Un hombre de campo, cristiano y de padres ausentes, se muda a la ciudad donde descubre que la prostitución y la pornografía son mejor negocio que un trabajo de oficina, y a pesar de cargar con culpas decide convertirse en Titanio Tecol, y sacarle partido al gran miembro con el que nació y al sexo gay que no puede evitar disfrutar pese a su crianza.
Hay una historia que pudiera ser directa y llamativa al centro de Titanio Tecol, pero Gonzalo Villanueva Irañeta (dramaturgo y director) se enreda en redundancias y caos narrativo de modo que el relato de este actor porno y prostituto batallando contra un pasado y una religión que le pesa sobre los hombros, queda diluida en una conversación entre actor, personaje, avatar y escritor que suma poco al monólogo y lo carga de innecesaria confrontación entre voces, saliendo por la tangente de un personaje que en realidad tendría mucho más que decir y batallar sin necesidad de artilugios.
Mariano Aguirre, actor, se presenta primero como eso, el actor del monólogo, quien a su vez explica que «el autor» lo ha nombrado «Pepe» para poder contar esta historia. Y recalca que a momentos durante el unipersonal será Pepe y en otros casos el actor, y que el público reconocerá quién es quién de manera inmediata. Él no está del todo de acuerdo con lo que se ha escrito para Pepe, y hace breves acotaciones para quejarse de su dramaturgo. Pepe, personaje ficticio creado por «el autor» tiene a su vez un alter ego, Titanio Tecol, su persona pornográfica que aparece más adelante en el relato, cuyos motivos y formas son otros distintos a los de el actor y los de Pepe, y tampoco terminan de agradar del todo en lo que «el autor» está tratando de decir a través de él.
¿Ofuscable? Ciertamente. Gonzalo Villanueva no sólo retaca a su protagonista de alter egos que interrumpen el relato principal sin realmente sumar mucho a la historia, pero tampoco termina por decidirse en qué mito griego quiere que su narrador sea inspirado. Puede ser Príapo, hijo de Afrodita y Dionisio maldito con un pene descomunal, o tal vez Narciso, enamorado de su propio reflejo hasta el punto de ahogarse en agua buscándolo. La falta de certeza resulta un camino truculento que caminar.
Más allá de metáforas y confrontaciones esquizofrénicas entre alter egos y avatares, la historia va de lo siguiente. Pepe es un hombre de campo de Jalisco. En ausencia física y emocional de sus padres, vive con sus abuelos en una casa rodeada por viudas negras que terminan por cobrar la vida de su abuelo de manera grotesca. En la religión encuentra su lugar y su consuelo, hasta el momento en que decide salir del clóset y el párroco de su iglesia le da la espalda, impidiéndole regresar a su congregación.
Dolido y buscándole otro sentido a la vida se muda a CDMX donde descubre que su abuela ya no está dispuesta a tomarlo de vuelta, no por otra cosa, pero porque no quiere que viva sus mejores años cuidando de ella antes de verla morir. Luego de abrir Grindr y entender que es un éxito entre los que son capaces de costear lo que él tiene para ofrecer bajo el pantalón, decide utilizar el sexo como modus vivendi. No por necesidad, como repite constantemente, pero por placer y amor al dinero fácil, quizá.
El sexo en redes lo lleva eventualmente a grabarse para la cámara y cambiar de formato lo que él sabe que le funciona, pero tiene un conflicto con lo que «el autor» ha decidido por él, extraña su congregación, su religión y a su abuela, y el porno no pareciera ser lo que da sentido a su vida como en algún momento pensó que sería.
Pepe y Titanio Tecol son personajes interesantes pero desaprovechados. ¿Qué sería de un hombre cien por ciento devoto y de crianza tiernamente conservadora de convertirse en el pene más deseado por los hombres de México? Ahí hay definitivamente una historia. Una de culpa y añoranza que el texto de Gonzalo Villanueva no termina por escarbar ni remotamente lo suficiente. Se sale hacia temáticas secundarias (sus tatuajes, por ejemplo) y discursos que no terminan de cimentar a Pepe como una persona con bagaje emocional.
Pepe y Titanio disfrutan del sexo, de sus propios cuerpos, de lo que pueden meterse frente a una webcam y jamás parecieran tener problema con aceptarse edonistas. De modo que al final, cuando el actor explota contra su autor y prácticamente desnudo sobre el escenario se abraza a sí mismo lastimado por sus propias decisiones y un pasado que no lo ha dejado completamente libre, todo parece salir un poco de la nada. La emoción no se ha trabajado, no ha recorrido ningún tipo de arco, sólo hace aparición cuando es necesaria una catársis que de por terminada la obra. Y bajo esos términos es imposible no sentirla truculenta.
Mariano Aguirre, que con Titanio Tecol está haciendo su segunda obra luego de Torch Song, aún tiene camino que recorrer para poder acceder a emociones reales que no vengan del lugar común falseado, el grito fácil o el gesto obvio, pero no se puede negar que aún cuando su actoralidad no está al cien lo deja todo en el escenario. Se desvive por entregarnos un monólogo con energía y matices, y no puedo sino aplaudir la valentía de tomar un unipersonal de texto largo y rebuscado como su segunda probadita en el teatro, cosa que actores más prolíficos que él temerían aceptar, si tan sólo por el requerimiento de memoria, y la absoluta desnudez metafórica y literal con la que se vulnera en un espacio intimísimo como el Espacio Urgente del Shakespeare.
Titanio Tecol tiene mi atención, quiero saber de él y de su historia. Quiero conocer lo que le duele, le arde, le prende y lo tumba. Él, como alter ego, como personaje, como prostituto me tiene ganado desde el poster. Pero Titanio Tecol, la obra, me bloquea el acceso al corazón del relato. Como venas tapadas. La narraturgia obstruye el camino, se sabotea y pierde foco, quizá en una necesidad de buscar un formato que se sienta novedoso, sin darse cuenta que no lo necesita. Hay mucho verdor en ese escenario, por parte de muchos de los involucrados, y el espacio de maduración es claro. Titanio Tecol quiere ser un Atlas, pero tristemente, como Narciso, acaba ahogado en el amor a su propia imagen.
Titanio Tecol se presenta los sábados a las 8:30pm en el Espacio Urgente II del Foro Shakespeare.