Un viaje de reencuentro con uno mismo a un lugar helado y recóndito se transforma en una tiernísima experiencia en Teatro la Capilla en Invierno, un monólogo con corazón, donde subirse por primera vez a un avión es razón de carcajadas, y las auroras boreales sanan el alma.
Cristian Lara (dramaturgo y actor) de la mano de su productor Michel de León, y su director Antón Araiza crea un viaje nostálgico, no hacia la fantasía, aunque a veces así se sintiera, pero sí a una tierra completamente ajena y desconocida para nosotros. Un territorio gélido de paraje escandinavo que se vuelve el cuadro donde pinta la historia de Daniel, un hombre en busca de dejar su pasado atrás, reencontrarse consigo mismo y tal vez, sólo tal vez, recordar qué era aquello que soñaba que haría cuando era más joven.
Sentado por primera vez en un avión, cosa que le está costando mucho trabajo, Daniel, después de haber sufrido un despegue como retortijón de panza y haber descubierto que para comer se baja una mesita mágica del respaldo de enfrente, saca su diario de la prepa para recordar exactamente a quién es que está dejando atrás. Después de leer un pasaje sobre la primera vez que conoció a la mujer que en ese entonces (y por mucho tiempo) sería el amor de su vida, decide dejar en manos de la bolsita de basura de la sobrecargo su diario, decidido a darse permiso de iniciar un nuevo comienzo.
Su vuelo de 12 horas lo va a llevar a un nuevo país, un nuevo continente y una nueva vida, donde lo espera su amigo de la infancia, Pepe, que le ha conseguido trabajo como pescador. Ahí pretende pasar los siguientes meses descubriendo qué es lo que va a seguir para él. En un pueblo sin sol, de noches que se hacen presentes a las tres de la tarde, sin español, sin Internet, con correo de ése de cartas de papel y de camas que se rompen si uno se avienta muy duro en ellas. Daniel está casi listo para decirle adiós a esa mujer del diario. A él mismo, al del diario. Y empezar de cero.
Lo que resulta bello de Invierno es la simpleza con la que Cristian Lara lo trabaja. No hay melodrama ni pesadumbre en la decisión de Daniel de huir y empezar de nuevo, sólo ganas de descubrirse nuevamente, no desde un lugar donde las cicatrices son demasiado visibles (aunque presuntamente incluso ocultan un duelo), pero desde el optimismo de saberse capaz de reinventarse, y la emoción de enfrentarse con una aventura que jamás antes se había permitido soñar. Al final del día Invierno es un unipersonal feel good, un ratito frente a una fogata en una cabañita en tierra boscosa.
Y es el mismo Lara como actor el que le da calorcito a su propio texto. En sus manos, Daniel es un hombre entrañable. Frágil y vulnerable al que dan ganas de abrazar y enseñarle cómo ponerse un cinturón de seguridad, pero al que uno puede admirar como una persona determinada y con la vista fijada adelante, no en el pasado como a tantos les suele pasar. Cristian Lara actúa todo el monólogo con una ligereza y simpatía que te tiene sonriendo como si te estuviera enseñando un álmbum de fotos de aquél viaje que hizo alguna vez con su mucho más frío amigo Pepe, con una taza de café en las manos.
Es Cristian Lara el que hace a Invierno funcionar, el que le otorga esa sensación de estar en presencia de un amigo. Un amigo que vivió unos meses extraordinarios en una tierra difícil de entender, pero fácil de imaginar. El acting son picos y valles, pero, visualmente, Invierno sí cae en la planicie. De tonos tristes, café y sepia, casi todo, luz, vestuario y un banquito de prop incluido, otorgan al monólogo una textura parda que no captura la nostalgia de la narración o el frío y marítimo ambiente escandinavo que sería un lujo poder ver cobrar vida en escena, aunque fuera con un poco de color y ambientación verdaderamente invernal.
La dirección de Araiza aunque perfectamente funcional, no se puede presumir de imaginativa, y un último cuadro que nos deja con Daniel observando a lo lejos las auroras boreales listo para volverse el viajero que siempre soñó ser, pudiera resultar raquítico nuevamente en su capacidad de transportarnos a ese fenómeno natural pero enormemente mágico que a Daniel le está cambiando la vida para siempre.
De ahí que el montaje deja todo en hombros de Cristian Lara y él no tiene problema en cargarlo como el Atlas, como dramaturgo y como actor. Tal vez porque es personal para él, tal vez porque es él el que entiende los viajes que te convierten en diferente persona, lo que es una realidad es que más allá de áreas de oportunidad que se convierten en pequeños vacíos, Invierno llena desde otros muchos lugares, y más importante aún, deja retacadito el corazón. Una obra que te hace sonreír desde el primer diálogo y que para el final te tiene reservando insitu un viaje a donde se requiera chamarra y el aire huela a pino… o así se sienta.
Invierno se presenta en Teatro La Capilla los lunes a las 8:00pm