. Para dejar claro de qué son capaces desde la risa. ¿Qué digo risa? Carcajada. Y para al que le gustan los Murder Mysteries un ángulo distinto. mucho menos oscuro, más Clue que The Moustrap, aderezado con números musicales y las interpretaciones más refrescantes de actores muy fuera de su zona de comodidad. Bienvenido Off-Broadway a México que no todo tiene que ser la marquesina de auditorio para poder ser nombrado entre lo más magnífico de nuestra cartelera.
Asesinato Para Dos se presenta los miércoles a las 8:45pm en el Teatro Milán.