Lo que sucede en el escenario de Desde Cero es magia pura. Es creación, complicidad, risas, música, sorpresa, es un musical, que al ser enteramente distinto e improvisado cada función tiene una cualidad como de tabiques de Lego que no es repetible en otro formato de teatro musical allá afuera y puede construirse hacia donde sea. Es un juego y la pieza final va a ser única y exclusiva del público que los vea en una función particular, y en ese sentido, es una que se puede atesorar como propia, única y hasta coleccionable.
A pesar de lo que se vio en la función de estreno, hablar de Desde Cero en realidad es entender que no hay nada que se pueda escribir de esta obra que no sea específico de la función de la semana porque todo excepto el concepto es irrepetible. Nunca habrá nada que se publique o diga de Desde Cero que pueda mantenerse por más de ese efímero momento que compañía y espectadores compartan por un sólo miércoles de sus vidas. Da FOMO, por un lado, y por otro toma el atributo más magnífico del teatro y lo lleva al extremo en un género que suele ser mucho más repetible: su cualidad viva e instantánea que como agua en una mano se esfuma para convertirse en recuerdo en el momento que termina.
Dirigido por Angélica Rogel, que en este caso es más coach y mediadora de un enorme elenco conformado por 17 alternantes (sólo siete dan función), Desde Cero es un musical que se improvisa cada función desde el opening y hasta el cierre, sin ni un sólo elemento que no sea fabricado en el momento por los actores, músicos y creativos a partir de ciertas peticiones del público.
Luego de una intro, que es la única de todo el musical que permanece estable para todas las funciones, en la que se explica el concepto del ejercicio de improvisación, Angélica Rogel entra al escenario para elegir de una serie de títulos que el público tuvo tres llamadas para escribir en un pizarrón, cuál será el musical que esa noche se interpretará. En el estreno, la compañía interpretó «Emilio se da la vuelta cada que me ve, el musical» (o algo en esa índole). De la misma manera, Angélica escoge de otro pizarrón, también intervenido por la audiencia, el género musical que dará el banderazo de salida con el opening del reto.
Una vez seleccionados título y género, los siete actores tienen un minuto para ponerse mínimamente de acuerdo en lo que va a suceder a continuación, y cuando menos nos damos cuenta, los músicos están tocando los primeros acordes, el elenco comienza a cantar y contar la historia, y desde ese momento en adelante no paran de improvisar hasta que el musical seleccionado para la función ha logrado aterrizar sano y salvo en una lógico cierre (con suerte).
Por si eso fuera poco, Angélica Rogel hace una segunda aparición a la mitad de la función para complicar un poco las cosas en lo que, en cualquier otra obra, sería el intermedio. Y en ese momento pide al público que propongan un momento a suceder sí o sí, elige un nuevo género para otra de las canciones, y recibe propuestas de qué musical de los que sí existen allá afuera se va a homenajear antes de que termine la impro. En el estreno se escogió Chicago, y el elenco respondió con una versión fantasmal de The Cell Block Tango que tuvo a gente parándose de sus asientos para aplaudir. Una belleza.
Entre actores que muchos reconocemos del teatro musical, y otros varios que vienen del mundo de la improvisación (las Improluchas, por ejemplo) lo que es magnífico de Desde Cero es la absoluta comprensión por parte de todos los involucrados de la estructura de un musical, narrativa, visual y líricamente hablando, de modo que nadie se para en ese escenario meramente a jugar al sketch y las risitas fáciles, no, esa gente está comprometida con crear una obra que si bien jamás va a tener el cuerpo de un musical tallereado por años, sí arma un esqueleto bastante completo con todos los pilares básicos de una obra del género de manera admirable. Y en el proceso, claro, las risas no paran.
