Un oscuro monólogo de Will Eno que parece tratar de todo y nada a la vez con el que Luis Arrieta se luce en complicadísimos diálogos y un ritmo acelerado, y Adrián Vázquez hace complemento desde la dirección haciendo uso de todas sus herramientas barrocas.
A Tom Pain uno no va a verlo para conocer el lado positivo de la vida. El personaje es taciturno y oscuro, y aunque en muchos lados también se pinta como indiferete y pasivo, Vázquez hace del suyo un manojo de neurósis y locura que otorga al monólogo muchísima energía desenfrenada.
Tom Pain está ahí para hablar directamente con el público, continuamente rompiendo la cuarta pared e incluso interactuando con uno que otro poco afortunado entre las butacas; y su historia no parece del todo una historia…a veces es una reflexión, a veces un coraje, de pronto podría pasar por stand up comedy, y otras por cuento para niños. Pero lo que es una realidad es que es imposible quitarle la mirada de encima.
En su relato, Pain (apellido perfectamente adecuado para los dolores que expone del vivir) te deja saber que ha dejado de creer en el amor -y sus razones tiene-, que ha llegado al punto en el que las tragedias le parecen graciosas y que aunque todo parece importarle y afectarle al punto de rasurarse mal la cabeza, en realidad, cuando lo piensa tantito, nada logra pasar de «equis».
Su historia no parece tener un principio ni un final. Aparece de entre la oscuridad despotricando sobre sus afecciones, y así como no lo vimos llegar, tampoco lo vemos desaparecer cuando se va y nos deja con el cuento a la mitad; pero ésa es parte de la magia de Tom Pain, está basada en nada y no pretende llegar a ningún lugar. Quiere que lo escuches el tiempo que lo tienes enfrente.
Luis Arrieta toma a Tom del mismo modo que un torero tomaría un capote. Se suelta, se pierde, se deja enloquecer y juega con un personaje que le permite desaparecer completamente y hacernos olvidar al carismático güero de comedias románticas que de pronto tenemos en la cabeza. Y es imposible no maravillarse con la velocidad a la que está hablando en rebuscados diálogos que de pronto no tienen conexión, y por tanto no deben ser nada sencillos de hilar.
Mientras Adrián Vázquez le da un toque muy suyo al monólogo y así como con Algo de Un Tal Shakespeare lo sobre-energiza y mantiene a Luis Arrieta siguiendo una coreografía que lo tiene bailando y tirándose al suelo en un delirio de locura que, aunque le va como anillo al dedo al personaje, también resulta fresco para un papel que en otros lados se suele presentar con mucha más quietud y desinterés.
Tom Pain no es para los que esperan una narrativa congruente. Un relato que empieza, se desarrolla en línea recta y termina dejando al público con absoluta claridad de lo que vieron; Tom Pain se disfruta como un rompecabezas donde algunas piezas están faltando, pero excita en su brutal honestidad de lo incómodo y doloroso, y emociona con la brutalidad de lo que Luis Arrieta está haciendo en el escenario.
Tom Pain (basado en nada) se presenta los miércoles a las 20:30 en La Teatrería.