Una exploración de lo que realmente significa hacer teatro y cuál es su propósito. Una mirada del personaje que se convierte en autor, que se convierte en espectador y finalmente en crítico para completar un círculo en una obra que se siente importante y representativa. La Divina Ilusión es un must.
No es la primera vez que La Divina Ilusión se presenta en un teatro en México, de hecho, hasta hace muy poco aún daban funciones en La Capilla; pero ahora han cambiado de casa para pisar el escenario del Helénico únicamente por 10 funciones cada lunes. La realidad es que La Divina Ilusión se siente tan icónica para el teatro que no dudaría que pudiera seguir renovando temporadas y cambiando de locación para hacer llegar su mensaje a todo aquél que quiera escucharlo.
En la obra dos seminaristas católicos en la Quebec de 1905 enfrentan sus muy diferentes personalidades y cambian el rumbo de sus propias historias cuando uno de ellos conoce a la musa de sus sueños, «La Divina» Sarah Bernhardt (a la cual no hay manera de no amar en manos de Pilar Boliver), y comienza a indagar en la psique y el pasado de su compañero en el cual decide inspirarse para hacer una obra teatral sobre la miseria. Dicha indagación lo lleva a descubrir cosas sobre su amigo, su ciudad y su propia religión que lo llevan a darse cuenta que el arte no es sobre la vida ajena, pero sobre la lucha de todos.
«Amo el teatro porque no es mi vida» repite el seminarista Michaud al principio y al final de la obra dándole un significado completamente opuesto a la frase, y así como eso, La Divina Ilusión está repleta de momentos que se presentan como una cosa para finalmente cambiar de rumbo cuando menos nos lo esperamos y dar una estocada perfecta. La obra te mueve de la risa al impacto, de la tristeza al coraje y te mueve el tablero de modo que dejas de saber si la divina ilusión a la que se refiere el título son las ficciones que hacemos de la realidad o la realidad escondida entre ficciones.
El trabajo de Pilar Boliver, Dali González como Michaud y Olivia Lagunas como la diva en crecimiento, Madeleine, funciona desde la risa, la exageración y la parodia, mientras el de Eugenio Rubio como el mísero seminarista Talbot, Mahalat Sánchez como su mamá y Servando Ramos como el hermano de 13 años atrapado por la necesidad de trabajar en una fábrica de zapatos impacta desde un lugar mucho más aterrizado y doloroso. Curiosamente la mezcla entre ambos funciona a la perfección, ¿y cómo no iba a hacerlo si el mundo, en realidad, funciona en torno a extremos?
La Divina Ilusión se presenta los Lunes 8:30 pm en el Teatro Helénico del 12 de febrero al 16 de abril.
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