La joya de terror sobrenatural no sólo cuenta con visuales francamente perturbadores, pero además con las actuaciones de Toni Collette y Alex Wolff que lo son todo.
Desde The Witch (2015) que no veíamos una película de terror que nos dejara con los nervios de punta y sin ganas de cerrar los ojos. Y de hecho, aunque completamente diferente en su hechura, Hereditary (El legado del diablo) comparte mucho con The Witch en la manera pausada y estóica en la que las escenas de terror se desarrollan sin ninguna prisa o ganas de provocar brincos fáciles; y la forma en la que son las actuaciones las que complementan cada susto con un perfecto gesto a la cara desencajada de una actriz.
La cinta empieza con la muerte de la abuela Graham, la matriarca de una familia que no parece guardarle mucho luto, a excepción de su nieta, Charlie, una niña de 13 años que parece ser la única afectada por la pérdida. Pero más allá de la ausencia, la familia comienza a vivir experiencias inexplicables, y todas parecen girar alrededor de Charlie -y de las pérdidas de cabeza, metafóricas y literales.
Cuando el primogénito de la familia, Peter, comete un error irrevocable y Annie, su mamá, intenta corregirlo apelando a fuerzas sobrenaturales, la familia entera acaba en peligro de muerte que de algún modo está relacionado con esa abuela perversa que sólo parecía tener ojos para su nieta.
Hereditary va mezclando el suspenso con un drama familiar basado prácticamente sólo en la construcción de sus personajes movidos por rencor y culpa, para ir metiendo poco a poco gotas de un terror sádico y angustiante que para el final de la película no tiene freno y te ha llenado la cabeza de tantas imágenes francamente crudas e inolvidables, que no hay manera de salir del cine sin un poco de temblorina en las piernas.
Pero la verdadera joya de la película es Toni Colette. Una mujer con un rango actoral inmenso que nos regala potentes discursos dramáticos, así como momentos silenciosos de pánico, seguidos de miradas y gestos desencajados de terror; y a su lado, Alex Wolff -en cuyo desvalijamiento recae mucho de lo angustiante- se desvanece en estresantes escenas y va perdiendo la cordura frente a nuestros ojos de manera magistral. Ari Aster (director) no se acobarda al dejar la cámara cerrada y pegada a sus actores, sin trucos, ni efectos auditivos, volviendo sus tomas crudas y reales.
Hereditary es una película de terror para la gente de estómago resistente, pero al mismo tiempo pertenece al cine de horror que no pretende hacerte brincar cuando se cierre la puerta de un refri; si lo que estás esperando son sustos fáciles y sonidos abruptos, Hereditary puede no ser para ti, esta película se cocina a fuego lento y al final lo que realmente provoca miedo es lo difícil que resulta olvidar todo lo que acabar de ver.