REM se presenta como un sueño color neón, un unipersonal desgregado como los sueños suelen serlo, de hipnotizante narración y una trama que es Inception al mismo tiempo que Hotel Good Luck. Y se disfruta muchísimo.
El viaje de REM es uno que se siente como en una carretera de Mario Kart (ésa del arcoiris), rápida, llena de curvas inesperadas y repleta de colores al por mayor que van pintando el escenario y a nuestro actor en diversos tonos fosforescentes de azul, amarillo, rosa y anaranjado. Desde el principio es claro que lo que vas a vivir no va a tener frenos y es un trip del que vas a salir si no mareado, algo dislocado.
Eulogio Salvador, mejor conocido simplemente como Chava (Rafael Balderas -también director), está sentado en un sillón desde el principio de la obra, y aunque su motivación es la de ir a buscar a su ex novia a Tijuana, desde el momento en que por primera vez cierra los ojos frente a nosotros, nos introduce a un sueño que salta de escena en escena para traerle a la mente sus recuerdos -los buenos y los malos- miedos y obsesiones.
Como todo sueño, a momento las escenas se desarrollan rapidísimo, mientras otras se toman su tiempo, y también como sueño, hay momentos de confusión, donde los tiempos y los narradores se mezclan y hasta llegamos a escuchar la voz de la tan aludida ex novia que parece llamar a «Chava» desde un más allá, para sumirlo más en esta locura de viaje febril.
El monólogo está narrado en primera persona y como el anterior trabajo del dramaturgo Israel Sosa se siente absolutamente cinematográfico; pero a diferencia de su anterior Bare Knuckle, donde la puesta nos traía a la cabeza películas como Creed o la mexicana Fuera del Cielo, REM se vuela hacia la locura de directores como Michel Gondry o Nicolas Winding Refn y nos llena de visuales que parecieran haber salido de una Eternal Sunshine con los colores de Drive.
En su arte, además, es visualmente shockeante desde el primer momento. Un paisaje de luces futuristas que contrasta con el estilismo y vestuario de los 70 (muy a la Hotel Good Luck de Ricaño) y termina de detallarse con globos plateados que funcionan como espejos, un sillón azul de lo más retro y hasta un casco de motociclista estilo Speed Racer; todo se combina para darle a REM un look único y memorable que se quiere quedar en tus retinas aún cuando la puesta ya ha dado su último fade out.
Si has tenido un sueño del que no puedes escapar, una idea que se ha quedado atorada en tu inconsciente y sale a relucir cuando estás dormido, o una imagen clavada que no puedes sacar de tu sistema aún cuando insistes en contar borregos, esta es la obra cuyas escenas entenderás a la perfección; y si no, vela a ver a Un Teatro, porque sueño o no, con REM no vas a querer cerrar los ojos ni un momento.
REM: Rapid Eye Movement se presenta todos los Martes hasta el 10 de julio en Un Teatro, pero como la compañía Caracoles Teatro explica, es un trabajo en proceso y muy probablemente tenga otra temporada más adelante en algún otro recoveco de la ciudad.