Las Crónicas Del Diablo nos introduce a un momento poco conocido de la historia de México con un complot nazi que se fraguaba desde la política y hasta el cine durante la Segunda Guerra Mundial, una escena de un pasado real a la que accedemos a partir de una ficción fársica del noir de los 40’s, que aunque llena de información interesante, se tambalea con un personaje protagonista cuya comedia no ha terminado de cuajar.
La llegada de una nueva comedia histórica planeada como serie para el teatro siempre será enormemente bien recibida, especialmente si viene de la pluma y dirección de Hugo Serrano que ya se probó anteriormente con Las Meninas, y que ahora tiene toda la intención de llevar su ingenio a una línea de tiempo más cercana a la actualidad, empezando con la década de los 40’s y los personajes que la definían.

Así, Las Crónicas del Diablo nos aterriza en la Segunda Guerra Mundial, en un México que pareciera haber estado distanciado del conflicto bélico, pero que en la realidad estuvo en definitiva involucrado con la propaganda nazi y la exportación de mercurio. El Diablo, un reportero de un periódico de cuarta llamado «El Pitazo» es el encargado de narrarnos los detalles de este momento histórico, al tiempo que atraviesa diferentes escenas donde él, como personaje de ficción, se topa con varias personas cuyos nombres conocemos bien como José Vasconcelos, el Indio Fernández, Hilda Krüger, Maximino Ávila Camacho y otros más.

La información recopilada de la época es interesantísima, un pasado mexicano que se recibe como una historia que se nos está contando por primera vez, porque aceptémoslo, los particulares del suceso han quedado enterrados en el tiempo, lo suficiente como para sorprender como nuevos. Hugo Serrano resume los puntos básicos desde el lugar más digerible, usando la comedia fársica como motor de lo que bien en realidad podría ser didáctico, y en varios puntos -si bien el discurso podría ser aún más enfático- liga pasado con presente para demostrar que aquellos nazis y aquel fascismo que pareciera extinto, en realidad es mucho más cercano a la actualidad de lo que nuestro valor nos da para admitir.

Las Crónicas Del Diablo brilla cuando se permite ser boba. Que no es todo el tiempo ni lo suficientemente frecuente como para mantener un ritmo de comedia que no se venga para abajo. Los mejores gags nacen de lo irreverente, las puntadas que nos sacan por completo de esta seriedad histórica para aportar instancias muy actuales que nos hacen conectar con lo contado. Chistes sobre Emilia Pérez, Spider-Man, Mario Bros encajan a la perfección a pesar de su temporalidad, pero otro mucho se mantiene en la cuerda floja donde la personalidad del montaje no es ni del todo absurda, ni del todo seria, ni del todo documental, y simplemente poco delineada.

Empezando por el mismo Diablo, cuya personalidad tomada del héroe noir, eternamente conflictivo, rebelde, enamoradizo, borracho lo vuelve perfecto para un misterio de época, pero para la comedia de Las Crónicas Del Diablo no termina de encontrar su lugar como alguien que nos enganche, enamore o -francamente- haga reír. Elías Toscano se aferra a una voz caricaturizada para sostener a su simil de Dick Tracy -que tal vez debería ser más Inspector Clouseau-, pero nunca encuentra el elemento que logre hacer del Diablo una figura esencial o realmente interesante. Su forma de ser durante sus interacciones a través de la cuarta pared no parecieran estar conectadas con el personaje dentro de las escenas, que apenas va probando qué es lo que lo hace único para atrapar nuestra atención. Y no lo ha encontrado del todo.

El mundo de personajes históricos en la obra también está desquebrajado entre los que están manejados desde la parodia y los que son meramente ofrecedores de información sin mayor intención de estilo. Los mejor logrados, Hilda Krüger que en manos de Pamela Cervantes es una femme fatale tan misteriosa como absurda, que se mete al público a la bolsa pretendiendo manejar una moto en un sinsentido divertidísimo; y el nazi de Diego Llamazares, todo un actor de carácter, que construye de manera muy redondita el papel para volverse la estrella del segundo acto con un arranque de ira inolvidable.

No le sucede lo mismo al José Vasconcelos de Jhovardy Vences, el Indio Fernández de Carlos Abraham Gongo o el Maximino Ávila Camacho de Rafael Blasquez cuyas interacciones con el Diablo resultan apagadas y serias, y se acaban volviendo genéricas en este mero solucionar para ofrecer datos históricos relevantes a la historia. El ensamble, aunque sumamente numeroso, tampoco pareciera estar usado en la creación de un universo completo, y sólo en un número de baile al final del primer acto realmente se les da un motivo para pertenecer al montaje.

El elemento escenográfico principal es una pantalla vertical que funciona como la hoja de un periódico, pero salta enormemente como algo fuera de lugar en un diseño que en realidad tampoco ha encontrado una cohesión; y el resto de los detalles creativos, especialmente iluminación y audio batallan con un caos que irrumpe constantemente el transitar de la narración con tropiezos grandes, y diseños poco intencionados que no parecieran ajustarse al espacio grande y complicado de un teatro como el Xola.

Entonces repito, una nueva serie histórica de comedia de Hugo Serrano siempre será recibida con gusto en el teatro, pero como todo nuevo producto que tiene la intención de permanecer e ir creciendo, aún tiene un largo camino por recorrer para encontrar qué la hace especial, divertida y pertinente. Las Crónicas Del Diablo es un buen concepto. La idea ya está ahí, empezando a florecer, tomando forma, agarrando un lugarcito en esta cartelera tan volátil, y que gusto que lo esté haciendo, pero en palabras del rey noir de los 40’s, el señor Humphrey Bogart, «The only thing you owe the public is a good performance«. Iremos viendo.
Las Crónicas Del Diablo se presenta los miércoles a las 8:30pm en el Teatro Xola.