En plena tertulia en medio de lo que bien podría ser una sala medio desvalijada, cuatro diferentes relatos se narran y entrelazan sobre un mundo violento y animal en Entonces La Noche, la obra con la que Diego del Río regresa al universo de lo escrito por Martín Flores Cárdenas, desde lo minimalista, lo musicalizado y ante todo ese teatro que prioriza la actuación en la construcción de un cuento que cobre forma sin mayor elemento visual de nada.

La última vez que Diego del Río visitó un texto del argentino Martín Flores Cárdenas lo hizo por completo fuera de un teatro. Montó Entonces Bailemos en la habitación de un hotel, bajo un concepto absolutamente íntimo y un espacio que de manera muy forzosa nos transportaba a la idea de una reunión de personas donde relatos son contados al caer el sol. Casi como una pijamada. Ahora toma Entonces La Noche y con ella sí regresa al escenario, pero el concepto permanece. Esta idea de un grupo que quizá son amigos, pero no lo sabemos, juntos para beber, tocar la guitarra, y escuchar las historias del otro. Una noche que conocemos.

Entonces La Noche

Para esta obra que en su país de origen ya fue estelarizada por nombres como Cecilia Roth y Dolores Fonzi, Diego del Río vuelve a convocar a Gaby Steck y Milena Pezzi (también de Entonces Bailemos), y les presta a Eugenio Rubio, Enrique Arreola y Gonzalo de Esesarte para esta convivencia que pareciera no tener mayor intención que la de calentarse con la narración de escenitas que bien se podrían estar contando al fuego de una fogata. Pero en ésta no es tanto así…

La velada la empieza Gonzalo como el músico residente, el que se suma a las historias a partir de la canción, que opta por un sonido country rock, al que incluso ajusta canciones como La Gata Bajo La Lluvia (de manera genial, he de decir), muy bajo el característico concepto western de Flores Cárdenas. Él es el mood y es el sonido que da ambiente a todo lo que viene, pero no se ausenta en las sombras, su voz, su personalidad están presentes incluso cuando decide cambiar la letra de My Way de Frank Sinatra, básicamente para mentarle la madre a sus compañeros que jamás lo dejaron hablar. La presencia de esta música es el ingrediente de estilo a partir del cual Diego del Río decide darle sabor al resto de lo que procede.

Entonces La Noche

Con un «Me toca», los demás se turnan para dejar el comfort de la silla en la que son más escucha que interlocutores, y pararse a contar un relato individual casi a manera de monólogo. Y poco a poco, en partes, las historias se empiezan a conjugar. Está la del joven que desesperadamente busca al padre que en apariencia lo abandonó cuando era niño para no volver, la de una mujer que pareciera estar rodeada de fantasmas que no reconoce y con los que no puede terminar de comunicarse, la de un policía que ha visto demasiado y todo lo enfrenta desde la frialdad que se ve abatido por una serie de asesinatos, y la de una prostituta a la que el camino le tiene preparadas sorpresas terribles y ferales.

Entonces La Noche

En un principio cuesta trabajo entender qué conecta los cuatro relatos. Pareciera de entrada que estos actores sólo quieren formar parte de la convivencia con un cuento de su propia creación, sin mayor intención de llegar a nada o sumar a lo ya contado por los demás. Sin mayor motivación o trama que realmente se pueda avanzar. Pero hay algo que rápidamente se asoma como el común denominador en todas las historias. En todas hay indigentes, en todas hay perros salvajes. Son relatos de un mundo violento, donde el de arriba ejerce poder sobre el de abajo, pero al final es la bestia de los colmillos la que termina por dominar la esfera. Y si uno espera pacientemente, Entonces La Noche te termina por revelar cómo es que estos personajes hacen sentido el uno con el otro.

Entonces La Noche

Diego del Río vuelve a entrarle a un juego de metateatralidad. Tanto que el público somos en toda medida parte de esta tertulia que sí, inicia en el escenario, pero se desparrama a butacas que dejan encedidas con luz de sala para no dejarnos fuera de la ecuación. Donde, cuando hay un desnudo la actriz le confiesa al auditorio que se siente nerviosa antes de quitarse la ropa, y donde la misma compañía se ilumina con lámparas cuando hace falta apropiándose ellos mismos de los elementos que conforman al teatro que normalmente entendemos como parte de lo que sucede detrás del telón. Diego nos transporta a una sala, a cualquier sala, a un espacio, a cualquier espacio, porque lo que tiene que decirnos es: esto es una reunión de cuatro y podrían ser los cuatro que fueren. Un grupito del que hemos formado parte, contando historias que todos hemos contado con una cerveza, una copa de vino.

Entonces La Noche

El texto de Martín Flores Cárdenas mantiene ese aspecto de naturalidad, de me paro y cuento, pero no consigue atrapar de buenas a primeras. Es una obra que se cocina a fuego muy lento, y que en toda honestidad, se alarga más de lo necesario en pasajes editables. Sí, naturales, pero no necesariamente enfocados. Y ahí donde los personajes que narran Eugenio Rubio, Enrique Arreola y Milena Pezzi logran eventualmente llegar a un lugar donde sus relatos no fueron en vano, el de Gaby Steck pareciera más un apéndice, incluso con intenciones cómicas, cuya aportación no termina de pertenecer del todo a este mismo universo. Hay algo caprichoso en sus intervenciones, no estoy seguro que intencionado.

Entonces La Noche

Entonces es lo recursivo de Diego del Río lo que da vida a un Entonces La Noche que en manos de alguien más tradicional pudiera ser enormemente letárgica. Son los elementos de la teatralidad que Diego carga con él a donde va los que emocionan y provocan. Que no tienen nada fuera de lo ordinario, y ahí se encuentra su belleza. Son juegos de luces hechos con una linterna, es el uso de figuras imponentes dibujadas con un actor sobre una escalera, y nada más. Es una coreografía muy sencilla entre dos personas y dos sillas. Y es la música, la voz que se convierte en score y que nos permite entender el universo que nos están retratando casi de manera distópica, con sus toques de humor.

Entonces La Noche

Y ya teniendo eso entonces es fácil disfrutar el trabajo de los cinco actores. Que al final toman estos monólogos con la difícil tarea de evocar imágenes intensas. Y lo hacen de forma muy sensible. Y en el caso específico de Enrique Arreola, que es sin duda, un absoluto monstruo de la naturalidad, con una capacidad hipnotizante de no tener siquiera que esforzarse por atrapar la atención, porque su narración es ésa de la gente que tiene la capacidad de estar contando cómo se seca la pintura en una pared y aún así tenerte cautivado. Verlo volver a un montaje de Diego del Río, fuera del clásico de Las Tres Hermanas, era lo que el teatro necesitaba y no lo sabíamos.

Entonces La Noche

Entonces La Noche no tiene la levedad de su hermana Entonces Bailemos. Le tocó ser la tasciturna y arenosa. Y como texto se arrastra donde estamos acostumbrados a que las cosas avancen a ritmo de caminar. Iniciamente desconjugada, eventualmente visceral, en La Teatrería se vuelve un pedazo de mucho teatro en manos de un Diego del Río muy capaz, siempre lleno de ideas, siempre arquitecto de escenas, y un elenco que se toma muy en serio el que contar historias no es solamente ser narrador ajeno, pero emoción viva en cada palabra.

Entonces La Noche se presenta todos los miércoles a las 8:30pm en La Teatrería.