Probablemente la comedia más negra de Martin McDonagh, El Cojo De Inishmaan convierte el oscio en crueldad en la campiña donde el aburrimiento es peligroso, y Fernando Bonilla la dirige transportándonos a una Irlanda en los 30’s que cobra vida a través de coloridos personajes recios como entrañables, y un elenco de increíbles actores que interpretan con arrojo a cada uno.
Tener una texto de Martin McDonagh en la cartelera mexicana siempre será algo que celebrar. Y en años recientes parece que no nos ha faltado su presencia en nuestros teatros. Con varias temporadas de The Pillowman, y recientemente La Reina de Belleza de Leenan, ahora El Cojo De Inishmaan complementa esta serie de obras que escarban en lo peorcito del ser humano con humor y cierto tinte de cinismo mágico que hacen de estas obras verdaderas joyas que no hay que dar por sentado.
En Inishmaan, pueblo rural de Irlanda donde no hay nada mejor que hacer excepto ver vacas (y tirarles piedras, quizás), los habitantes del lugar reciben la noticia de que el afamado director Robert Flaherty de Hollywood viene a la isla vecina a filmar su siguiente gran película y que ellos mismos podrían llegar a ser elegidos para un papel si encuentran la manera de audicionar a tiempo, cosa que causa revuelo entre la micro población, especialmente en Billy «el Cojo» (David Juan Olguín), un huérfano que se ha asumido como el monstruo lisiado de Inishmaan, y que ve en la posibilidad de salir huyendo al mundo del cine, una segunda oportunidad a la vida de desprecio y burla que ha vivido hasta ahora, sólo por haber nacido con una serie de discapacidades congénitas.
Lo cierto es que sí, la mayoría de los personajes a su alrededor, incluyendo a las tías que lo adoptaron luego de la polémica muerte de sus padres, se dedican a hacer crueles bromas a sus expensas, y a sobajarlo continuamente, pero nadie es especialmente vil. Es gente aburrida, desquehacerada, con demasiada historia entre todos, que viven del chisme ajeno y se alimentan de las pocas risas que puedan obtener en el día a costa de lo que les caiga sobre el regazo. Pero Billy sabe que nadie lo va a querer ayudar a llegar a la isla de al lado hasta que aparece una carta de su médico que podría cambiarlo todo para muchos de los habitantes.
Martin McDonagh, un londinense de padres irlandeses, que lleva una vida obsesionado con la percepción acorrientada de Irlanda, aprovecha todo tipo de los estereotipos más burdos del pueblo irlandés para crear un texto francamente incisivo que provoca risa tras risa desde los lugares más incorrectos. El cliché del irlandés borracho llevado al extremo, ignorante, poco estudiado, auto-menospreciable, racista, agresivo, violento, tonto y católico irredento lo vuelve arquetipo con el que moldea como con plastilina a todos sus personajes, más llenos de defectos que de dientes, listos para meter estocada tras estocada de grosería ante cualquier provocación, a través de diálogos con los que es imposible aguantarse la carcajada.
En el pueblo brillan como fuegos prendidos dentro de botes de basura personajes como Johnny Pateenike (Sergio Zurita), el gran metiche de Inishmaan que ha decidido que es su papel divulgar las noticias del lugar que son en toda medida chismes amarillistas; BabbyBobby (Aldo Escalante), un joven viudo que con demasiada facilidad levanta piedras y tubos para romperle la cabeza a otros; Bartley McCormick (Demetrio Bonilla), un bobo con poca capacidad de entendimiento de lengua suelta y su hermana Hellen (Meraqui Pradis) un demonio de tazmania de adolescente rabiosa cuyas frustraciones desahoga violentando gente, insultando a todos y aventando huevos por doquier; Mammy O’Dougal (Tina French), una anciana alcohólica que nomás no se muere, y las tías de Billy, Eileen (Sofía Álvarez), la fría y resguardada y Kate (Gabriela Murray), la que habla con las piedras.
Inishmaan es una locura de universo ficcional que Bonilla, ayudado por Jerildy Bosch en el vestuario y Maricela Estrada en el maquillaje, lleva a un lugar de cuentito. Personajes que parecieran haber huido de una película de Tim Burton, de un libro de Roald Dahl con las personalidades filosas de los textos de McDonagh. Y ahí donde muchos directores viran hacia el naturalismo, dada la infamia de las historias, Fernando Bonilla deja a su elenco explorar en lo desquiciado para jugar a esa ficción de novela gráfica. Y triunfa. Los chistes caen en su lugar, y actores como Zurita, Demetrio Bonilla y Meraqui Pradis entran como rocas cayendo en avalancha a hacer polvo sus escenas y no dejar nada a su paso. Son poco sutiles, irredimibles, imperdonables y brillantes.
Hay una línea delgada entre aquello que es gracioso si bien inapropiado, y lo que termina por colocarse en ofensa, y El Cojo De Inishmaan atraviesa airoso ese campo minado. Habla de sacerdotes dedeando niños, de hijos queriendo asesinar a sus padres, y de negros como una raza inferior con absoluto desparpajo y escupitajo, siempre protegida en la crítica de una Irlanda pobre y rudimentaria en los 30 cuyos habitantes no pueden ser hechos responsables de ser unas bestias porque el mundo los ha abandonado tanto, ahí lejos de todo, que ellos son los primeros en repetir una y otra vez como credo: «Irlanda no debe ser tan mala si hasta los tiburones quieren venir aquí», como si necesitaran convencerse de que no viven en el purgatorio lleno de latas de chícharos en el que están atrapadísimos.
El Cojo de Inishmaan no es una fábula con moraleja, ni el cuento feliz de un poblado oscuro pero de gran corazón. Si hay buenos corazones regados aquí y allá, pero la obra es una maqueta de ese aburrimiento pueblerino que se cura con el placebo, la idea, de lo extraordinario y se combate con provocaciones cuya mision es que finalmente pase algo. McDonagh regala un texto negro en su acidez e inteligente en sus palabras, que Fernando Bonilla toma para realmente moldear un pequeño mundito de reglas propias muy claras y poco complicadas, visiblemente un globo de nieve cercado por una cúpula de vidrio que nos permite ver adentro, donde además, una nueva generación de apellidos de legado teatreros como Demetrio Bonilla y David Juan Olguín Almela se paran al centro para tomar su lugar y la batuta que les corresponde.
El Cojo De Inishmaan se presenta jueves, viernes y sábados en el Teatro Rafael Solana.