Tens, tens, tens across the board. La propuesta hiper-camp de Mentidrags de José Manuel López Velarde, apoyado por sus creativos, Letal y Jorge Ballina, es un giro hacia lo divertidamente ridículo a partir de la ya conocida historia de Mentiras con visuales explosivos y fabulosos, y vocalistas de otro mundo.
No es novedad para nadie que la cultura drag ha pasado de underground a fenómeno mainstream de unos años para acá, y si sí lo es para ti, ¿abajo de qué roca has estado metido y por qué no la estás consumiendo a manos llenas? Y claro que en teatro estamos empezando a ver su influencia por doquier. Pero sólo a Mentiras le podemos atribuir el que se haya dejado empapar a chorros para francamente transformar su entero musical en un show drag de la más alta calidad.
La historia que López Velarde renovó para el Aldama en co-producción con Gou, La Teatrería y Bobo permanece siendo la misma: cuatro mujeres se dan cita en el velorio del que fuera su esposo o amante sólo para descubrir que, de acuerdo a la prima lejana del fallecido (de la que nadie había oído hablar nunca) una de ellas lo mató y tienen doce horas para descubrir quién fue antes de perder su herencia.
La gracia entera de Mentidrags es que los papeles de Daniela, Yuri, Dulce y Lupita están interpretados por actores, en vez de actrices, vestidos en armaduras drag que les permiten llevar el ya de por sí encantador humor de Mentiras a un extremo de lo absurdo, mientras interpretan los éxitos ochenteros con los que ya estamos ultra familiarizados, en tonos espectacularmente altos y voces de pronto andróginas que a momentos es francamente irreal de creer que no vienen de cuerdas vocales femeninas.
El show es un festín de colores, luces y formas. Y mucho del banquete se lo debemos a la genialidad de Letal, drag queen y maquillista, que con los rostros, pelucas y vestuario de la obra hace gala de una creatividad bella y ridícula, dos palabras que maridan perfectamente con lo drag, y se pone al nivel del mejor de los shows de Broadway o Vegas, y no deja de sorprender y apantallar en esta pasarela que con cada cambio te vuelve a dejar sin aire. Y cambios los hay, y muchos.
Usando elementos que reconocemos inmediatamente del texto de Mentiras, Letal imagina un mundo de fantasía donde nada es suficiente, y no hay límites a la grandilocuencia. De ese modo, Dulce y su «osito» no es meramente un mote, pero literalmente una estampa que lleva por todos lados, de pronto incluso a manera de pelucha enorme enmarcado en el pecho. O el Puma de Lupita (agárrense de las manos) se convierte en un ornamento en la cadera con una cabeza del animal, y la necesidad de jugar a la casita de Daniela se ve reflejada en una falda que es al mismo tiempo casa de muñecas perfectamente funcional con puertas que se abren para permitirnos ver al interior. Una brutalidad.
Un vestido de bodas hecho como un pastel de varios pisos, otro más en forma de macarrón, una falda con un carrusel en los holanes, hombreras en forma de enormes bocinas, una toga eclesiástica barroca con corona incluida, todo en conjunto con la ya de por sí maximalista escenografía de Jorge Ballina, que lleva a Daniela, de pronto, a salir recostada de entre piernas en un tacón rojo gigante, forman una fantasía hipnotizante que tiene el efecto de una dosis de adrenalina.
A Mentidrags no se le puede quitar la vista de encima.
Y si nos vamos a ésas tampoco el oído, porque desde que empieza Castillos y las cuatro drags se unen en notas pensadas para la garganta de Amanda Miguel queda claro que lo que viene va a ser magnífico. Y en efecto, el primero en demostrarlo es Fher Soberanes (Daniela), al que le toca beltear toda la primera parte de Mentiras con un poderío y una precisión ridículamente emocionante. Y los demás no se quedan atrás.
Regina Voce (Yuri) hace malabares con la voz de manera acrobática, que aunque a momentos pudiera caer en lo sobre-cantado, para números como el de Amiga Mía o Aire es tan acertado que dan ganas de pararte en tu asiento para gritarle; Iker Madrid (Dulce) sorprende desde su voz de baritono jugando como quiere con su falsete, muy dispuesto a entrarle al concepto drag que no se toma nada en serio a sí mismo, y Rogelio Suárez (Lupita) es un bólido de energía y comedia, en canciones donde se requieren pulmones de nadador olímpico, como Secretaría, en las que no para de entregar gags de comedia física que a cualquier otro dejarían tirado en el suelo pidiendo oxígeno.
Y, aunque a él no le toca salir en drag, Felipe Flores tampoco se queda atrás o desaparece -y desaparecer en este grupo que sale dispuesto a comerse todo a su paso sería definitivamente una posibilidad. Con una tesitura idealmente ochentera, de baladista clásico, Felipe no sólo canta y se divierte, pero además luce los muy poco indulgentes vestuarios de Emmanuel con una fisicalidad digna de muñeco Ken queer conceptualizada por una editorial de la revista Boys & Toys. Y no cualquiera.
Si hay algo hermoso de Mentidrags es que, más allá de lo que destaca por méritos visuales, tiene a un elenco comprometido, sin miedo a volcarse en lo bobo, ridículo y ultra satírico del drag de lleno, a caerse de cara antes que quedarse pasitos atrás. Y eso se agradece. Nadie sobre ese escenario está dando meramente el 100%, todes están dándolo todo y más, y el resultado es notorio.
Sin miedo a equivocarme, Mentidrags es una de las puestas más espectaculares que México ha visto, cuyo cimiento ya estaba muy bien solidificado por su contraparte «más aterrizada», Mentiras, pero cuya creatividad elevan al musical a una cima que otras puestas simplemente no pueden alcanzar, porque no todo se presta a lo atiborrado de este concepto, y en eso se basa el que no tenga paralelo en la cartelera, y sea una imperdible para todo amante del drag, el teatro o simplemente el buen espectáculo.
Mentidrags se presenta miércoles y jueves a las 20:00pm en el Teatro Aldama de Mentiras.