La nueva obra de Pascal Rambert tiene a Arcelia Ramírez y a Fernanda Castillo batallando en un duelo de gigantes como dos hermanas cuyos rencores tienen más peso que la sangre misma. Y es como una inyección de adrenalina para el espectador.
Hugo Arrevillaga ya había tomado el reto de dirigir un Pascal Rambert con Clausura del Amor y lo había hecho con todo éxito, enfrentando a Arcelia Ramírez y a Anton Araiza como una pareja al filo de desgarrarse la yugular en el último momento antes de su ruptura. Y lo que consiguió con ese trabajo fue francamente legendario para la cartelera mexicana.
Ahora que Rambert publicó en 2018 el texto Soeurs (Hermanas), que de algún modo se siente como una especie de secuela a esa Clausura del Amor, pero entre familiares que llevan años cargando el peso de rencores, no había mejor opción para llevarla al escenario que el mismo Arrevillaga. Y vaya que vuelve a excederse en su trabajo actoral que nuevamente se siente como una película de acción marcada en diálogos.
Arcelia (porque el personaje lleva el nombre de la actriz para romper con cualquier barrera de intimidad entre las protagonistas) es la hermana mayor. Ha dedicado su vida a ayudar a otros, liderea organizaciones que llevan ayuda a lugares precarios o en situación de guerra, y siempre resintió que su hermana menor, Fernanda, tratara de copiarla en todo, resultara mejor académica y encima de todo, crítica literaria, que para sus ojos es la antítesis del trabajo que ella misma hace poniendo las necesidades de otros antes que la suya.
Fernanda, la menor, nunca se sintió realmente querida; creció viendo a su hermana mayor ser idolatrada por su papá, y teniendo a su padre encima diciéndole que nunca iba a ser suficientemente buena para el tipo de cosas que hacía su hermana. En Arcelia ve a una mujer cruel y ensimismada cuyo trabajo para los demás le parece más una fachada mustia que una entrega de compasión verdadera.
A diferencia de Clausura del Amor, Hermanas no se divide en dos monólogos. Arcelia y Fernanda batallan con todo lo que tienen una a una como un pin pon que con cada raquetazo se va poniendo más violento. Y más allá de un corto interludio pacífico y musical que sucede a la mitad de la obra y se siente como el tránsito por el ojo del huracán, la puesta no consiste en otra cosa más que en la explosión de diálogo tras diálogo de batalla como el escaparate ideal para el talento de estas dos enormes actrices.
Y sí, por hora y 17 minutos el espectador vive un arranque visceral completamente violento, pero en cuyo fondo se acaba entendiendo un amor turbio que no tiene otra manera de limpiarse; es la tormenta antes de que salga el sol, y en el fondo una obra que habla más de la resolución que del odio.
El espectador sale temblando provocado por distintos tipos de emociones que se sienten muy instintivas, y que en manos de Arcelia Ramírez y Fernanda Castillo se convierten en una franca orquesta; a veces desafinada, a veces cacofónica y sin armonía, pero incluso en los momentos de mayor arrebato siempre impresionante de presenciar.
Hoy no vuelve a quedar duda de que esas dos mujeres que se presentan en el Teatro Milán son exponentes de lo mejor que México tiene para ofrecer. Y que gusto estar aquí para disfrutar de lo que saben hacer con tanta valentía.
Hermanas se presenta los martes en el Teatro Milán.