Habiéndose colocado como un éxito en España en 2014-2015, Animals de Companyia (acá en México, Animales de Compañía), de la dramaturga catalana, Estel Solé, juega con los secretos entre amigos y parejas, la soledad como motor para tomar decisiones estúpidas, y la comedia negra para construir una noche de absoluta incomodidad en casa de Beth, una mujer recién salida del psiquiátrico.
En algún momento uno de los personajes de Animales de Compañía pregunta, «¿Es incómodo tener un amigo que intentó suicidarse, no?»
Y sí. ¿Cómo reaccionar a la noticia de que alguien cercano a ti se tragó un bote de pastillas para dejar de vivir? ¿La evades? ¿La evitas? ¿La visitas? ¿La reconfortas? ¿Le mientes para mantenerla segura? ¿Haces como que nada ha pasado cuando la vuelves a ver? Los amigos de Beth no tienen idea de cómo resolver el hecho de que su amiga de toda la vida ha vuelto a tratar de quitarse la vida y en su noche de recibimiento todos parecen caminar sobre cristal del más frágil alrededor de ella.
Peor aún. Uno de ellos, Alejandro, se ha estado haciendo pasar por el ex novio de Beth por teléfono (catfish, en términos actuales) para evitarle la dolorosa noticia de que el verdadero Javier la abandonó el mero día de su intento de suicidio para irse a vivir a Sidney, Australia. Y el resto de los amigos se enteran, a minutos de tener cara a cara a Beth, que les toca continuar con la mentira que Alejandro comenzó y hacerla creer que Javier está por llegar a la reunión en cualquier momento, con tal de no romperle el corazón a una psyque de por sí endeble.
La inaudita mentira se presta a comedia de la más oscura; más aún cuando, entre tensión que puede ser cortada con un cuchillo para mantequilla, el resto de los cuatro amigos de Beth se empiezan a desenmascarar tan aproblemados y llenos de compulsiones como la misma Beth. El inconforme Marcos está enamorado de Clara, hermana de su novia Laura, Clara le corresponde, mientras siembra la posible duda de que Laura le pueda estar siendo infiel con su ginecólogo; Laura a su vez carga con rencores que libera de la manera más violenta y todo el tiempo se está lastimando y sangrando por doquier porque no para de ponerse en peligro de las formas más innecesarias; y el ingenuo Alejandro, que ha ocultado sus sentimientos por Beth desde siempre, realmente se ha estado comportando como un verdadero acosador haciéndose pasar por Javier y recibiendo sin pena alguna fotos íntimas de Beth que no estaban dirigidas a sus ojos.
En una noche en la que el alcohol está limitado -idealmente prohibido, pero eso no les sale- el guacamole fluye como la única cena de bienvenida, y hasta el perro del vecino acaba envuelto en el enredo, las verdades de los cinco amigos serán finalmente liberadas de manera catártica para cambiarlos a todos desde donde ellos están negados a cambiar.
En el estilo de Perfectos Desconocidos, que en realidad nació después de Animales de Compañía, en Italia en 2016, la obra encuentra su nicho entre la comedia y el dramedy, y a pesar de ser graciosa cuando debe, y contundente en otros momentos, la dirección de Lorena Pérez Ríos no termina por comprometerse con esta complicada mezcla de géneros y deja pasar momentos que podrían indudablemente ser mucho más hilarantes y termina por presentar una comedia meramente funcional, lejor de lo extraordinario.
Y a pesar de tener un elenco sólido, Mario Alberto Montoy y Adriana Larrañaga se roban escena tras escena con un manejo magnífico de la comedia y la soltura, creando personajes indudablemente detestables pero al mismo tiempo encantadores, mientras el resto del elenco pareciera haberse quedado un par de escalones abajo. Y en especial, Mauricio Mancera, que carga con el personaje de Alex, lo cocina demasiado en el horno y acaba entregando un bólido de tics y ansiedades propias de un enfermo mental, no de un mero nerviosisimo nacido del miedo y la preocupación, y acaba gritando la mitad de sus diálogos, perdiendo el punto medio donde pudiera sentirse en el mismo tono que sus compañeros.
Animales de Compañía provoca risas y buenos momentos. No es un montaje fallido, sólo es notorio el potencial desaprovechado para hacerla verdaderamente genial. Lorena Pérez Ríos evita la farsa donde quizá hubiera funcionado de manera más ácida y puntual, y deja que personajes como el de Clara y el de Beth se pierdan entre las personalidades más bruscas del resto del grupo (cuando en realidad hay mucho que hacer con ellas).
Una cena incómoda siempre será razón de entretenimiento, y en teatro lo hemos vivido desde Osage County y hasta The Humans, y aunque de ninguna manera es sencillo provocar risas desde un tema tan delicado como el suicidio, al final Animales de Compañía mete el dedo en la llaga, no de la salud mental, pero de lo contenidos que vivimos todos en ambientes y decisiones que se nos ha dicho que son los correctos desde siempre, en lugar de buscar la felicidad, tal vez sí, impulsiva, y de manera animal, desde lo que realmente nuestro instinto ruega a gritos.
Animales de Compañía se presenta Viernes, Sábados y Domingos en el Teatro Centenario Coyoacán.