De interpretaciones acartonadas y un texto que no tiene claro su punto, Business Suite nos lleva con tres ejecutivos a una habitación de hotel por mucho más tiempo del que puede mantenernos atrapados, repitiéndose una y otra vez y consiguiendo eventualmente un debate poco acalorado que no logra crear reflexión, discusión o entretenimiento.

Es cierto que así como las religiones, también los trabajos tienen la capacidad de convertirse en culto, y Roger Ruff, dramaturgo de Business Suite pareciera que quiere esclarecer el asunto con un pequeño encontronazo de tesis / antítesis entre el hombre espiritual vs el hombre pragmático para cuestionarse en qué momento la fe se transforma en un pitch de ventas. Y pudiera ser que logra rascar la superficie de un tema que en papel tiene mucho de interesante, pero en un texto que le da demasiadas vueltas a la nada y jamás presenta dos lados de una moneda al mismo nivel discursivo, la obra entera tiene un saborcito a falta de contenido.

Business Suite en Teatro el Milagro

Tres hombres de negocios que trabajan para una empresa de lubricantes industriales se reúnen en una habitación de hotel en Coahuila durante una convención empresarial con la meta de convencer a un poderoso magnate de volverse cliente, pero entre ellos hay una significante diferencia. El más novato de los tres, el joven que acaba de entrar al área de marketing, es un intenso religioso (mocho, en palabras más sencillas) que pareciera no poder pensar en otra cosa que no sea Jesús y sus preceptos; mientras el más tiburón de ellos se la pasa en un estado frenético, exaltado por la posibilidad de venta y demasiado dispuesto a bajarse los pantalones por el negocio, y el tercero… bueno, el tercero sólo existe para leer Penthouse, dar consejos de papá, parecer eternamente aburrido y servirse café.

Business Suite en Teatro el Milagro

Roger Ruff tropieza instantáneamente. En una obra para tres (¿cuatro? si consideramos que hay otro personaje que aparece quizá tres minutos) mantiene a un personaje completamente inservible en el grupo cuyas intenciones, metas y en general personalidad nunca quedan claras: ¿qué es? ¿El hombre que ve pornografía en público? ¿El ateo redimido? ¿El buen amigo? ¿El mal amigo? ¿El nihilista? ¿El hastiado? ¿El arrogante? ¿El sabio? ¿El vendedor colmilludo? ¿Al que no le podría importar menos? ¿El que está pasando por una depresión? ¿El misógino? ¿La voz de la razón? El mismo Ruff no lo tiene claro y su presencia jamás consigue sumar o proponer nada dentro de la puesta.

Business Suite en Teatro el Milagro

Y el joven, cuya intención es quizá poner sobre la mesa qué tanto el hombre ha dejado a un lado aquello espiritualmente importante por enfocarse en un estado capitalista, es demasiado verde, inmaduro y unidimensional como para poder ser tomado en serio de ninguna manera, y termina villanizado en su eterna repetición del nombre de Jesús como mantra que lo hace sonar idiotizado. Quizá entonces Ruff pretendía hacer una crítica al hombre de fe, pero tampoco se le nota un argumento que lo sustente, y entonces la pregunta permanece, ¿qué exactamente nos quiere decir Business Suite?

La única chispa de la obra es el tercer hombre, el hambriento y buscón, pero solo en una historia de más de dos horas donde sólo parece estar esperando a que alguien llegue o alguien regrese después de haberse ido, en realidad la dramaturgia no le da otra cosa que hacer más que permanecer ansioso, sin foco urgente a nada que pueda resolver, o a nadie que se pueda enfrentar. No realmente.

