Ahí donde Anton Chejov se imaginó sus comedias en la Rusia de finales de 1800, Cristian Magaloni y Jessica Canales las transportaron a un México actual y muy norteño con Corridos Chejovianos, y con ello lograron darles un toque corajudo, pero ingenuo que sólo suma a lo francamente hilarante de este collage de historias.
Corridos Chejovianos está compuesta únicamente por dos de las comedias de un acto de Chejov: El Oso y Una Propuesta de Matrimonio. Juntas forman un mosaico que ciertamente tiene parecidos: la aparición de tres personajes por historia, el origen de la comedia basado en los defectos de dichos personajes, y su capacidad maleable para ser convertidas en…pues, corridos norteños a la mexicana.
En la primera, una viuda llora el aniversario luctuoso de su marido cuando a su puerta toca un hombre -con las dimensiones de un oso- para pedirle que le pague el dinero que su marido le quedó a deber previo a su muerte. Ella acepta, pero insiste en que el dinero no podrá ser entregado sino dentro de días, pero el oso lo necesita en ese instante, y no pretende salirse de la casa hasta tener su dinero en las manos.
En la segunda, un hombre hipocondriaco decide pedir la mano de la hija de su vecino, pero que acepte o no resulta ser el menor de sus problemas, porque la joven es toda una llamarada de petate que está dispuesta a discutir con él hasta los gritos por cualquier cosa que sale de su boca, enfermándolo mucho antes de que él pueda darle el anillo.
En ambas, Roberto Beck se luce en personalidades completamente distintas, haciendo alarde de todos los trucos que tiene para la comedia y convirtiéndose definitivamente en la razón número uno para ver este montaje. En una como el mayordomo afeminado (pero bien enclosetado) de la viuda endeudada y en la segunda como el enamorado hombre sudoroso, tembloroso, taquicardioso y lleno de tics que sólo quiere comprometerse pero para lograrlo tiene primero que defender la frontera de sus tierras y la calidad de su perro cazador.
Pero él no es la única razón, claro. Assira Abbate como la futura prometida de Beck es enormemente disfrutable en su papel de norteña peleonera, y Mario Escalante como el Oso y el papá de la niña es todo un hombrezote de rancho, regio y soberbio que francamente no puedo imaginar fuera de su sombrero y botas.
Fuera del elenco, la adaptación a un México que conocemos más de caricatura que de realidad (casi como un western) juega bajo esos conceptos de leyenda y aterriza los textos de hace casi dos siglos en un lugar perfectamente contemporáneo y verdadero. Y hay mucha mágica en ese quehacer.
Mientras que la Sala Novo se presta para tener a los actores prácticamente encima de las primera filas, dotando al montaje de un carácter no sólo íntimo, pero agresivo y ruidoso, cosa que pudiera no tener el mismo efecto en otras obras, pero que, para una comedia norteña, funciona perfecto en su estridencia. Corridos Chejovianos es irreverente y de palabras veloces, justo como uno imaginaría un duelo en el calor de 40º de Hermosillo.
Corridos Chejovianos se presenta los domingos de julio y agosto a las 18hrs en Sala Novo.