Un proyecto de danza, acrobacia y poesía que busca inspiración en Remedios Varo para sus lúdicos visuales pero se topa con que caracterizar a un elenco de los personajes que reconocemos en los cuadros de la pintora no es ni remotamente suficiente para llevar surrealismo a la escena, ni mucho menos para realmente hacer un Tejido De Los Sueños que nos transporte al mundo onirico de Varo con pinceladas bellas.
Hay tanto que no funciona en El Tejido De Los Sueños que quizá la pregunta principal es, ¿hay algo que sí? La dramaturga y directora, Ana Sofía Vázquez busca transportar el mundo onírico de Remedios Varo al escenario del Teatro Julio Castillo, pero se olvida de la esencia de la pintora, copiando únicamente lo que es obvio a la vista, de manera aburrida y muy, muy poco precisa, además, que convierte al espectáculo en un soporífero ballet.
El concepto, que en papel sonaba bello, era reunir disciplinas circenses, dancísticas, líricas incluso en un sólo performance que trajera a la vida los cuadros de Remedios Varo en una especie «Cirque du Soleil» de acto: cantantes soprano incluidas, maquillaje colorido, personajes asomándose por las esquinas a observar el espectáculo titular y clowns que salen cuando menos te lo esperas; pero la referencia le queda grande a El Tejido De Los Sueños por una absoluta falta de prevención y descuido en su narrativa.
Ana Sofía Vázquez no tuvo el cuidado de buscar al elenco adecuado, ni mucho menos las herramientas correctas. Sus escenas circenses parecen realizadas por personas que están apenas aprendiendo los distintos actos que buscan representar. Mal ayudados por trapecios que se mueven de manera impredecible y vestuarios que les impiden movimientos gentiles, los artistas se suben a telas, aros, escobas, tambaleándose, agarrados con uñas y dientes para no caerse, con la menor gracia y la menor búsqueda de apantallar o crear figuras vistosas.
Sin mucha idea de que cada acto de esta naturaleza carga en sí su propio arco narrativo para contar algo más allá del «mírenme cómo me subo ahí arriba», los artistas se dedican a repetir movimientos poco geniales una y otra vez sin mayor intención de transmitir nada que no carguen ya encima con su caracterización; tiesos y de movimientos forzados dan giros que muchas veces terminan en ellos ofreciéndole la espalda al público, sin ton ni son, sin poder detener o hacerse cargo de sus trapecios para no parecer papalotes atorados en un árbol.
La coreografía para los bailarines no es mejor ni más sorprendente. Una mezcla entre contempo y hasta break dance que no cuenta ni media historia, que no tiene un principio, un medio y un final, y que da preponderancia a un gato que se para contniuamente frente a nosotros a levantar la misma pierna en punta, y hacer el mismo giro y contorción de modo que, cuando finalmente llega el momento de su acto propio, ya todo lo que tiene que enseñar lo hemos visto hasta el hartazgo. Nadie en el elenco se salva de estar atrapado en un loop constante, y para mala suerte de muchos es muy notorio quién sí tiene entrenamiento en danza y quién está tratando de copiar los movimientos de los otros.
Uno de esos mismos bailarines es eventualmente usado como clown, caracterizado como la pintura de El Vagabundo, que rompe por completo con la atmósfera de manera estridente buscando la risa fácil en el público, lejos del trabajo fino y mucho más elegante de otros momentos de comedia en circos de mayor calidad.
Cuesta mucho trabajo entender qué hay de Remedios Varo en el Tejido De Los Sueños más allá de una caracterización que busca la réplica, un búho por ahí de «La creación de las aves», las mujeres uniformadas de «Bordando el manto terrestre», la cabeza volteada de un anciano con barba larga de «Mujer saliendo del psicoanalista», etc, caracterización que tampoco se salva de un trabajo de peluquería amateur y maquillaje de disfraz de Halloween muy poco honroso en un homenaje a una artista excepcional. Ahí donde Remedios Varo pintaba con pinceladas gentiles, la puesta está repleta de brochazos toscos y líneas tan, pero tan poco precisas.
Apoyados por proyecciones pardas que jamás intentan asimilar el trabajo de Remedios Varo o incluso la corriente del surrealismo, mucho más semejantes a fondos de pantalla dosmileros para computadora, y con una iluminación que no hace ni el intento por buscar la estética en el concepto, en los colores y fantasía que habitan en Remedios Varo y más bien permanece oscuro y simplón, los visuales del Tejido De Los Sueños son a menudo una decepción que desaprovecha el enorme espacio del Julio Castillo y las posibilidades que eso ofrece para simplemente salir por el camino fácil y menos trabajado.
El Tejido De Los Sueños promete un viaje por las noches estrelladas, bosques, ciudades, planetarios y hogares que forman el paisaje del surrealismo de Remedios Varo, pero entrega con pereza un acercamiento básico y soso al mundo de Varo que copia en la superficie sin jamás habitarlo por dentro. Un montaje descuidado de poca hermosura, demasiado largo para su propio bien (tiene dos actos), que funciona en foto, como un retrato de algo que pudo haber sido pero no fue, que apenas sigue el movimiento de una coreografía llana pierde toda la magia y gracia, para con torpeza recordarte que en potencia pudo haber sido de ensueño, pero ahí arriba se queda en festival de la primeravera del colegio.