¿Se puede encontrar una conexión amorosa después de los 30 o es franca tarea imposible? El romance ha salido del chat en Vi A Tu Mamá En Tinder (e hicimos match) una ligera comedia coral sobre el deporte de alto riesgo en el que se convierte salir con gente conforme se dejan los veintes atrás y las recetas millennial a las que nos aferramos convencidos de que por magia universal el amor volverá a tocar a nuestras puertas.
Vi A Tu Mamá En Tinder no es la receta para encontrar el amor, de hecho, si a ésas nos vamos, la obra se ríe abiertamente de la poca probabilidad de hacer match con «the one» ya pasada cierta edad y cargando una personalidad afectada por años de rechazos. Pero no termina por aferrarse a su propia comedia en una mezcla confusa entre la irreverencia de la soltería y lo francamente melancólico de la soledad, aterrizando el tono en un limbo sin postura y con demasiado caos escénico.
¿Qué es lo que sucede? El montaje inicia originalmente como una puesta de titulación para alumnos de actuación. Y como dinámica didáctica de evaluación y aprendizaje, el texto fácilmente maleable de Enrique Olmos de Ita y la dirección atiborrada de Ana isabel Esqueira hacían muchísimo sentido y tenían el formato ideal para el propósito entre manos. Pero ahora, con el estreno profesional de Vi A Tu Mamá En Tinder en La Teatrería, aquello que era útil para un grupo se convierte en convulsión y suciedad escénica que acaba por entorpecer y atascar una obra que a partir de un menos es más pudiera limpiar mucho más su propia comedia y hacer uso editado de sus elementos más valiosos.
Tadeo (interpretado por dos diferentes actores de manera simultánea, Luis Beltrán y Heriberto Jiménez) es un hombre solo, desesperanzado, introvertido, vapuleado y en toda medida, patético. Un treintañero de físico promedio (tal vez demasiado) buscando redención a través de remedios como el tarot y las constelaciones familiares. Su única compañía es el gato de su roomate, Ortega, que realmente siente poco cariño y más desdén por él, una planta que va perdiendo follaje con el paso de los amores desatinados, sus películas, libros y merch de Harry Potter, y un compañero de piso recién divorciado al que él llama su mejor amigo, pero que suena a que del otro lado el sentimiento no es recíproco.
Luego de recibir la recomendación de su terapeuta de salir a buscar encuentros casuales, sin pensar previamente en la posibilidad de un futuro juntos, sino más directamente en la satisfacción carnal, Tadeo, que se identifica como pansexual (en la obra le llaman «bisexual» pero lo describen más cercano a la pansexualidad) y demisexual (un subtérmino de la asexualidad que refiere a la gente que requiere una conexión emocional para poder iniciar un encuentro sexual) decide inscribirse a toda red social de encuentro que se topa, incluso pagando para tener suscripción premium, y empezar a conocer posibles amores (u orgasmos) cada uno más decepcionante que el que sigue.
La primera cosa que salta del formato de la obra es la enorme cantidad de narradores de la que hace uso. Los dos Tadeos hablan en primera y tercera persona, el gato Ortega hace su parte explicativa para establecer situación, y un ensamble a la coro griego demasiado grande para el reducido espacio de la Sala B de La Teatrería se intercalan para también sumar sus voces a la narraturgia. El resultado es overkill. Un exceso de miradas y figuras que más que otorgar mayor perspectiva a la historia, la inunda. Y la obra no lo requiere. Un gato malhumorado rompiendo la cuarta pared para relatarnos la historia de su bueno para nada dueño, tendría tan más tino y perspicacia, y permitiría vaciar de ruido el montaje.
Por otro lado, la idea de un Tadeo a dos voces no pareciera tener justificación alguna. Sólo existe dividido porque sí, pero sus intérpretes no resultan representativos de dos caras de una misma moneda, y aunque pareciera que cada uno identifica a un género diferente de teatralidad, Heriberto es todo comedia mientras Luis se aferra a la melancolía del drama, las dos tonalidades parecieran más un error de unificación por parte de la directora, que un intento muy a propósito de balancear la personalidad del protagonista y mostrarnos variedad. La convención nunca termina de asentarse, a veces existe uno solo, a veces los dos, a veces se reconocen en el mismo espacio, otras parecen no verse, nunca buscan una interpretación similar, cada uno es su propio Tadeo, y entonces la duda es: sí, para un montaje escolar hacía sentido tener la mayor cantidad de roles posibles para los alumnos, ¿pero ahora cuál sería la razón de ser?
