Minah Cerviño y Mar Aroko se paran en el escenario del Teatro Milagro y hacen algo importante, algo que va más allá del teatro, de la estética, lo actoral o la convención. Junto con la dramaturga Jimena Eme Vázquez las tres mujeres se vulneran y usan sus vivencias personales para abrir una conversación NECESARIA, y una a la que ya vamos tardísimo en quitarle tabú. Con Humana y Tradescantia las tres «salen del clóset» de la asexualidad, y ya era tiempo que alguien tuviera los ovarios para hacerlo.
Hay algo enormemente encantador en que Humana y Tradescantia sea prácticamente una charla, una tertulia entre actrices y público, por encima de un documento narrado de forma rígida. Minah Cerviño y Mar Aroko, que además co-escribieron el texto junto a Jimena Eme Vázquez, se liberan por completo de restricciones para simple y sencillamente ser ellas mismas frente a nuestros ojos.
Simpáticas, divertidas, tiernas, vulnerables, espejeables, usan su experiencia viviendo como personas asexuales para dar luz a ese espectro de la sexualidad humana tantas veces burlado, cuestionado y barrido por debajo del tapete. Uno que aún nos cuesta trabajo entender como parte de la bandera queer, quizá, pero más importante que rompe con todo lo que siempre se nos ha dicho sobre las relaciones sexo afectivas, y eso nos da un choque cerebral.
«El sexo es vital en una pareja», hemos oído hasta el cansancio. «Una pareja funcional debe tener una saludable cantidad de sexo». O dejando a un lado las relaciones: «Los hombres piensan en sexo 7,200 veces al día… las mujeres tal vez, sólo tal vez un poco menos». Vivimos en una cultura tan sexocentrista que se nos olvida que, de acuerdo a Humana y Tradescantia, al menos una de cada cien personas en realidad no tiene interés en interacciones sexuales y prefiere el cuchareo, el piojito y comer Doritos de la misma bolsa que el ser amado a cualquier tipo de contacto piel con piel, y eso para ellos es completo y suficiente.
Hay un momento bellísimo en el que ponen a prueba el capítulo 68 de Rayuela de Julio Cortázar. ¿Por qué lo tenemos que entender como algo sexual, se preguntan? ¿Por qué si todos los párrafos están conformados por palabras inexistentes en el castellano aún así logramos darle un giro sexoso? Mar Aroko mejor lo vuelve comestible. Porque no, no todo tiene que girar alrededor del sexo.
La gente asexual son personas que hemos borrado. Durante la obra se nos cuenta que una de ellas tres escribió un tweet durante Pride para recordarle al mundo que la «A» en LGBTQTTTIA significa «Asexual» y que a la gente se le tiende a olvidar. El post se llenó de hate. Para la gente queer es un invento para llamar la atención, para los más conservadores ganas de borrar la verdadera y única intención del ser humano por mandato divino: la reproducción.
De ahí que Humana y Tradescantia sea un básico que tanta falta hace en el universo narratúrgico en México (y probablemente en el mundo). La representación importa. La visibilidad importa. Pero ojo, la obra no tiene una pisca de panfletaria. Al contrario. Es natural, graciosa y ligera. El público ríe y canta, porque sí, hay canciones didácticas de letras cambiadas sumamente chistosas, y lo que nos sume en ella es la enorme cantidad de química y complicidad entre Mar y Minah que incluso cuando tropiezan y ven el ritmo de la obra en peligro de caer, sus personalidades son suficientes para hacer de los momentos incómodos una interacción carismática.
Además de abrirse sobre lo que han experimentado a partir de haber encontrado la palabra «asexual» como etiqueta justa para ellas, y de explicar que bajo esa sombrilla hay un sinfin de maneras de identificarse y vivir la asexualidad, desde lo demi (la persona que sólo puede tener contacto sexual si hay amor de por medio) y hasta lo arromántico (la gente que no tiene interés ni en el sexo ni en el amor) y otras muchas en medio, Mar y Minah complementan la velada con la historia de Barbie y Pepita, dos mujeres en el proceso de enamorarse desde la asexualidad, que relatan de una manera tan tierna, tan naif, como cuentito de amor romántico, que es imposible no verse reflejado en ellas. En los nervios de mandar un mensaje y que la respuesta tarde en llegar, y en tratar de descubrir cuándo una amistad puede ser llamada algo más.
Barbie, Pepita, Minah y Mar, Humana y Tradescantia consigue que nos enamoremos de todas ellas. Que vivamos la emoción del crush, del afecto, el cariño, las ganas de un abrazo, de compartir un libro que nos gusta, de enseñar al otrx a cuidar de una plantita, de querer acostarse a ver las estrellas y pedir una pizza una noche de películas con alguien especial. La obra es bonita, pero no se queda en el cuentito y lo agradable. Es una pieza cuyo valor radica en que tres mujeres, que bien podrían ir por la vida manteniendo su sexualidad para ellas, se desnudan y comparten algo íntimo, muy íntimo, para que el resto de los alosexuales allá afuera, o asexuales que no han encontrado su palabra definitoria, tengan de dónde agarrarse, comprendan que estas interacciones existen y son válidas, y que todavía tenemos un camino largo que recorrer para ser lo inclusivos que pretendemos.
Y no hay mejor momento en la historia que éste para que los colores morado, blanco, gris y negro que conforman la bandera asexual cobren visibilidad. Ya estamos listos para esa conversación, ¿no?
Humana y Tradescantia se presenta los lunes a las 20:00pm en el Teatro el Milagro.