Aunque brutal y cruda, La 4ta Compañía es enteramente meritoria por su manera de exponer una realidad corrupta de la que los mexicanos parecemos no poder deshacernos década con década. Una película que encanta y que duele.
Uno no sale de La 4ta Compañía sonriendo a pesar de haber visto un documento que bajo toda norma cinematográfica merece aplausos por muchos rubros; pero es que es imposible sacudirse la sensación de vacío y desesperanza que deja una película como ésta tristemente basada en hechos reales.
En un México de 1979 en la Penitenciaría de Santa Martha existieron los Perros, un grupo de reclusos entrenados para formar un equipo de fútbol americano que acabó convirtiéndose en leyenda, apadrinados por el entonces Jefe de Policía, el Negro Durazo, y promovidos con el pretexto de una sana rehabilitación, estos Perros se volvieron peones de todo aquél que tuviera tantito poder y pudiera ponerles las manos encima.
No se equivoquen, esta no es una película deportiva ni mucho menos una especie de Shawshank Redemption (como había leído que comentaban en redes sociales), La 4ta Compañía no es la historia de un equipo o de una fuga, es un crudo relato de la corrupción mexicana en todas sus instituciones, de desamparo y de la crueldad que acompaña al poder.
«Un árbol no crece torcido nada más porque sí», dice el protagonista, Zambrano, impenetrablemente interpretado por el excelente Adrián Ladrón -al que necesitamos empezarle a dar papeles en todo lo que se pueda- y ese es el meollo al centro de lo que sucede en Santa Martha. Mientras en los periódicos se elogia la capacidad de rehabilitación de los presos, al interior se les convierte en bestias carnívoras, hombres que aunque hayan entrado por robo de autos terminan convirtiéndose en asesinos y en máquinas al servicio de una institución policiaca que los tiene comiendo de su mano. No por nada les dicen «perros» y en esa palabra se esconden mil significados.
La película tiene un elenco de primera lidereado por el mismo Adrián Ladrón, a quienes acompañan nombres como Hernán Mendoza o Carlos Aragón que no saben fallar, pero otros como Gabino Rodríguez a quien no vemos tan seguido y que se roba cada escena en la que aparece, o Andoni García que resulta toda una revelación en México. Un cast perfectamente escogido -mucho de su reparto de hecho son presos reales, dado que la filmación fue hecha tal cual en Santa Martha- que te sumergen en un mundo que se siente vomitivo y sofocante, y que duele mucho saber que no salió de la imaginación de nadie.
La 4ta Compañía ya fue bañada en premios, en el Festival de Guadalajara y en los Ariel, y es perfectamente entendible por qué. En un México que ahora nos quiere llenar de comedias románticas con Omar Chaparro haciendo lo posible por presentarse como galán, La 4ta Compañía no pretende maquillar nada. Es la puritita realidad adaptada al cine por gente que sabe hacer su trabajo, y que bueno que lo hagan.