Dos parejas y una desastrosa cena en la que un niño insiste en comer galletas y ver el Rey León fuera de su hora para estar despierto, y los cuatro adultos en la sala se dedican a echarse en cara, de la manera más pasivo-agresiva posible, todo tipo de veneno rencoroso, quejumbroso y ácido. Y eso mismo tres veces con ligeras variaciones. Tres Versiones De La Vida es finalmente un ejercicio dramatúrgico y actoral sobre el qué pasaría en una misma situación si los personajes que la viven tomaran decisiones distintas cada vez, ni siquiera elementales, pero casi azarosamente significativas.
Es curioso porque a simple vista, Tres Versiones De La Vida pudiera parecer esa comedia clásica del Virginia Fábregas. Tal vez una de enredos amorosos, ésa que involucra a dos parejas que inevitablemente acaban metiéndose todos con todos. Hemos visto la historia, conocemos el poster. Pero Tres Versiones es un engaño, porque no es nada de eso. De hecho, a pesar de ciertos elementos de comedia simplona, por ponerle un nombre, el texto de Yasmina Reza no busca la risa fácil, ni evitarse el momento incómodo, y trabaja desde lo verdadero. Cosa que es una muy grata sorpresa.
Ahora, sin ganas de hacer una comparación muy por encima de lo que se me va a permitir escribir antes de considerarse sacrilegio, Tres Versiones De La Vida tiene un espolvoreado de Who’s Afraid Of Virginia Woolf: dos parejas, ambas destructivas, los hombres de cada relación involucrados en una respetada comunidad académica y científica, uno de ellos necesitado del apadrinamiento del otro, una noche donde el alcohol hace estragos y las verdades empiezan a resultar cada vez más evidentes, un resignado final infeliz, etc.
Las similitudes terminan ahí donde el texto de Reza no logra llegar a ningún lugar. Permanece plano y anecdótico en sus tres repeticiones, y a pesar de lo interesante que pudiera resultar el experimento, y lo enormemente entretenido que es ver a Mario Alberto Monroy, Daniela Luján, Ana Kupfer y Fernando Memije jugar con un mismo escenario y sus respectivas narraciones, para el final de la obra, uno sale como entró.
El acontecimiento es muy sencillo. Enrique y Sonia son una pareja joven con un niño de seis años que por más que intentan no logran que se vaya a dormir, dependiendo de la versión de la historia cómo manejan su lado paternal, desde el más caótico hasta el más alivianado. A ambos se les olvida que han invitado al jefe de Enrique y a su esposa a cenar, y que la cena es de vital importancia para que Enrique, que está por publicar un nuevo ensayo astronómico, pueda conseguir una promoción.
Para cuando llegan Humberto y su mujer, Enrique y Sonia se las ingenian para darles, aunque sea, galletas de comer y tratar de mantener una conversación armoniosa, cosa en la que fracasan en las tres versiones de la historia, por distintas razones y acaban antagonizando a sus invitados, ambas parejas demostrando que tienen un claro problema con la otra, pero que al interior tampoco están en el lugar más sano.
Ahora que están tan de moda los multiversos, este ejercicio podría sumarse a la tendencia, pero lo realmente disfrutable del montaje, no es tanto la idea del «¿Qué pasaría si…?», pero la forma en la que los cuatro actores en escena interactúan entre ellos. Con un franco derroche de química, de comedia cuando es requerida, y punción en momentos precisos, son ellos la razón final para hacer de Tres Versiones De La Vida algo más que un experimento. Y Rina Rajlevsky (directora) aprovecha los fuertes de cada uno de ellos para explotarlos desde el lugar correcto.
Más allá de que la escenografía tiene la bondad de poderse transferir de manera simétrica de un hemisferio al otro del escenario, cosa que se utiliza para dar un guiño al multiverso (cuyo nombre, entiendo, remonta al sci-fi cuando la historia ni remotamente toca el tema, pero es la mejor manera de describirlo), visualmente el montaje busca el naturalismo, sin más, cosa que en un trabajo que no tiene mucho de natural en su concepto, pudo haber explorado, aunque sea de manera mínima y detallista, rasgos de concepto.
Un elenco divertido y una historia para analizar. Un recuerdo de que en todos lados se cuecen habas y de que después de lavarte los dientes ya no vale la pena comerse una manzana. Tres Versiones De La Vida no es una obra que viene a cambiar la escena, pero para un domingo en la San Rafael, el respiro es entretenido y gozoso.
Tres Versiones De La Vida se presenta viernes, sábados y domingos en el Teatro Virginia Fábregas.