El Día Que Las Estrellas Dejaron De Brillar hace de las desapariciones leyenda urbana en un lugar que podría ser cualquier lugar y para varias personas que podrían ser muchas personas, personas cegadas por miedo al horror de la verdad, en muchos lados, en muchos momentos, que en una obra con tan sólo dos actrices formidables se vuelven un mundo, pero lo que vienen a contar, aunque suene a relato de cuento, no tiene nada de ciencia ficción.

Dos sillas y dos actrices nos dan la bienvenida a la ficción en El Día Que Las Estrellas Dejaron De Brillar. Estamos en una inducción, y para iniciar, una de ellas tiene una historia que contar que -se nos advierte- pudiera ser en cualquier lugar. Una niña que juega con su padre a construir una nave espacial se compra la fantasía de que su papá se ha ido al espacio y no puede volver porque está perdido. La realidad es que en su pueblo la gente desaparece. La desaparecen, sería una forma más correcta de decirlo. Y su padre, sabiéndose en peligro, prefiere ahorrarle la crueldad y mejor inventar un panorama donde él acaba en las estrellas, ausente, pero sano y salvo.

El Día Que Las Estrellas Dejaron De Brillar
Fotos: Aurea Del Rosario

La niña crece y la violencia permanece. Las desapariciones son tan comunes que ya la gente las espera, pero ella sigue aferrada a la idea de que en el caso de su papá todo va de un viaje sideral. Y se va enfrentando de manera cada vez más recurrente a la pérdida, pareciera ser que todas las personas que quiere y que le importan de una manera u otra acaban siendo víctimas de una realidad que otros varios se niegan a ver, o que aceptan con la cabeza hacia abajo. Y los que pelean, los pocos que lo hacen, en poco tiempo se deja de ser saber de ellos. Eventualmente ella también toma el kool-aid para olvidar que allá afuera pasan cosas, y vivir una verdad más maquilladita, ¿pero puede realmente dejar de voltear a las estrellas cuando sabe que allá arriba siguen brillando?

El Día Que Las Estrellas Dejaron De Brillar

El Día Que Las Estrellas Dejaron De Brillar es potente en su capacidad de pasar por un cuentito. Distópico, tal vez, pero al final un relato de fogata. La obra no se llena las manos de sangre con descripciones abrasivas de realidades desoladoras, vaya, ahí están, pero pasadas por la lente de una niña que prefiere creer en el mito, todo se vuelve un poco más lúdico, no el dramón lúgubre al que suena. Casi una fantasía. Pero en el casi radica la fuerza de la puesta. Mariana Reskala (dramaturga) tiene mucho que decir sobre una realidad violentísima, pero a partir de una mujer que la vive de manera normalizada puede darse el lujo de prevenir de un peligro enorme e inminenete: el dejar de ver.

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Por supuesto que es fácil colocar a México al centro de la historia. Y para el que sabe la realidad de su país, sin duda es reflejo de un dolor que aquí conocemos bien y habitamos. Pero estando ahí sentado, escuchando del velo que le ponemos a las cosas que preferimos no ver, del cómo se manipulan realidades a favor del que se adueña de la narrativa y decide qué mostrarnos, de lo que escogemos creer porque es más fácil de tragar y lo que desechamos como invento de la sociedad rebelde porque es problemático y ensucia nuestra vista bonita, de las voces y los mantras que preferimos escuchar porque nos traen paz donde el otro ruido nos abruma, de las infancias que juramos proteger pero cuyas historias de terror no estamos atendiendo, me resultaba imposible no pensar en muchos otros lugares. En Gaza, y la cobertura mediática que ha evitado llamarle a Israel un Estado genocida, en Fox News y la manera en la que enmarca los actos trumpistas para hacerlos parecer heróicos, y todo en su contra resuelve para hacer sonar peligroso y perturbador.

