¡Que Arda Tebas! se va duro y tupido contra la pretención de los proyectos culturales de teatro, que buscan pasar por innovadores y arriesgados cuando en realidad nacen del hueco y la necesidad de atención; y en hacerlo se convierte en una comedia divertidísima, que no sabemos si pone Tebas a arder, pero definitivamente sí prende en llamas al tianguis teatrero cultural de la CDMX, fácilmente identificable de manera cínica en varios momentos de la obra.
Américo del Río (Dramaturgo) y Juan José Tagle (Director) no se tocan el corazón. Tienen una meta clara y la flecha que están lanzando desde su arco no pretende detenerse ante ningún obstáculo antes de clavarse en el centro del blanco, y hacer inmensa mofa del vacío que pasa por teatro transformista, los artilugios tantas veces aplaudidos como revolucionarios, y los mensajes forzados en textos que acaban por perder pies y cabeza en un intento por ser más progres que sus versiones previas.
¡Que Arda Tebas! es la verdadera Obra Que Sale Mal. Sólo que en vez de retratar un mero desastre escénico desde ningún otro lugar que el absurdo y la comedia física, «Tebas» nace de las carencias y ocurrencias del teatro más culturalín mexicano, y al cual es fácil ponerle nombre y apellido para el que se conoce bien la industria. Lo que cual la vuelve más ácida que irreverente.
Buscando contar con el apoyo financiero del gobierno para lanzarse con temporada completa, una compañía sui géneris, desgastada, malgastada y dispar se dispone a presentar una ilegítima e infame versión de la tragedia de Edipo, cuyo director (el mismo Américo del Río) ha montado a base de trucos baratos y diálogos panfleteros para ajustarse como pie equivocado a la zapatilla de cristal de Cenicienta, a la situación política y social del país, en un intento por querer rebelarse contra el sistema y ser nombrado un agente de cambio.
Los actores están divididos. Dos de ellos, Lucero Trejo y Hamlet Ramírez, habiendo interpretado previamente Edipo como Sófocles hubiera deseado, verso y solemnidad incluidas, no entienden la visión absurda de un director demasiado joven para comprender que los autores de la vieja Grecia ya se rebelaban contra el sistema sin necesidad de artilugios. Desde camerinos y antes de empezar la función están desesperados y furiosos, recordando mejores tiempos para el teatro clásico.
Mientras los más jóvenes de la compañía, Miguel Narro, Luz Olvera y Estephany Hernández están dispuestos a comprarse la visión de su director, y agradecidos por tener la oportunidad de hacer teatro de vanguardia lo único que quieren es dar una buena función. Cosa que, claro… no va a pasar.
Porque hay un problema. El actor que tendría que interpretar a Tiresias (un excelente Enrique Arréola) está desaparecido desde hace horas. Es un alcohólico en recuperación, y hay una cierta posibilidad de que haya vuelto a caer en el vicio y esté imposibilitado para realizar al vidente ciego de la ciudad de Tebas.
De modo que la obra se empieza a desmoronar. Los papeles se invierten, el director decide aprovechar el caos para estelarizar como actor en su propio montaje, los actores toman posturas, improvisan los cambios sin tener idea de lo que hacen, algunos se ponen más corajudos que otros, a uno de ellos le entra lo pirómano y se pone a incendiar el teatro, por ejemplo, mientras la Maestra, la más sabia del grupo, intenta mantenerlos a raya, hasta que aparece Tiresias, completamente ahogado y amenazando con tirar en una cubeta del agua los celulares que se le quitaron a la audiencia al inicio de la función, manteniendo rehenes cautivos a los espectadores y sus compañeros, hasta no terminar un delicioso monólogo en el que en parte le dice al público «ustedes tienen la culpa por aplaudir todas las mi*rdas que se montan en un teatro».
Y es un momento de gloria absoluta. Bueno, la obra está llena de momentos de gloria absoluta. Desde la actriz novata que insiste en llamar «güey» a la Primera Actriz a la que todos los demás se dirigen con tanto respeto, hasta la Maestra tomando las riendas del desastre para aprovechar el momento e interpretar el papel masculino de Edipo que por décadas se le negó meramente por su sexo. ¡Que Arda Tebas! tiene tanto que decir, tanto que poner sobre la mesa, tanto de lo cual burlarse, y tanto que invitar a reflexionar, y lo hace desde los lugares correctos, con los visuales correctos y con un montaje que además de inteligente, es inmensamente gracioso.
Hilarante hasta que deja de serlo, ¡Que Arda Tebas! cuestiona tanto a todos esos autores y directores que sobreponen su ego por encima de la historia que nos pretenden relatar; a los actores desapasionados en busca de un salario como dinero fácil; a los métodos sin escrúpulos de directores que en su compañía no ven seres humanos, pero piezas de ajedrez; a los críticos y los públicos que se apantallan con cualquier mensaje distorsionado y le otorgan la corona del «futuro del teatro» a bobadas pretenciosas; a las autoridades gubernamentales a las que, honestamente, el arte no les podría importar un pepino, pero los intereses personales los mueven a abrir sus carteras, e incluso a la absurda necedad, que ya va cambiando pero permanece, de perfilar actores por edad, género, raza, tamaño, cuerpo u orientación y encasillarlos en personajes que no les permiten explorar su rango.
¡Que Arda Tebas! grita como llamas en un incendio todo lo que tiene que decir, y lo suelta como verborrea sin ningún tipo de censura, para quien lo quiera agarrar, para quien lo alcance a entender, y también para el que sólo se la quiera pasar bien. Es una obra poderosa, a la que no se le olvida ser entretenida, actuada de manera magistral (de verdad, Enrique Arreola es probablemente el mejor actor vivo mexicano) y bella en visuales que le dan estilismo al mensaje para ayudar a disfrazarlo tantito de sana diversión.
Imperdible y vocal. ¡Que Arda Tebas! te va a recordar a muchas cosas que has visto, muchas palabras que has oído, te va a hacer reír a carcajadas, provocar, y entender que el teatro también es truco, y muchas veces un conejo saliendo de un sombrero, es sólo eso, un conejo escondido en un sombrero sin tantísimo ingenio detrás, pura pantalla para el que sólo va a oír el abra kadabra.
¡Que Arda Tebas! se presenta lunes, martes y miércoles a las 20:00pm en el Teatro Helénico.