El texto ganador del Premio Lope de Vega de David Desola, El Charco Inútil, es una pieza existencialista sobre la locura, la soledad y la pérdida, repleta de metáforas, unas más claras que otra, con actuaciones muy valiosas y una estética contundente y brillante en muchos sentidos.
Óscar (Alberto Estrella) es un maestro secundaria, tras ser agredido físicamente por un alumno de 13 años, dejó la profesión, cargando con él la humillación del evento que, como cereza en el pastel, encima de todo se convirtió en un caso mediático.
Convencido por su propio mentor (David Hevia) de darle clases privadas a un niño llamado Diego, frente a un lago congelado al que ni los patos se paran, Óscar decide tomar esta segunda oportunidad sólo para descubrir que Diego no existe. Murió en un ataque terrorista a un tren varios años atrás, y su madre Irene (Mariana Garza) no lo ha podido dejar ir a tal grado que lo sigue viendo por su casa y está convencida de que necesita un tutor para mejorar sus calificaciones en la escuela.
Más allá de tacharla de locura y salir corriendo de la casa, Óscar decide quedarse y semana tras semana regularizar a este fantasma mientras va creando una relación cercana con Irene y comienza a cuestionarse lo qué es realmente verdadero, y si eso que llamamos «exististir» es más ilusorio de lo que había puesto en tela de juicio hasta ahora.
Un relato que de manera literal se pregunta, «Eso que tú estás convencido de que existe, ¿realmente lo hace o es parte de un esquema que nos hemos creado para decidir lo que es real de lo que no?» Ruby Tagle llena su montaje de metáforas para ir entendiendo la conexión entre estos tres personajes, a un nivel menos superficial, cosa que te lleva a la reflexión constante.
Es de estas puestas en las que es notorio que nada de lo que está sucediendo sobre el escenario es fortuito. Algo nos está tratando de decir su directora, y es parte de nuestra tarea salir del teatro refelexionando sobre lo que se nos contó y cómo para poder armar el rompecabezas. Desde los colores, un llamativo azul que representa a Diego y un brillante amarillo para Irene, hasta la forma en la que David Hevia juega a ser un niño cuando parece que nadie lo está viendo y las uñas que guarda Irene en una caja después de mordérselas como una manera clara de ser incapaz de dejar ni siquiera lo más diminuto que ha pertenecido a ella.
Al final del día una cosa es clara, Óscar e Irene conectan en más formas de una, y ambos son en términos alegóricos, un charco inútil, ése que no logra ni el mínimo propósito de llamar patos a visitar. Un maestro sin alumnos. Una madre sin hijo. Ambos cargando la pérdida de aquello que les daba sentido, y ambos habiendo tenido que pasar por el escrutinio público de una pérdida que normalmente se hubiera manejado de una forma mucho más privada. Tal vez es por eso que Óscar no huye de ella, pero se siente extrañamente atraído a la manera tan natural con la que se ha creado un mundo de ficción para habitar.
Y más allá del obvio tópico existencilista reflexico, Desola también cuestiona un sistema escolar igualmente lleno de elementos vacíos. Una autopsia a palabras sin contexto ni sentido, como lo llama Óscar en algún momento. Una necesidad de aferrarnos a la educación como se ha instituido desde hace años y que nadie ha cuestionado siquiera si sigue siendo funcional.
Sobra decir que Alberto Estrella, Mariana Garza y David Hevia son estrellas. Un elenco ideal para una obra que requiere de contención por encima de la locura desbordada, y de firmeza por encima de lo etereo de una fantasía. Cosa que los tres ofrecen en cortas escenas de diálogos, en las que está basada la obra entera, con la enormísima ayuda de Jesús Hernández, encargado del diseño de iluminación y escenografía que hace un trabajo verdaderamente bello de transformar el mundo de estos personajes en la burbuja inexistente pero llena de colores que nos imaginamos cuando intentamos visualizar un mundo hermoso donde todo es perfecto.
El Charco Inútil resulta más sencilla de lo esperado, y es el diablo el que se esconde entre los detalles. Es una obra para contemplar, para escuchar, para ver con calma y tratar de escarbar en cada cosa que tanto Desola como Tagle nos ponen sobre la mesa como un banquete de distintos caminos y posibilidades para dar una conclusión a esta historia, que no llega desde el escenario, pero que hay que llevarse a casa a rumiar de manera atenta.
El Charco Inútil se presenta los jueves, viernes, sábados y domingos en el Teatro Helénico.