Un monólogo musical tan acrobático como surreal en el que Hugo Arrevillaga juega con la descomunal capacidad de su actor para hacer todo tipo de malabares apantallantes y la música enormemente narrativa de Cuarteto de Nos para regalar una historia que nos recuerda que el Zombi no necesita de una mordida para estar muerto en vida, pero de una realidad aburrida y sofocante dominada por el miedo a salir de la costumbre y el hábito de ahogar las dolencias para no tener que resolverlas.
Zombi es un circo para los ojos. Un shot de adrenalina a cargo de las mil y un acrobacias y bailes de Óscar Serrano Ramírez, que a pesar de estar acompañadas por una historia delgadita y una metáfora débil, hacen de este monólogo uno capaz de dislocar mandíbulas en sorpresa, y divertir enérgicamente.
Roberto es plomero por herencia de su papá, de su abuelo, probablemente de su tatarabuela. Un oficio que ha permanecido por generaciones en su familia que a él no lo llena nadita, pero lo cuestiona poco y hace aún menos por romper la cadena y salir en busca de lo que lo apasiona. Desde joven a él le han dicho Zombi, en parte burla por su manera paupérrima de vestir, y por otro lado como una forma de asumirlo insignificante y roto. Pero él carga el apodo con orgullo e iza la bandera zombie como estandarte de su personalidad.
De modo que cuando descubre que para un evento de Día de Muertos están audicionando actores para volverlos zombies, Zombi siente el llamado divino y se asume inmediatamente ganador y dueño de ese rol. Pero la vida tiene planes distintos para él. De entrada, una mordida de perro que se le va infectando al punto que su brazo putrefacto comienza a tener conversaciones zombies con él, y por otro, un trabajito de plomería que lo lleva a una casa que lleva un año inundada con las coladeras tapadas, en la que la familia vive en muebles flotantes, gritándose los unos a los otros en desesperación.
El monólogo salta cronológicamente entre los momentos cercanos a la audición que podría cambiar la vida de Roberto, y los instantes en días pasados que, de algún modo, ya lo han hecho. Y Zombi va cantando a manera de rocola, canciones de Cuarteto de Nos adecuadas para la lenta pero segura zombificación de nuestro plomero, mientras los números son acompañados por coreografías repletas de acrobacia, malabarismo, break y franca explosividad que Óscar Serrano entrega hasta sudar la última gota de su cuerpo en un absoluto despliegue de estamina y dominio corporal, que no puede sino ser apantallante.
Óscar Serrano hace funcionar este espectáculo de principio a fin. Carga sobre sus hombros el ritmo y la espontaneidad del unipersonal que, de otro modo, resultaría muy básico para funcionar como una historia envolvente. Toma uno tras otro prop del circular escenario que se monta en el Foro la Gruta para hacer, literal, circo, maroma y teatro, y es imposible no aplaudir su capacidad para seguir cantando y narrando sin perder el aire o la fuerza, aún cuando la coreografía pide de él que vuele por los aires y se pare de cabeza. Óscar es imparable, y a diferencia de un zombie, avispado al punto que es capaz de revitalizar hasta el más muerto en la sala; pero como zombie, hambriento y salvaje con un personaje que devora como carne viva.
Más allá del obvio entretenimiento que Óscar regala en sus momentos más circenses, en lo diálogado, narrado e histriónico, jamás deja de mostrar un manejo corporal impecable. Es plomero pero es zombie, y cada escena en la que dialoga con su propio brazo, crea meramente con codo y mano un segundo personaje para ese escenario. Un actor al que es imposible quitarle la vista de encima, que encuentra en Zombi momentos graciosos y conmovedores muy necesarios en medio de una puesta estridente.
Hugo Arrevillaga, sin embargo, como dramaturgo y director, no entra a la obra con el mismo ímpetu que su actor, pero permance en un lugar seguro. Con su texto relata una fábula con ciertos momentos surreales que te llevan a imaginarios al estilo Coraline de Neil Gaiman, pero no terminan de embonar por todos lados. Roberto quiere ser un zombie, pero gran parte de la obra lo pintan como un actor frustrado, cosa que no es finalmente lo que Zombi nos ha planteado desde el principio. Y a pesar de que la casa inundada finalmente llega a una mágica resolución, el final feliz de la familia conecta poco con la historia personal de Roberto y no termina por convertirse en metáfora de nada.
Los momentos más espectaculares del trazo escénico no tienen justificación alguna. El monólogo está lleno de razzle dazzle, mucho brillo y novedad para que olvidemos que al fondo de la trama hay huecos y oportunidades perdidas. Y dado que Zombi es un casi muerto apagado, patético y derrotado, si somos honestos, no tiene el mayor sentido que el personaje esté dando saltos mortales por el escenario. Y los momentos malabaristas se sienten como agregados al azar meramente porque Óscar Serrano es capaz de sostenerlos, sin ningún otro tipo de fin, al menos no narrativo.
Como todo buen musical de rocola, Zombi sufre del síndrome de la canción forzada. Es cierto que la música de Cuarteto de Nos tiene el ritmo perfecto para hacer estallar a Roberto y letras coloquiales pero llenas de historia que tienen cabida en un relato como éste, pero también es verdad que la mayoría de ellas entran con calzador y no avanzan la trama de ninguna manera, sólo la accesorizan y permiten momentos de show.
De modo que Zombi termina por flotar en medio de lo increíble y lo innecesario. No deja de ser un trabajo valioso, y definitivamente uno que divierte infinitamente. Óscar Serrano Ramírez crea magia y eso hay que verlo, y hay que verlo sentados en primera fila; pero viniendo del escritor que nos regaló Clausa Del Amor no deja de sentirse como un trabajo de dramaturgia a medias, meramente hecho para que Hugo Arrevillaga pudiera pasársela bien escuchando canciones que le gustan y exprimiendo hasta la última gota de lo que ya sabía que su actor era capaz de hacer.
Ahí donde Georga A. Romero nos presentó muertos vivientes, Arrevillaga toma más el camino de Mary Shelley y crea un Frankenstein, armado con elementos de aquí y allá que no hacen siempre sentido juntos, que camina, habla y da piruetas, pero al final se torna en contra de su creador pidiendo ser algo más que sólo partes usadas, para poder entonces realmente gritar, ¡está vivo!
Zombi se presenta los lunes y martes a las 20:00pm en Foro la Gruta del Helénico.