Cositas como reprises, armonías, rolling gags, planos vocales, coreografías, melodías, arcos dramáticos con motivación, conflicto y urgencia para el protagonista y los roles secundarios, y hasta una iluminación por parte de la también stage manager, Kaori Hayakawa, y una mezcla de audio de Carlos «Rojo» Armenta que van cachando -y por tanto improvisando a su modo- para poder dar vida a la escena también desde lo estético y técnico, todo se va armando en segundos por un grupo de inmensos talentos que no pueden sino ecualizar sus cinco sentidos de manera colectiva para construir y no pisarse el uno al otro, dentro de un experimento que en manos de gente tantito menos avispada sería un choque de trenes.
La sensación del público es la de caer al vacío sin estar seguro de traer un paracaídas puesto. Vertiginosa y emocionante. Es imposible no sentirse nervioso por el equipo en escena, pero son esos nervios los que nos llevan a estallar en frenesí cuando el chiste cae en su lugar, el pedazo de rompecabezas que termina de armar la historia es encontrado, la canción suena espectacular y el actor encuentra momentum para meter una estocada que se siente como que acaban de sacar Excalibur de la piedra que no a cualquiera le permite liberarla.
Desde Cero tiene quarterbacks como en un partido de los que los musicaleros sabemos poco, y otros varios jugadores en posiciones diversas y estratégicas para alcanzar la meta, eso es claro y necesario, porque por esos instantes son atleltas de alto rendimiento. Gente como Daniel García, que hace de la impro su arma más filosa, no va a dejar caer a nadie y llega listo con los remates para que los chistes no queden colgando en el aire; mientras un Jerry Velázquez del lado musical, cómodo en la comedia que lleva años trabajando, se avienta númerazos musicales con belteos que no vienen a pedirle nada a las Defying Gravity del mundo y son deliciosos de escuchar.
Pero luego están las sorpresas. Los que toman la pelota y meten canasta tras canasta (¿así se dice?) y se vuelven aún más excitantes por su valor inesperado. En la función de estreno, Denisha formó a una abuelita divertida hasta la médula, pero además con un solo que, sin un problema, podría haberle pedido prestado a la Abuela Claudia de In The Heights: «Jaime Emilio». De métrica perfecta, significado y alma, que simple y sencillamente es increíble que se le haya ocurrido en el momento.
Con una escenografía armada de piezas recicladas, sencilla pero funcional por parte de Daniela García Momento, con varias partes movibles que el elenco puede usar a su favor, y un rack de utilería que inspira y rescata a los actores, es de aplaudir enormemente el trabajo creativo de Desde Cero que es tan perpicaz como cualquier otra cosa que vemos cobrar vida en escena. Los músicos, dirigidos por Haller Miguel no son en absoluto la excepción. Una orquesta a la vista sin nada previamente ensayado a los que no sólo se les pide tener conocimiento de géneros musicales bastos, pero también, por qué no, llevar en la cabeza lo que otros autores del teatro musical han hecho para poder hacerles homenaje si a Angélica Rogel le parece que es justo y necesario que lo hagan. En el estreno fue Kander, pero en un futuro ¿quién? Bernstein, Berlin, Gershwin, Schwartz, Sondheim. Las posibilidades son casi infinitas.
Repito, qué difícil escribir de Desde Cero sabiendo que lo que se vio apenas ya no va a existir nuevamente, y que todo lo que estoy elogiando pertenece a una función específica. Pero más allá de lo que es sin duda efímero, hay cosas que Desde Cero ya probó que tiene bajo control y sabe cómo usar a su favor. Su gente, primero que nada, su concepto, que sí, toma un poco de otros como Freestyle Love Supreme que ya habían mezclado música y comedia, pero lo hace propiop y a su modo, y un esquema que les va a permitir jugar función con función sin agotarse, repetirse o desbancarse.
Dan ganas de estar presente cada miércoles de lo que, esperemos, sea una temporada muy, muy larga para no perderse un sólo instante de lo que esta increíble compañía se inventará y le pertenecerá a unos cuántos suertudos. A esos suertudos les decimos, atesórenlo, y al resto, vayan haciéndose a la idea de que a Desde Cero van a querer regresar como a ese restaurante favorito, lugar seguro que no falla, una y otra vez, porque una cosa es clara, el riesgo es adictivo.