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Vaya, el mismo día que fui a la función tomó lugar por toda Gran Bretaña una mega marcha, en Londres, en Glasglow, en Manchester, en otras muchísimas ciudades en favor de los derechos de las personas trans y en contra de la sentencia aprobada por la Corte en UK para definir a una mujer por su biología y la BBC no le dio cobertura alguna a pesar de lo multitudinario del asunto. ¿Y cómo no pensar en todo eso con El Día Que Las Estrellas Dejaron De Brillar que nos urge a abrir los ojos y a no olvidarnos que allá arriba, por encima de la cúpula impuesta, siguen brillando los astros, sólo es inconveniente que los sigamos viendo?

La obra tiene un folclor claro y toda una filosofía que podríamos rescatar de ella, y quiero resaltar que no, ésta no es una puesta tétrica y sombría, por el contrario, a momentos ríes con ella, y en otros muchos dejas tu imaginación volar. Tiene un saborcito a literatura adolescente donde la protagonista se destaca de la manada por ser la única capaz de ver la verdad. Entre orwelliano y Suzanne Collins. Relatado además por dos fantásticas actrices que hacen del viaje uno impactante y al mismo tiempo enormemente disfrutable.

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Patricia Soto es nuestra protagonista, la niña que aún cree en las estrellas, y la mujer que pareciera desafiar a su sociedad sólo por no querer disfrutar de la comodidad del no pensar y no saber. Tiene momentos explosivos de alegría cuando su realidad se lo permite, y otros muchos de confusión, de coraje, de valor. Patricia entrega matices y solidez a un montaje que del otro lado de la balanza la reta poniéndole a una Teté Espinoza interpretando a todo el resto de los personajes que habitan este lugar, y que interpreta de manera magistral encontrándoles la voz, el gesto, el cuerpo de manera muy única, y a varios instantes muy divertida, y estamos hablando de una decena que pasan por los muchos acontecimientos en este peligroso pueblo.

El Día Que Las Estrellas Dejaron De Brillar

Ambas son un gran complemento de la otra. El peso correcto repartido en el subibaja, donde Teté se permite rayar en la caricatura y el acting más fársico, para planear de pronto de regreso a un tono más neutral pero nunca del todo, y Patricia permanece estóica recordándonos todo el tiempo dónde estamos parados y con quién. Una bonita alegoría además, por parte de Ricardo Rodríguez (director) a este caos en el que vive nuestra protagonista, donde todo a su alrededor está desbocado y es imposible de hacer sentido a su realidad, pero ella es la que permanece, ella es la única que no se pierde en un mundo que está ensañado con desubicar a la gente o desaparecerla.

El Día Que Las Estrellas Dejaron De Brillar

Ricardo Rodríguez no necesita más que de dos sillas, dos actrices y tres frentes para transportarnos a un universo atiborrado de dimensiones y eso habla de un director con entera confianza en el texto que tiene en las manos. Él sabe la potencia que guarda el relato, y el discurso de Mariana Reskala, y jamás busca opacarlo desde lo truqueado o lo distractor. Se enfoca en darnos momentos, en permitirnos respirar la historia, y en la complicidad entre sus dos actrices, que ambas, abordando a sus personajes desde lugares muy diferentes, jamás se sienten colocadas en ejercicios aparte. El Día Que Las Estrellas Dejaron De Brillar es de esas obras preciosas capaz de crear mundos. Mundos que conocemos con una pisca de otros más que imaginamos.

No es un trago amargo, no el recorrido, tal vez la sobre mesa. Pero así tiene que ser todo montaje que tiene algo que decirnos que resuena, y que resuena urgente. El Día Que Las Estrellas Dejaron De Brillar está ahí para recodarnos, desde una odisea demasiado familiar, que la realidad se maquilla, se nubla y se remodela y hay mucho que no está en nuestro control, pero agachar la mirada donde es fácil y cómodo o levantar la vista que a veces resulta cegador pero esclarecedor, eso sí, eso sí podemos decidirlo al menos.

El Día Que Las Estrellas Dejaron De Brillas se presenta en el El Granero del CCB jueves, viernes, sábados y domingos.