Una comedia decadente donde el lenguaje usado como guante de box y otras violencias, incluso las que nos infringimos a nosotros mismos, son el motor de una historia sencilla, casi anecdótica, donde lo que menos importa es quién es El Hijo De P*ta Del Sombrero, porque todos lo son… hijos de p*uta, con o sin sombrero, pero lo que gente maniaca y rota puede hacer cuando se sienten justificados para actuar sin remordimiento.
De una manera más minimalista y pensada para un escenario donde la acción sale más de la boca que del movimiento, El Hijo De P*ta Del Sombrero se siente extrañamente como estar presenciando algo salido de la mente de Guy Ritchie para el teatro. Y no lo es, la obra original fue escrita por Stephen Adly, que años después se llevaría el Pulitzer por Between Riverside and Crazy, y que con The Motherfucker With The Hat le daba su primera oportunidad en teatro a Chris Rock (que junto con Bobby Cannavale y Annabella Sciorra complementaban un cast magnífico para Broadway).
No es de sorprender entonces que Daniel Giménez Cacho se haya visto llamado a dirigir este flamígero texto donde cada personaje pareciera ser hijo de la mismísima autodestrucción. Una obra que permite rascar en el submundo social para toparnos con lo más desgastado donde los principios son precarios y la violencia pareciera ser el tapete de bienvenida. Pero es una comedia, la oscuridad que podría haber llevado El Hijo De P*ta Del Sombrero a ser una Traisnpotting en realidad nos regala cinismo y una cierta percepción del comportamiento deleznable que aterriza en la simpatía incómoda.
Jackie (Lucio Giménez Cacho), un ex dealer recién liberado de prisión y en proceso de abandonar el alcohol con la ayuda de AA, comienza a sospechar que su novia Verónica (Lakshmi Picazo) le ha sido infiel, luego de encontrar un sombrero de hombre y olor a loción (y pene) en su cama que no le pertenece a él. Loco de rabia y sin mucho manejo emocional, Jackie corre a conseguir una pistola amenazando con matar al presunto amante, y refugiándose en casa de su padrino Ralph (Rodrigo Virago, alternando con Paco Rubio), un ex adicto que cree haberle dado un vuelco a su vida porque ahora vende shakes de proteína, y su mujer Victoria (Nailea Norvind), donde descubre que las cosas son más complicadas de lo que se imagina con la gente de la que ha decidido rodearse y llamar amiga, que hace mucho dejaron de manejarse con un código de ética… no tan distinto a él mismo, de hecho.
Navegando una delgada línea entre la realidad de los personajes y una caricatura amarillista, Roberto Cavazos hace un gran trabajo de traducir y adaptar un texto cuyo componente principal son palabras soeces disparadas como metralleta de manera constante, no sin cierto sentido shockeante, que ayudan a construir un mundo donde la violencia está tan normalizada que no se pueden armar enunciados sin incluir una lanza altisonante para otros. Donde amenazar con pistolas o con arrancarle la cara a alguien, y golpear novios con un bat en la cabeza pareciera ser cosa de un martes cualquiera y no un extremo de la conducta humana.
Curiosamente, Daniel Giménez Cacho trabaja este universo agresivo y corrosivo con un toque de erotismo que se combina con la comedia y consigue que aquello que pudiéramos percibir como sexual se vuelvan gestos constantes de autocomplaciencia y confrontación. Daniel desviste a sus actores hombres, decisión que no parece azarosa, pero que pareciera estar hecha para enfrentar la naturalidad de un desnudo con lo animal de una amenaza misógina, ambos descobijados a la intemperie; y a través del personaje de Julio (Luis Vegas), primo hiperactivo de Jackie, juega con el homoerotismo casi como un rasgo narcisista que no nace de la atracción por el otro, pero de saberse visto por los demas. Cuando El Hijo De P*ta Del Sombrero involucra sexo lo hace porque es destructivo y de pronto ineludible, carnal al final, pero no desde un acto que crea conexión.
El elenco que entra al juego y se suelta al abrazo de lo salvaje libra una batalla por ver quién puede alcanzar mayor desquicie. Lucio Giménez Cacho toma la batuta desde la intención de mejorar continuamente topada por una realidad que lo supera y lo regresa al fondo de la botella; pero son Lakshmi Picazo que balancea la cólera de una mujer que se niega a doblegarse y es capaz de rajar gargantas si es necesario con lo devastado de saberse perdida y sola; Luis Vegas que pareciera estar jugando a lo pintoresco y meramente humorístico, pero guarda su momento vulnerable para pegarle al clavo cuando menos lo esperas, y Rodrigo Virago que trabaja desde la candidez de una personaje que no pretende cambiar porque acepta lo repugnante de su humanidad como instintivo, pero no por eso se deja de percatar que es un flagelo para quienes más quiere ahí donde tendría que ser una boya, los tres que mejor capturan la esencia de Stephen Adly y la doble moral en un contexto vicioso que pretende retratar.
Daniel Giménez Cacho nos entrega suciedad, literalmente una escenografía que pareciera un basurero descuidado, un colchón mugriento y una alfombra que seguro está bañada en ácaros, como espejo de aquella que cargan por dentro sus personajes ya tan grabada en su sistema que poco les interesa la imagen que le ofrecen al mundo exterior, porque no pueden salirse de sus cabezas. E interacciones volátiles matizadas de una manera ciertamente tóxica por un cariño que no dejan de tenerse los personajes entre ellos, pero no saben cómo entregarlo sin que duela.
El Hijo De P*ta Del Sombrero es ese otro, al que aparentemente nunca vemos en escena, ése al que le podemos echar la culpa de nuestros males, nuestros errores, nuestras consecuencias, y que a partir de un objeto tan bobo como una fedora podemos villanizar al punto en el que todo lo que se haga de ahora en adelante es justificable y nada puede ser reprochable cuando se hace en nombre de acabar con el antagonista misterioso. En esta obra todos son hijos de p*ta, e incluso están dispuestos a admitirlo cuando se ven arrinconados, pero cuando se trata de ponerse el sombrero que los responsabilice de una vida enteramente fallida, a nadie le queda, y debe pertenecer a otro.
El Hijo De P*ta Del Sombrero se presenta viernes, sábados y domingos en Foro Shakespeare.