La nueva película mexicana de Bernardo Arellano, Fuego Negro, es un desastre sobrenatural sobre-estilizado, que trata de copiar de sus referencias lo clásico de Ford Coppola, mientras se esfuerza por generar una estética y ritmo propio a la Snyder, logrando convertirse en un bólido sin pies ni cabeza que no sabe ni por dónde comenzar a contar su propia historia.
En un extraño hotel, en una ciudad sin nombre, un sicario que reniega de su pasado acaba hospedado por semanas buscando a su desaparecida hermana, mientras se topa insensantemente con criaturas sobrenaturales, fantasmas y vampiros, que lo atacan, invitan y seducen sin ningún fin en específico. Una colección de freaks digna de American Horror Story cuyo propósito jamás queda claro en la historia.
Bernardo Arellano otoroga a su cinta un ritmo letárgico. Uno que pretende apelar al misterio y a la seducción, pero que hace muy poco por ayudar a sus dos actores protagonistas, Tenoch Huerta y Eréndira Ibarra, atrapados en movimientos poco fluidos y diálogos monotónicos, que parecen escritos más por un fanático del melodrama telenovelero, que del terror o misterio.
La locación es un franco personaje dentro de la historia, y uno que Arellano insiste en explotar al máximo, muchas veces con tomas que no tienen mucho sentido, o que detienen aún más el ritmo de lo que se nos está contando, pero que permiten presumir el hotel en toda su magnificencia. Magnífico sí es.
El maquillaje y los efectos especiales son dignos de festival de la primaria, especialmente las pelucas pegadas con el menor cuidado posible, y peor aún filmadas bajo una técnica muy poco benevolente que permite ver cada error del pincel y hace obvia la poca pericia del director al momento de rodar con sangre y heridas. La primera escena entre Eréndira Ibarra y Tenoch Huerta, es imposible dejar de ver la mancha de sangre del labio inferior puesta, no, colocada sobre el labio inferior de Eréndira como una gota de cristal, inamovible, ruidosa y desconcertante.
Así la visión del director haya sido optar por un cine más kitsch que tasciturno, la realidad es que Fuego Negro acaba volviéndose risible. Desde la falta de continuidad en su historia, hasta la canción interpretada por Dai Liparoti, que lleva el nombre de la película en su primera estrofa, hacen de esta película noir un franco chiste de género, y sin lugar dudas, le otorgan el premio a Netflix de haber estrenado la peor película en lo que va de 2020.
Fuego Negro quema y deja una sensación de ardor en los ojos después de verla. Háganlo con toda precaución.