Business Suite en Teatro el Milagro

Samuel Sosa (director) se enfrenta contra un problema mayor. Su elenco no está ahí donde puede darse el lujo de dar vueltas en escenas que no son sino conversaciones que avanzan poco o nulo la trama. Dos de ellos están en un estado letárgico donde cada diálogo pareciera leído o mal memorizado y no pueden quedarse solos en escena porque el ritmo cae tan fuerte al suelo que puedes escuchar el golpe. Pepe del Río y Miguel Ángel Padrón, de hecho, abren los primeros varios minutos de la obra en un pinponeo de total sequedad y falta de matiz que se notan en ausentes, y queda claro que no es estilo de dirección cuando entra Fabián Corres a escena a poner las cosas en su lugar, con toda la energía que a los otros dos pareciera habérseles olvidado empacar antes de salir de casa.

Business Suite en Teatro el Milagro

Entonces Business Suite acaba siendo un monólogo. Fabián Corres toma las riendas de la obra y hace magia con lo poco que se le otorga, construyendo un personaje sólido, divertido y complejo. Pero se enfrenta contra muros apáticos, diálogo con diálogo, que dejan muy claro que no estamos viendo una partida de póquer, sino un juego de solitario. Alan Uribe aparece literalmente un parpadeo al inicio del segundo acto, también con una energía mucho más intencional y dirigida, cosa que provoca que uno se pregunte, ¿por qué no está él más en escena? Un personaje mega incidental que nuevamente pone en evidencia que Roger Ruff no tenía claro los cómos o los porqués escribiendo la obra.

Business Suite en Teatro el Milagro

Samuel Sosa se atrapa a sí mismo en una escenografía realista en la que mueve a sus personajes en círculos, de la salita, a la cocineta, de la silla, a la puerta y de regreso, en un trazo repetitivo sin claridad que en muchas ocasiones termina con alguno de ellos dándonos la nunca por demasiado tiempo; y en un espacio, creado por Antonio Saucedo, que no ayuda a la isóptica con una enorme televisión de antaño bloqueando a Pepe del Río en el sillón en el que permanece sentado por una hora, del que apenas si se le alcanza a ver la cara.

La iluminación de Ingrid Sac juega con tonos, amarillo durante el primer acto, y blanco para el segundo, que salta de la intención naturalista aparentemente para decirnos algo que nunca acaba de traducirse del todo, que tal vez no es culpa del diseño, pero de la sensación muy general de una obra donde todo pareciera existir porque sí, y que cascadea desde el texto el que nadie ahí sepa qué quiere que pase del escenario a la butaca.

Business Suite en Teatro el Milagro

Los huecos saltan a la vista hasta en pequeños detalles. El personaje de Fabián Corres entra criticando el tamaño de la suite y la elección de crudités para la botana, presuntamente porque como gerentes de venta su imagen tiene que ser mucho más aspiracional, y sin embargo nadie cuestiona que todo el tiempo estén rodeados de vasos rojos de fiesta casera por doquier o la mucha suciedad de los excesivos elementos de utilería que hacen ver a ese cuarto como habitación de adolescente. Lo mismo le pasa a la traducción y adaptación del mismo Sosa, que lleva la historia a Coahuila pero jamás la sitúa en un lugar realmente tropicalizado más allá de la geografía, porque mucho del resto se siente ajeno, y muchísimas frases están pasadas de forma muy literal del inglés al español como nosotros jamás las diríamos.

Business Suite en Teatro el Milagro

Business Suite es una obra aproblemada, pero no es en realidad desde lo estético, que eso al final en una historia de peso acaba siendo lo de menos. Sin embargo cuesta trabajo entender por qué este texto. Por qué la elección de una dramaturgia tan vacía, tan vacua, tan engolosinada en el dialogar de un sólo personaje con mucha personalidad y no suficiente trama. Tal vez por eso los actores son los primeros en ausentarse durante la interpretación y tener poco claro quiénes son y a dónde van. En notarse tan apagados en función. Una cosa es cierta, si éste es el mejor pitch de ventas de la obra, es difícil decir que se la compramos.

Business Suite se presenta jueves, viernes, sábados y domingos en Teatro El Milagro.