Al más puro estilo «When Harry Met Sally», El Inicio De Todo recorre por años la relación de amistad entre Fernando y Paulina, desde su adolescencia y hasta bien entrados en sus 30, cuando se dan cuenta que no importa el amor que se tengan, sus caminos nunca serán parecidos.
Hay una particularidad importante en la idea de llevar el formato de comedia romántica al teatro. Por un lado, la comedia tiene que ser parte de la acción o el dialogar; debe haber un conflicto que le impida a los dos protagonistas estar juntos, un obstáculo que librar, claro y preciso desde el comienzo, de modo que la audiencia sepa qué esperar, y tres, quizá la más importante de todas, la pareja al centro del relato tiene que tener química. Nosotros, espectadores, tenemos que alentar la idea de verlos juntos, porque no los podemos imaginar separados, aunque ellos no lo hayan descubierto aún.
El Inicio De Todo carece de los tres puntos de ahí arriba.
Contada a partir de viñetas que dan saltos cronológicos hacia todas direcciones, el texto de Valeria González elige más situaciones al azar que aquellas que cimientas relaciones profundas, de modo que no conocemos el porqué del amor entre Paulina y Fernando. Queda claro que son amigos y que pasan mucho tiempo juntos, pero fuera de eso, no hay absolutamente nada que los enganche el uno que el otro.
Fernando se percibe mucho más interesado en ella de manera amorosa, que ella de él. Ella vive en su propio mundo, todo el tiempo haciendo preguntas infantiles que no llevan a ningún lado, ignorando por completo que lo tiene a él a un lado. Es más su accesorio que su enamorado. En todo sentido. De modo que nada de lo que les sucede como amigos o pareja, realmente logra resonar ni con un corazón roto, ni con un enamorado.
La dramaturgia busca ligereza, pero tampoco se acomoda en la comedia. Nada en ellos es particularmente gracioso, ni sus interacciones, ni las situaciones que se eligen para mostrar, ni su manera de hablar. Me resultó inevitable pensar en una mucha mejor lograda «Sucia Y Muy Chingona Historia De Amor» que recorre lugares muy parecidos al Inicio De Todo, incluyendo una escena de ella borracha en un coche y él sobrio manejando, pero lo hace con mucho más ingenio y pericia. Dejando ésta flotar como un trabajo inmaduro no del todo listo para presentarse ante un público.
Pero más allá del texto que se pudo haber rescatado con buenas y entrañables actuaciones sobre el escenario, los actores terminan por hundir lo que en la página de entrada no se está dando.
Alternada por Axel Arenas, Fran Cuenya, Paco Pizaña, Kariam Castro, Samantha Torreskelly y Oka Giner, nuestra función fue interpretada por Kariam y Paco que durante hora y cachito de estar juntos en escena jamás se hablaron mutuamente. Negados a escucharse, ambos se atropellaban continuamente y trabajan desde la memoria de su diálogo y su queue en vez de reaccionar al otro. De sentir al otro.
Un enorme ejemplo de por qué es importante que la actuación no sea sólo la entrega de diálogos sin fondo o análisis.
Como su personaje, Kariam Castro estaba completamente enfocada en su cuestionar el mundo, sólo para acordarse de vez en cuando de voltear a sonreírle a su compañero, como si eso complementara lo que nos debe hacer creer que tienen razones para estar juntos. Que se entienden. Que se complementan. Tal fue el grado de absoluto ignorar al otro, que durante gran parte de la obra creí que se iba a revelar que ella estaba en el espectro del autismo, cosa que hubiera explicado porque se dedicaba a hacer preguntas francamente aspergerianas y por qué no lograba conectar emocionalmente con su compañero. La revelación nunca llegó. Los dos actores en la obra simplemente no estaban enfocados en trabajar en equipo.
Paco Pizaña estaba menos desenfocado, pero frío, inerte. Un actor que hace puchero cuando pretende llorar, en vez de dejarse empapar por el sentimiento, que lo puede o no llevar al llanto, pero que debería de hacerlo desde un lugar honesto, no falseado.
Mucho, por supuesto, es fallo de la dirección también a cargo de Valeria González, que no mantiene a sus actores en una misma línea, no los obliga a verse, a sentirse, y específicamente con Kariam, no trabaja en neutralizar un acento chiqueado que pudiera llegar a funcionar en las escenas en las que su personaje es adolescente, pero para cuando ella es adulta sólo es distractor y molesto.
Las transiciones y trazos retoman la inmadurez del texto. Acompañados de dos buenos músicos en escena, Valeria no los aprovecha realmente de ninguna manera y los tiene escondidos en una orilla, cuando tiene varios tiempos muertos que matar en los que ellos podrían ser de gran ayuda. En lugar de eso, insiste en sacar al personaje de Paulina de escena, aunque sus salidas sean lo menos orgánicas posibles, para hacerla volver a entrar, no siempre cambiada de ropa, a veces sólo en un intento por demostrar corte y comienzo.
El montaje carece absolutamente de ritmo. El Inicio De Todo juega con la idea de una pantalla de aeropuerto en la que cada escena es un vuelo diferente, pero nuevamente, el concepto se queda en escenografía, en utilería. No hay un viaje de por medio, definitivamente la obra no vuela, ¿entonces para qué incluirlo? Resulta sorprendente que creativamente la obra tiene elementos, varios, con los que se pudiera trabajar para hacerla más dinámica, más teatral, más juguetona, y todos los vemos como público, porque están puestos sobre el escenario, pero la directora es la única que no observa lo que su equipo le montó para entrarle al juego y prefiere refugiarse en lo seguro, en lo básico.
Es una lástima porque hablando de vestuario, el juego de colores resulta interesante, aunque no termina por involucrarse con la trama o el mensaje de ningún modo; la iluminación también participa del caleidoscopio colorido, pero nada parece sumar a la historia. Los músicos dan el ambiente correcto, pero parece que están ahí sólo para que no nos piquemos los ojos en lo que los actores transicionan hacia la siguiente escena; incluso la utilería se siente desperdiciada cuando entre masa de hot cake y pintura al óleo, nada le da brillo a los momentos, todos son pretextos para tenerlos a ellos haciendo algo, lo que sea, pero algo, cuando esos momentos no se deberían de sentir un enorme «porque sí», pero esenciales para conocer quiénes son Paulina y Fernando.
Un trabajo vago, en un género y formato en el que las comparaciones con otras que se han presentado ahí mismo en La Teatrería con mucho más éxito es imposible de evitar, de actuaciones flojas y dirección tibia, El Inicio De Todo no empieza nada, y como audiencia, no puedes esperar a que mejor termine.
El Inicio De Todo se presenta los jueves a las 20:30pm en La Teatrería.