Una imaginativa y épica odisea que nos transporta a un mundo de fantasía con el poder del teatro, Agnes y Joana es una verdadera aventura repleta de peligros y criaturas fantásticas que Luz María Meza hace cobrar vida con lo mínimo que uno encontraría en el ático de una casa donde juegan dos niñas curiosas.
La Increíble Aventura de Agnes (la sabia) y Joana (la audaz) no es cualquier aventura, es una que pareciera tan cinematográfica -una franca saga- como las de Tolkien o Michael Ende, con la belleza teatrera de estar creada a partir de objetos comunes y en un escenario que con la magia de la imaginación y la creatividad se transforma en una tierra de posibilidades fantásticas y seres de ilusión.
Dos juguetonas primas piden a su Mamábuelita que les lea una historia que conocen bien, tan bien que conforme el relato empieza a ser narrado, la aventura salta de las páginas del libro a su ático donde ellas mismas se transforman en la hechicera Agnes y la guerrera Joana, y rodeadas de los objetos que en un espacio mundano serían ordinarios, con el poder de su imaginación viven una odisea digna de los más grandes héroes de la literatura fantástica, donde enfrentan a dragones, hormigas gigantes, trolls y más.
Agnes y Joana, un texto originalmente brasileño, requiere de poco para sentirse enorme. Ropa vieja, cuadros que han sido descolgados, cajas, una silla perdida, un baúl de antaño, objetos que no serían sino baratijas de una casa que ya no tiene espacio para ellos, antigüedades en el mejor de los casos, hacen del escenario en el Foro Cultural Ana María Hernández un mundo completo que suena de pronto a Calabozos y Dragones, a La Historia Interminable y hasta a videojuegos de RPG que conocemos bien.
Luz María Meza llena de teatralidad una historia que estamos más acostumbrados a ver en cine con todo y sus efectos especiales, y lo hace con sombras, criaturas de cartón, escaleras de madera, sábanas y un ensamble de tres actores que acompañan a Gina GranB y Luisa Rodríguez (nuestras Agnes y Joana) transformándose en un universo de personajes incidentales y marioneteros que de manera lúdica y divertida conforman todo un universo contenido en un espacio que bien podría ser una caja negra.
Agnes y Joana hace homenaje a ese juego de niños, esa aventura que de pequeño uno construye con lo que tiene a la mano, palos de escoba, ramas de árbol, una mascota que de pronto es un ogro, un sillón que es la única piedra donde uno puede pisar donde el resto es lava caliente. Luz María Meza entiende esa ilusión y con dos carismáticas protagonistas invita a sus espectadores a sumarse un juego que, sabemos, existe gracias al poder de la imaginación, pero no por eso es menos real.
Un espacio donde una niña se puede enfrentar a sus miedos desde un lugar seguro, donde dos amigas (o primas, o hermanas, o vecinas) se vuelven cómplices y no sólo conocidas, donde comparten secretamente un mundo que es de ellas y de nadie más. Y algo enormemente bello en la representación mágica de ese lugar que todos conocemos bien… o conocíamos bien y en algún momento dejamos de visitar. Donde cada personaje que conocemos se suma a nuestro equipo que rápidamente está lleno de héroes y aliados.
Más allá de visuales repletos de amor por el teatro y personajes que sin duda se clavan en la memoria, Ellis Ferreira, Gheysla Nascimento y Paula Oliveira (dramaturgas originales) crean una historia que ya en el imaginario se construye a partir del viaje del héroe y hace mucho sentido dentro de este mundo contenido donde la aventura tiene razones para suceder, pero que fuera de él, donde las primas están siendo niñas y no una hechicera y una guerrera, no tiene tanto espacio hacia dónde crecerlas. Ahí donde empiezan, acaban, sin mayor intención de conocimiento o evolución. Son dos niñas jugando, pero no buscando superar o aprender. Lo que hace de Agnes y Joana un emocionante relato, pero lo enfría al momento de otorgarle sustancia, más para una obra dirigida a jóvenes aún necesitados de aprender a resolverse.
El texto es sencillo pero la ejecución es épica, un trabajo que le debemos al equipo mexicano que resuelve, embellece, incluso le compone canciones (Gina GranB escribió música original para el montaje) que hacen de Agnes y Joana ese viaje a un mundo extraordinario del que uno, como niño, está ávido, y como adulto, lo regresa a un lugar donde la magia es posible, y lo ilusorio del teatro se vuelve más que sólo promesa. Una nostalgia que a veces como niños grandes, y como le sucede a Agnes en alguna parte de la historia, perdemos en el laberinto de la memoria, pero basta con abrir el cofre correcto para recordarnos que ahí sigue y continúa siendo capaz de transportarnos al asombro.