Un coming of age sobre una niña que encuentra en los desgarres del camino hacia la vida adulta la inspiración para una carismática e inspiradora historia contada a dos voces, decenas de zapatos que aún no sabe si le van a quedar, y una María Perroni mostrándose más dueña del escenario que nunca. El Cuerpo En Que Nací es una que todos podemos voltear la vista atrás para recordar que vivimos a nuestra manera.
Adaptada de la novela de Guadalupe Nettel (por Bárbara Perrín), en la que la autora relata sus propios años de juventud, habiendo nacido con un defecto en el ojo y pasado una infancia que la llevó a presenciar la muerte muy temprano, a conocer de depresión y sexualidad más de golpe que por intención, y a vivir fuera de su país como una extranjera no sólo al lugar geográfico, pero al modo de ser de todos los que la rodeaban, El Cuerpo En Que Nací es un recordatorio de la incómoda época en la que todos fuimos un poco cucarachas antes de sentirnos cómodos en nuestros propios zapatos.
Benjamín Cann (director) y Bárbara Perrín separan a Lupita en dos mujeres. Una, la niña, María Perroni. La que aún tiene mucho que crecer y se encorva para protegerse de lo que la daña como un trilobite, sea una mamá que desaparece para ella y la azota directo en la inseguridad o compañeros de escuela que se divierten a sus expensas y amigos que la traicionan cuando apenas comienza a conocer de lealtad. Y la mujer, Tamara Vallarta alternando con Paulina Treviño. La que sabe lo que viene, la narradora omnipresente que regresa a la niñez para acompañar a esa ella del pasado, parada en realidad ya en suelo más sólido.
La historia de Lupita no es una tragedia desproporcionada, es solo una historia de vida como muchas, a momentos agria, pero en otros muchos sentidos privilegiada. De hecho, gran parte de su encanto es su factor universal, y que a pesar de las vicisitudes termina por ser una feel good con una protagonista que teniendo un camino repleto de obstáculos, a veces inmensos para una niña, jamás pierde el brío, la valentía, la ligereza de personalidad, ni la inteligencia que la saca una y otra vez de sentirse encerrada en su propio cuerpo, como una jaula de infancia demasiado apretada como para permitirle desarrollarse a sus anchas sin sentirse atrapada y poco independiente.
De ahí que El Cuerpo En Que Nací resuene tan familiar. Todos hemos sido Lupita. Arrastrándonos entre ojos abusivos para pasar desapercibidos, temerosos de ser los últimos en probar un beso cuando ya todo mundo tiene la experiencia, cansados de la abuela conservadora, lastimados por nuestros papás por circunstancia no flagelo, bailando con nuestra tribu al ritmo de nuestra banda favorita, descubriendo que crecer duele y un chingo, y que llegar a ser el uno mismo que queremos ser es un trago agridulce con una recompensa que no podría llegar más pronto.
Benjamín Cann hace algo muy hermoso al rodear a sus dos narradoras de zapatos de todos tipos, tirados en el suelo como grava en representación de todas aquellas identidades que nos calzamos cuando todavía no sabemos cuáles son los zapatos en los que la persona que seremos se sentirá cómoda. Lupita se queda con unos Converse, claro. Parada en una silla gigante en medio del escenario, porque en ese momento todo es demasiado grande para cualquiera, ella termina por erguirse con los más simples pero cargados de personalidad de todos los tennis para proclamarse lista para ser ella. El Cuerpo En Que Nací te deja ir con esa sonrisa.
El texto es ligero y podría beneficiarse de un pequeño tijereteo, pero la columna vertebral de la obra son sus actrices. María Perroni, que no es la primera vez que se para en un escenario, pero sí la primera que se adueña del centro de una historia es increíble desde su primer diálogo. El tipo de adolescente que simplemente sabes que Guadalupe Nettel también fue. Entrañable a morir, simpática y entera, María camina sobre ese piso de madera como si llevara caminándolo una vida (que de algún modo, sí), con la seguridad que a la misma Lupita le tomó mucho más años construir, pero la capacidad para evocar tantos recuerdos. Ríes con ella, te impactas con ella, lloras con ella y creces gracias a ella.
A su lado, Tamara Vallarta (que nos tocó ver en el papel adulto) está perfectamente nivelada. Es una actriz que sabemos de cierto que tiene vena para la comedia, pero aquí utiliza esa gracia para simplemente ser natural porque Guadalupe no necesita más. Es una Pepe Grillo con mucho mayor inteligencia emocional y enfoque. Se postra en el hombro de Lupita joven para sostenerla, recordarle a ella y a nosotros que todo va a estar bien, que al final del camino hay una mujer increíble que lo ha pasado todo y se ha llevado solo lo necesario. Tamara es esa mujer que cualquiera se quiere topar en el espejo al final del camino, y su química con María no podría ser más burbujeante.
Después de El Autor, El Cuerpo En Que Nací es un sorpresivo vuelco hacia lo esperanzador e inspirador por parte de Benjamín Cann. El director pasa por las etapas crueles en la vida de Lupita con el peso necesario sin arremeter y meter el dedo en la llaga, que sabemos que hace dependiendo del mood; pero más que regodearse en el drama, deja que la historia fluya hacia todo tipo de rincones que transitan una gama grande de emociones y nos permiten conocer a su narradora como una mujer formada. Un cuerpo completo con aristas.
El coming of age es un género frenético. Uno que requiere de puntualidad para no caer en extremos que le hagan perder el factor espejo. El Cuerpo En Que Nací está en su punto. Un gozo de obra que abraza y suelta como una mesedora en un universo donde las letras salvan y The Cure suena a todo volumen. Una oda a los trilobites como Lupita, como yo, allá afuera, que en algún punto de nuestro trayecto por la vida nos damos cuenta que ese caparazón que nos protegió y pesó se fue resbalando de nuestro cuerpo y ni cuenta nos dimos, y que aprendimos a caminar sin escudo pero con las antenitas bien paradas porque ya sabemos que, por encima de nosotros, el mundo es mágico y aterrador al mismo tiempo.
El Cuerpo En Que Nací se presenta viernes, sábados y domingos en el Foro Shakespeare.