La nueva obra de Diego del Río, Blue Room regresa a la vida un texto noventero de David Hare sobre el sexo, la fidelidad, la conexión y la traición, adaptado a su vez de un texto de 1897 muy polémico en sus tiempos, que hoy en día tristemente se siente diluido y con poca de la personalidad que caracteriza a su director. Eso sí, visualmente espectacular e impecablemente actuada, especialmente por una provocativa y camaleónica Naian González.
Bueno, si somos técnicos, Blue Room tiene elencos alternantes. Por un lado se puede ver a Pierre Louis y Zuria Vega (que no me tocaron y por tanto no puedo hablar de su trabajo), y por otro a Naian González y a Alfredo Gatica. Y no me arrepiento ni un segundo de haber podido disfrutar de la genialidad de Naian.
Volviendo a la historia, a finales de 1800 Arthur Schnitzier escribe Der Reigen e inmediatamente se convierte en un paría que osó hablar de sexo explícitamente en una era de tabú. Y es, en palabras 2021, cancelado por pasarse de la raya. En los 90, el director Sam Mendes, aplaudido ganador del Oscar por American Beauty, le pide David Hare adaptar Reigen para poderla montar ni más ni menos que con Nicole Kidman.
Así nace Blue Room, una obra construida a partir de 10 escenas vinculadas la una con la otra por el personaje que protagonizó la anterior, donde un hombre y una mujer, distintos hombres y mujeres, mantienen encuentros sexuales en diferentes situaciones que terminan haciendo un comentario sobre el sexo, el abuso de poder, la necesidad animal del placer, la infidelidad y un largo etcétera de temas que se relacionan con la intimidad entre dos personas.
La versión de Diego del Río no es mala, y en gran medida tiene que ver con que está trabajando con actores francamente camaleónicos que verdaderamente logran crear 10 personajes distintos con pocos fragmentos de texto, basados meramente en profesión y edad. Naian en específico, y sí, no me voy a cansar de hablar de ella porque es grandiosa, consigue hacer desde una inocente y verde modelo de 17 años, hasta una esposa insatisfecha con su matrimonio con un político, y una niñera francesa de perfecto acento ni siquiera tantito caricaturizable. Un gozo absoluto.
Pero más allá de eso, la realidad es que la visión de Diego del Río queda un poco perdida entre las ramas. El director se da cuenta que para 2021 el texto de Hare ya no tiene la fuerza que en algún momento tuvo, y que temas como el abuso y acoso hoy son hablados de manera mucho más abierta, activa y politizada, y lo resuelve con comentarios editoriales que sus actores hacen fuera de personaje interrumpiendo la rotación de las historias como para poder sobre-explicar, y básicamente, pretextar la razón de estar montando Blue Room hoy en día.
De modo que el ritmo se vuelve pausado de una manera repetitiva, las escenas reiterativas y la necesidad explicativa un gran signo de interrogación. Y curiosamente las escenas que acaban siendo más divertidas, son las que tienen mayor mood de sketch de comedia como la de «la mujer casada y el estudiante» o «el dramaturgo y la actriz». Pero finalmente no rescatan del todo un montaje que para el final se siente largo, pese a las intervenciones musicales de Andrés Penella y su sax, que le dan un toque hasta niuyorkino a la historia.
Eso sí, dentro de lo poco necesariamente actual que se siente el montaje, la gran protagonista de la obra es la escenografía de Jorge Ballina que en complicidad con la iluminación de Félix Arroyo crean un fabuloso cuadrilatero que en cada intervalo se transforma por completo en distintos tipos de habitaciones de una forma magnífica y bella, que recuerda al trabajo de Magda Willi en la Streetcar Named Desire del National Theatre de la mejor manera posible.
Y claro, el color azul acaricia la pupila, y sí, vuelvo a Naian González, pero en conjunción con el rojo de su pelo se vuelve visualmente pintoresco. Repito, no es una mala obra. Hay un valor entretenido y valioso en ver a estos actores (todos los que alternan) mutar cada quince minutos o por ahí, pero la dramaturgia a mí ya no logró decirme nada, y acostumbrado a los trabajos reflexivos, hasta cierto punto provocativos de Diego del Río, esta vez salí del teatro con poco de la trama en la cabeza.
Blue Room se presenta viernes, sábados y domingos en el Teatro Virginia Fábregas.