¡Woof! Una comedia negra que cuando menos te lo esperas ya te puso a recapacitar sobre tu vida entera y todas las decisiones que has tomado en la vida adulta, con personajes que no sólo ladran y actores que sí muerden, Los Perros lleva la crisis de los 40 a un lugar donde cualquiera se puede sentir penosamente representado.
Los Perros es un gruñido silencioso. Ése que no se ha transformado en ladrido, ni mucho menos mordida, pero que tampoco es un aleteo de cola en señal de paz. Y que sí, cuando menos te lo esperas, ya está pelando los dientes. La cosa con esta obra del argentino Nelson Valente es que nunca ves venir qué tanto te va agarrar del cuello de la camisa para preguntarte, ¿y tú qué? ¿Y tú pa’ cuándo?
Rodrigo ha invitado a sus papás mayores a festejar el cumpleaños 40 de su novia, Laura. Como tantas reuniones familiares, para ellos y para nosotros, la velada no pasa de conversaciones triviales y anécdotas que se han escuchado hasta el cansancio, quizá sobre los perros con los que Rodrigo creció, quizá sobre el intestino de Emilio, su papá, y los cuidados médicos que requiere, pero nada trascendental. Nada que provoque, nada que entretenga tampoco. Y la única que parece notarlo es Laura.
Luego de la partida del pastel, Laura que ha estado sospechosamente callada, revienta y decide vomitar todo lo que trae en la cabeza. Provocada por un vagabundo que ese mismo día en la mañana le hizo un señalamiento sobre su vida vacía, Laura altera la química entera de la reunión cuestionando la necesidad de una vida robótica y sin chiste, sin emociones, sin impulsos, pláticas inertes que no llevan a nada, pretención de amabilidad y la apabullante mediocridad que se oculta en la zona de comfort. Rompe el status quo a patadas para descubrir que, en el fondo, no es la única en la familia que se ha resguardado en su propia monotonía haciéndose creer que ahí está bien y feliz. ¿Pero pueden los demás realmente animarse a salirse de la caja, o continuarán las conversaciones sobre perros?
Cristian Magaloni regresa a la silla de director con Los Perros y lo hace meramente puliendo a un elenco que ya de por sí brilla como diamante. Estamos hablando de gente como Paula Watson, Sofía Álvarez (que alterna con Paloma Woolrich), Ignacio Riva Palacio (que alterna con José Ramón Berganza) y Emilio Guerrero. Esta puesta no tiene mucho movimiento, ni se recarga en visuales teatrales. Una escenografía realista nos lleva a la cocina, sala y comedor de un departamento, que en realidad no requiere de mayor concepto, porque está en sus actores, y en lo que el autor quiere cuestionar sobre la percepción de nuestra propia realización la columna vertebral.
Nelson Valente pinta un panorama real, y hay toda una generación milenial que pudiera llegar a ponerse muy fácilmente el saco, la generación que sí, cierto, en muchos sentidos cuestiona el «ser contra el deber ser», pero que en otros muchos sigue aferrada a conceptos de vida adulta que se han arrastrado de generaciones atrás que siguen trabando como anclas la posibilidad de volar hacia otros parajes. ¿Qué si a los 40 ya no quiero dedicarme a lo que me dedico? sigue siendo una pregunta que muchos responderían alarmados. ¿Y es necesaria la alarma?
Generaciones más arriba, la falta de rebeldía resulta a veces más desesperante. Parejas que están juntas porque ya han pasado demasiados años como para separarse, a pesar de que apenas queda rastro de cariño entre ellos. Costumbres nacidas del machismo y la misoginia que gente mayor deja pasar justificada por «es lo que me enseñaron» y «a esta edad ya no va a cambiar». Familias enteras unidas únicamente por lazos de sangre que no tienen en realidad nada en común, nada que decirse, nada que complementarse, pero a las que la palabra familia les pesa muchísimo.
En Los Perros ambas generaciones son enfrentadas y el resultado en realidad es el mismo, como seres humanos, es la apatía la que nos mueve y no forzosamente la motivación. Y el que esta obra te lo deje caer como balde de agua fría hasta tu asiento es una realización que no puede sino incomodar y provocar quererte abrazar a ti mismo para regresar a posición fetal. Pero ríes con eso, y vaya que ríes, porque Los Perros no es un melodrama, por más que los personajes y actores estallen en escena, Los Perros es un espejo donde ansiosamente nos vemos para responder con risitas y miraditas al de al lado.
Y como la vida misma, se toma su tiempo en empezar a hervir la consciencia. Son varios… muchos los minutos en los que pareciera que no estamos viendo más que una conversación de lo más vanal en un cumpleaños familiar. Por un instante uno llega a dudar, ¿bueno, va a pasar algo? Pero Laura está disociada desde el inicio, una premonición de algo por venir que se siente como la alarma sísmica cuando aún no se empieza a mover el piso. Y para cuando las confesiones, fatigas, hartazgos y reclamos empiezan a salir, esa piñata se rompe de un batazo y el montaje arde en leña verde.
Y finalmente estamos en manos de Paula Watson, encargada de iniciar con el aquelarre, y en ella se puede confiar. Una actriz contenida a la que le pasa todo llena de matices brillantes que prende a la fogata con intensidad; pero el que le echa gasolina es Ignacio Riva Palacio. Y ahí es donde Magaloni mete mano para acotar, y a pesar de mantener a un personaje que ha perdido todos los estribos, nunca permite que se descarrile, nunca lo deja desvielarse. Y para cualquier cosa ahí está Sofía Álvarez con su característico desparpajo, cuyo entendimiento de todo lo que está pasando, todo lo que se está hablando, se traduce a cinismo. Y a perfecto comedy timing en cada entrega de sus ácidos zarpazos.
Los Perros no es una revolución y curiosamente tampoco idealista. Los Perros nos muestra una escena y asume el qué podría pasar si… pero finalmente entiende que las garras de la apatía son prácticamente adictivas. Cierra redondita y dolorosamente nihilista. Y ahí se encuentra su poder. No es una obra manifestante, es positivamente pesimista. Pero te deja pensando. Riendo y pensando. Inyecta un piquetito que puede prácticamente no sentirse para los más estóicos, o vacunar contra la mediocridad a los que ya traían el bicho del cambio y el renacer. Porque al final del día, ¿quién quiere pasar una vida sólo moviendo la cola y jadeando con la boca abierta como los perros?
Los Perros se presenta miércoles y jueves a las 8:30pm en Foro Shakespeare.