Una gran maqueta de la incapacidad comunicativa del género másculino, Sí Wey, Todo Bien tristemente es perfectamente representativa de todo un género de la población que prefiere beber y trivializar antes que tocar temas de profundidad o emotividad que se puedan llegar a sentir como la pérdida de una capa de protección que acompaña el ser hombre cuya impasividad ante los eventos de la vida pareciera ser el único elemento permanente aún cuando alrededor todo parece estarse desmoronando.
Tres hombres y un sillón. Un heterosexual, un gay, un asexual de clóset. Tres ingresos bajos, si es que, y una renta que no para de subir. Muchas latas de cerveza. Mucha pizza. Mucha expectativa sobre encuentros sexuales. Traumas, dolores, historias de violencia, miedos y ansiedades encubiertas por fachadas que ante el otro son una eterna máscara de «Sí wey, todo bien». La obra escrita por sus mismos intérpretes, Diego Aviña, Bernardo Camarena y Alejandro León pareciera ser un anecdotario trivial, pero en el fondo busca esclarecer que entre hombres, pretender es amistad.
Epigmenio, José Rodolfo y Saúl son roomies. Sus trabajos no pasan de repartidor y atención a clientes en un call center, y este año les toca que suba la renta. Es posible que puedan convencer o seducir a la hija de la anciana moribunda dueña del edificio de mantener el mismo costo, pero esa mujer está desquiciada y tiene un perro que insiste en orinarles la alfombra, de modo que lo que resta es aprender a cortar gastos (bye pizza), dejar los juegos y el eterno beber para entumecer y tal vez, sólo tal vez, hacer sus diferencias a un lado y poner un puestito de tacos juntos que los saque de una vez por todas de pobres, en una ciudad que parece estar hecha para pisotear las alas de los que se atreven a querer volar alto.
Pero el plan los obliga a salir de su zona de comfort, a enfrentarse con temas que han decidido mejor barrer abajo del tapete antes que verbalizar, a reconocer que cada uno ha estado embotellando sentimientos que se han vuelto una olla express que ahora toman forma de rencor o evasión, a dejar de idealizar la fiesta como único método de convivencia entre tres hombres que si no están bebiendo o agrediendo entre bromas al otro no saben realmente cómo se ve una amistad, mucho menos mostrar preocupación o afecto, o ser reales donde un histórico entero le ha enseñado al hombre que mostrarse sin piezas de armadura es ser pusilánime.
El tema es uno tan real y tan universal, Sí Wey, Todo Bien es un almanaque de modos y comportamientos masculinos que los hombres hemos aprendido, aplicado en nosotros mismos, tal vez sanado eventualmente, enfrentado con nuestros amigos, y que las mujeres han soportado y señalado como nocivo y desesperante desde siempre, pero la dramaturgia no termina de enfocarse en su propia tésis, que es de lo más interesante, sino diambula en una búsqueda del reconocimiento chilango que pierde de vista el lugar donde el dedo pone presión en la llaga.
Diego Aviña, Bernardo Camarena y Alejandro León que como actores hacen una tercia genial, incluso mejores cuando interpretan personajes secundarios cómicos, no pueden evitar naufragar enfrentados al texto y la dirección de Sí Wey, Todo Bien. Un prólogo larguísimo que toma mucho en comenzar a tocar la trama que hace mover la historia; escenas y diálogos que recortados darían absoluto dinamismo a la puesta; una falta de claridad en la decisión de qué quieren contar, si es desde esa masculinidad tóxica en sus micro y macro banderas rojas (que pareciera serlo) o la compleja relación del mexicano con su propia ciudad, o el ser veinteañero y sin identidad profesional, ¿o qué?, y una mezcla de tonalidades que pasan de la comedia de situación a la farsa, hacen del montaje uno que no termina del todo de encontrar su personalidad.
Aviña, Camarena y León se recargan en su carisma para librar una obra que no deja de ser un diamante en bruto, pero uno aún lleno de tierrita, y hacen de la experiencia de Sí Wey, Todo Bien una perfectamente disfrutable. Su sola interacción es suficiente para encontrar la simpatía que te hace reír, sonreír y conmoverte durante la obra, pero es cuando las verdades se empiezan a revelar y los tres hombres se empiezan a vulnerabirizar que uno voltea la vista atrás para darse cuenta que todo este tiempo, Saúl, José Rodolfo y Epigmenio han sido en pequeños y grandes detalles perfectamente herméticos y de nula inteligencia emocional. Y que no están solos, pero los acompaña toda una población que tiene normalizado entre los hombres el silencio, la poca responsabilidad afectiva y la convivencia trivial.
Me da risa pensar que estas palabras las escribo mientras en una ventanita aledaña tengo abierta una conversación con un amigo que después de un intenso presionar para entender el desapego emocional con el que enfrenta su relación con otras personas, ha confesado que la plática lo está obligando a tocar temas con los que no se siente cómodo ni sabe cómo enfrentar, y que ha concluido que yo soy una persona que requiere de muchos cuidados y no sabe cómo sentirse al respecto. Me pongo personal porque no podría ser más atinado. Porque hasta en las conversaciones de un martes en la noche uno encuentra a Sí Wey, Todo Bien perfectamente demostrativa de un modelo que existe y tenemos inyectado hasta la médula.
Lo que implica que la obra es sin duda un documento valioso. Un trabajo que aún puede moldearse para tomar la forma entera de su potencial, y que así, con su mismo elenco y su escenografía de un sillón, dos sillas y caja negra, y sin miedo a seguir derecho para el final, en lugar de dar vuelta en U para encontrar su epílogo Disney -que honestamente pareciera más un placebo que se agregó para evadir la realidad que curiosamente es en otros muchos instantes precisamente la que han estado tratando de retratar desde lo común- sería una viñeta clara, precisa y ¿por qué no?, divertida, de lo que es ser hombre, chilango o foráneo, veinteañero y clase media, media baja en un 2024 que pide a gritos a las generaciones post millennial dejar de repetir patrones que nos han llevado a ser discapacitados emocionales desde que el primer obtuso pronunció las palabras, «Pórtate como hombre».
Sí Wey, Todo Bien se presenta los lunes a las 8:30pm en Foro Shakespeare.