El juego de Heriberto es sumamente entretenido. Aborda a Tadeo desde la incomodidad social, la ansiedad y los nervios. Un Tadeo poco preparado para enfrentar el mundo a su edad, cuyas reacciones dan mucha ternura; Luis busca verdad donde hay demasiada caricatura, y hace lo posible por mostrarnos el lado humano de Tadeo, pero nunca se suma al género de la obra , mostrándonos vez tras vez lo triste y poco afortunado del caso, que no nos permite reír del todo de aquello que le sucede, porque lo encontramos lastimoso, pero nos deja empatizar con su falta de conexiones adultas llegadas a cierta edad donde muchos amigos y amores del pasado simplemente se han diluido.
Las citas de Tadeo se anclan en el ridículo. Enrique Olmos de Ita no se inspira en la realidad del romance por app, pero lo lleva al mayor de los extremos cuando incluso hace a Tadeo datear a hermanos siameses. Uno de los cuales quiere con él, y el otro -siendo heterosexual- sabotea la cita en nombre del cuerpo que comparte que también es suyo. Sin duda gracioso desde la irreverencia, pero poco relacionable con los muchos treintañeros allá afuera que ciertamente se enfrentan día a día a romances fallidos y anécdotas de pena ajena, que en Vi A Tu Mamá En Tinder están tan fuera de órbita que no parecen representar realmente a nadie.
Curiosamente son los elementos más de tira cómica los que terminan por funcionar mejor. Ortega, interpretado por Manuel José Contreras, no para de ser brillante y uno de los pilares que carga la obra. Osco y uraño, la humanización de un gato para este cuentito, en este intento de traducir la personalidad felina a palabras, genera los mejores chistes y momentos, y es un agasajo cada que se pavonea en escena; y la pasión geek, Potterhead para ser precisos, de Tadeo por todo lo relacionado con Harry Potter da al personaje uno de los rolling gags más atinados del montaje, que cuando uno piensa que ya no puede seguir abultándose, Tadeo logra sorprender con un tatuaje más, un Hedwig más, un Doby más que además dejan muy claro quién es este hombre que en el fondo no ha soltado el ser un niño.
No así funcionan otros gimmicks que parecieran sumarse a la colección de cosas sin justificación que de pronto se integran a la historia. Un número musical con «All You Need Is Love» que culmina con Tadeo envolviéndose en una bandera LGBTQ no consigue aportar nada a la trama, que en realidad nunca gira en torno a la orientación sexual de Tadeo, que no es el conflicto de la historia y por tanto no es como que requiera abrazar el mayor de los símbolos Pride, sale de la nada y sólo se vuelve un momento de pausa para reencontrarnos eventualmente con la historia que sí estamos siguiendo; y la extraña decisión de encender tensión entre Tadeo y su roomie presuntamente heterosexual no se trabaja lo suficiente como para que pase más allá de un gesto que nos deja preguntándonos, ¿pero no entre ellos hay algo?
Vi A Tu Mamá En Tinder tiene una cosa que funciona muy a su favor: la falta de pretensión. La obra busca entretener. No hay intensidad ni densidad en ella, es una alberquita para recostarse de espaldas y flotar mientras uno bebe un cocktail y ríe de la desventura de ser soltero en un mundo que pareciera entercado con que una pareja te complementa y es absolutamente necesaria para la realización personal. Para los millennials es fácilmente identificable, después de todo, todos estamos a un paso en falso de convertirnos en la siguiente señora de las plantas. Y para los dueños de gatos, seguramente un regocijo. Porque sí, sabemos que cuando nos vestimos y nos están viendo, secretamente están juzgando el color de la camisa que elegimos.
Pero la edición es un factor que no podemos obviar. Vi A Tu Mamá En Tinder tiene historia y eso no lo podemos negar. Su origen tal vez no es como el de otros muchos montajes. Pero hay una frase que siempre resultará atinada entre la gente que escribe o hace teatro: «Kill your darlings«. Mata lo que no funciona, aunque duela, aunque pegue en la nostalgia y se sienta como traicionar a esa obra que en algún momento fue un proyecto escolar con otra visión. Porque en crudo, el proyecto tiene comedia y risas para aventar al público, pero hay mucha necedad en querer mantenerla caótica solo para rescatar el formato que antes tenía un propósito y ahora sólo estorba. Si queremos hacer match con una obra, también nos tiene que enamorar desde la foto de perfil, y en ésta hay demasiada gente a la deriva como para saber a quién le estamos otorgando el corazón.
Vi A Tu Mamá En Tinder esta fuera de temporada con promesa de regresar para 2025.