Pertinente como pocas, Niños Polvo utiliza la fantasía y un mundo imaginario que el mismo Guillermo del Toro aprobaría para hablar con las infancias de los dolores de la guerra, la brutalidad y la pérdida. Una obra donde las cenizas de los caídos aún pueden convertirse en constelación, ahí con libros parlanchines y princesas de porcelana.
Niños Polvo es una obra valiente. Dirigida y escrita por Zaid Rolva hay pocas como ésta que se siente que le hablan a la humanidad que hoy en día está presenciando en tiempo real un genocidio. Más importante aún, que le hablan a los niños. A niños que del otro lado del mundo están siendo asesinados por los miles, perdiendo a sus familias, siendo mermados, sus historias quedando truncadas. Zaid crea una fantasía para tocar el único tema que hoy por hoy verdaderamente tendría que ser el más primordial, y hacerlo con inteligencia desde el relato. La sensación de cuento.
A sus siete años de edad Orión, como la constelación del cazador puesto en el firmamento por la misma Artemisa, está viviendo una cruel guerra que ya le arrebató a sus papás. El único que permanece a su lado es su hermano Samir de 12 años de edad. Cuando una bomba cae en donde se han refugiado y Orión sale herido, su hermano se encarga de darle acceso a un mundo fantástico al que entra a través del marco de un espejo.
Un mundo aquejado por cuervos que convierten a los niños en polvo al caer, y en donde Orión encuentra una misión. Ayudado por la princesa de porcelana, un recolector y un libro antropomórfico con verborrea, el niño se enfrenta a criaturas oscuras en un intento por reencontrarse con Samir antes de que el implacable tiempo se coma el último pétalo de la rosa blanca que ha dejado como reloj de arena con una cuenta regresiva inevitable.
Niños Polvo es oscura, pero no desde un lugar sin redención. Encuentra mucha de su inspiración en Guillermo del Toro. Desde los ojos puestos en las manos de las criaturas que aterrorizan a Orión y sus amigos en su odisea, hasta el uso de una frase sumamente similar a «Lo que ahí habita no es humano» popularizada por El Laberinto del Fauno. Cosa que hace sentido, tomando en cuenta que esa misma película lleva a su protagonista infantil a sumergirge en un mundo imaginario mientras una cruda guerra civil arrasa con su realidad. Bajo esos términos, Zaid Rolva está aliada a la referencia más correcta posible.
Con elementos de suma teatralidad que a momentos claro que ponen la piel chinita, Rolva consigue un relato épico desde este sitio antes visitado por Lewis Carroll o Michael Ende donde los niños se refugian en un universo alterno alucinante en muchos sentidos, pero peligroso en su propia capacidad de autodestrucción, metafórica del horror sumamente real de allá afuera, que pareciera poder ser batallada por un héroe profetizado y un arma mágica. En este cuentito, Orión.
Niños Polvo consigue balancear lo crudo e intenso de su tema central, sin necesidad de disfrazarlo del todo, pero sí otorgándole una cualidad de comprensión familiar, usando además personajes como el libro humanizado y parlanchín para llevar comedia a una historia que de otra manera se sumiría en lo tenebroso. Y arma personajes encantadores y aventureros para iluminar con esperanza un horror que de otra manera sería abrasante. Cosa que un adulto puede entender en su capacidad de digerir Niños Polvo como un granito de la devastación provocada por la guerra, y un niño puede asumir desde un lugar más lúdico que tampoco busca taparles los ojos a una realidad que les tocó vivir.
Repito, la palabra es valiente. Para cuando llega el final de la obra es fácil sentirte helado en tu butaca con el cuadro -tal vez los varios cuadros- que Niños Polvo deja asentado en el teatro, y eso no puedo sino aplaudirlo. Porque el teatro está ahí para ser reflejo de las realidades más duras incluso para las infancias. Es una herramienta, un arma y a veces una curación.
Visualmente, Niños Polvo pudiera limpiar un poco del caos escénico que la delimita, demasiado humo en las escenas que cubre muchísimo la visibilidad, una iluminación de pronto raquítica y complicada para la mirada, props complejos para los actores, efectos que se pudieran precisar un poco más. Sí, no es perfecta, el montaje tiene engranes que aceitar, pero todo eso acaba siendo tan secundario cuando hablamos de una obra que pone sobre la mesa un tema del que todos deberíamos estar hablando. Los padres con sus hijos especialmente. En vez de maquillarlo como un conflicto del otro lado del mundo que no nos pertenece, afecta y ha sido vendido en medios tradicionales además como una fabricación. Niños Polvo es importante hoy en día. Porque sí, allá afuera, hay cuervos convirtiendo a pequeños en ceniza.
Niños Polvo se presenta los domingos a la 1:00pm en Teatro Varsovia.