Liam parece estar envuelto en un crimen atroz, su hermana Helen sólo quiere ver el problema desaparecer, mientras su esposo Danny se da cuenta de la clase de persona con la que está a punto de tener un hijo y tiene que hacer conciencia sobre lo que realmente quiere de su familia.
Huérfanos es un nuevo montaje online por parte del Foro Shakespeare, del texto de 2009 de Dennis Kelly en el que una pareja ve interrumpida su celebración de embarazo por la aparición del hermano de ella bañado en sangre. Lo que al principio comienza con un inocente «intenté ayudar a un desafortunado desconocido», poco a poco y conforme la historia se distorsiona, se va transformando en un crimen que deja a la luz un problema de racismo, prejuicios, violencia y odio por parte de dos hermanos huérfanos.
La obra online que se presenta a través de Zoom con Alex de la Madrid, Itari Marta y Roberto Cavazos cuenta sólo la primera parte de esta poderosa historia, decisión un poco incomprehensible tomando en cuenta que el texto no fue hecho para partirse en dos, y que la historia como Parte 1 realmente no tiene un final como tal. Pero ahora que los formatos del teatro están cambiando supongo que tenemos que acostumbrarnos a desidealizar las obras como fueron planeadas y permitirlas fluir bajo estas nuevas técnicas.
Técnicas que Angélica Rogel hace funcionar de maravilla, creando en tres espacios distintos y a través de cuatro cámaras la sensación prácticamente entera de un escenario y un diseño escenográfico. Con una idea muy práctica de iluminación que hace ver al personaje de Liam (Cavazos) constantemente bajo una luz verde repulsiva, demostrando quién es por dentro más que la persona nerviosa pero jovial que se muestra en el exterior.
El mismo Roberto Cavazos se vuelve una bomba en Zoom con momentos de neurosis y otros aplacados que van cincelando a Liam como el personaje más complejo de la obra, mientras Itari Marta espera pacientemente sus desniveles para mostrar las varias caras de su personaje, algunas llenas de prejuicios y resentimientos sociales que la vuelven una mujer más peligrosa de lo que su cálida Helen expone como la madre y esposa que es.
Ambos, curiosamente, de pronto mucho más poderosos en sus momentos de silencio para la cámara cuatro, un cuarto espacio que no pertenece a la visión partricular de ninguno de ellos, pero a la de la mucho más cruel realidad, que Angélica Rogel usa para embarrarnos en la pantalla el mundo violento en el que vivimos y del que estos dos huérfanos son parte accionaria sin siquiera notarlo.
La obra, con una duración de tan sólo una hora, corre rápida y sin letargos, y pese a su formato y a los ciertos hipos de ritmo que tristemente la pantalla conlleva, mantiene al espectador en un estado álgido de ansiedad preguntándose constantemente a dónde los va a llevar la historia y qué harían ellos en el lugar de los personajes.
Un retrato de la realidad pintado desde la visión familiar aparentemente perfecta que refleja lo mucho que desde nuestras esquinas muchas veces somos nosotros mismos (subrayado «Nosotros» como lo hace saber Danny en la historia) y no «los otros» los que más daño hacemos desde el prejuicio y la intolerancia.