Tenemos una concepción podrida del amor. Por años se nos ha vendido la idea de que Jean Cocteau escribió del amor con La Voz Humana, tanto así que Rossellini incluyó el texto en su antología cinematográfica L’Amore en 1948, pero viéndola nuevamente, lo que Cocteau describe es la codependencia, la auto-flagelación, la necesidad por encima del cariño, del deseo, la falta absoluta de madurez emocional.
Y de ahí que tengo un problema con La Voz Humana de Miguel Septién en Foro Lucerna.
Ahí donde la protagonista de la obra debería ser satirizada, señalada como deficiente, como patética, Septién la romantiza. Se regocija en su autocompasión como si fuera celebrable, como si el amor se tratara de sufrir por un hombre que te ha dejado por otra, que no te permite fumar, que ni siquiera se molestó en llevarse a su perro con su partida, que para despedirse usa el teléfono en vez de dar la cara. El monólogo entero se vive como una apología a la falta de amor propio. Que es el amor más importante.
O tal vez el problema es Irasema Terrazas. Una magnífica actriz que construye a su personaje desde el melodrama y no se permite desviarse del camino, desesperarse, enloquecer; se mantiene estóica con una vocecita casi de susurro hablando con el hombre que la acaba de destruir como pisando en hielo delgado. Y yo suelo ser el primero en aplaudir la contención, pero lo que Irasema hace se siente como pasividad. Una calle sin curvas, sin subidas, sin bajadas, una planicie que llega a desesperar. Quieres agarrar a esa mujer de los hombros y sacudirla.
¿O sería ella la que debería de estar sacudiendo a la audiencia?
En 1930 Jean Cocteau escribió este texto que ha sido aplaudido y referenciado por casi un siglo. Es la despedida de una mujer del hombre que la deja para casarse con otra. El monólogo es una conversación telefónica, la última que van a tener este par de amantes, en la que la única voz que escuchamos es la de ella; una mujer que le repite a él que «está bien» con su partida, cuando lleva tres días encerrada en su casa y un intento fallido de suicidio. Es una mujer miserable, deprimida. Y él provoca que te hierva la sangre.
Almodóvar acaba de retomar el texto para un cortometraje con Tilda Swinton (texto que de entrada ya había inspirado su película Mujeres Al Borde De Un Ataque de Nervios), pero su mujer no es una enamorada, es una llama desesperada. Arremete contra la cama con un hacha, confiesa que se ha imaginando apuñalando a su amante, se describe a sí misma como una mezcla entre loca y triste, vive en un set, como una casa de muñecas, falso y hueco como el amor que se le profesaba, que termina por prender en llamas, mientras cuelga el teléfono y anuncia «tengo que aprender a colgarte».
No es una mujer ideal, pero se sabe enferma de un amor patológico, mientras a Irasema Terrazas la vemos terminar la obra arrastrada en el piso y susurrando «Te amo más que a mi vida». Como toda la obra, aludiendo a la romántica idea de que el amor es una rosa enterrada en el pecho que te debe desangrar para sentirse.
La única razón por la que hago la comparación con Almodóvar, tomando en cuenta que las visiones y formatos son completamente diferentes y por lo tanto en realidad no es relevante, es porque de la manera más franca creo que Miguel Septién es uno de los mejores directores que tenemos en México. Ha enamorado al público su ojo onírico, su manera de cuestionar, de confrontar, de salirse de la caja; pero con La Voz Humana se siente restringido, completamente apegado a las reglas del monodrama. Yo yo, personalmente, sí extrañé al Septién que hizo de Katurian y Mikal, personajes femeninos increíbles en su más reciente versión de The Pillowman.
Donde sí encontré la marca que tanto aprecio de Miguel fue en el diseño de escenografía e iluminación (ambos por Emilio Zurita), un departamento fracturado, como golpeado por un martillo, que bien podría ser la viva imagen de un corazón roto, que se va iluminando en colores cálidos y fríos conforme ella lo siente a él perdido o cercano. Tengo que aplaudir la belleza del diseño detrás del cual hay un concepto claro y estilístico.
Ya sé, ¿quién soy yo para cuestionar la gran visión centenaria del amor de Jean Cocteau? Tal vez alguien a quien le ha ido mejor en el amor, tal vez alguien que ha conocido sus facetas más tóxicas como amigo, como escucha. Tal vez alguien que cree firmemente en que la visión de la mujer encadenada al hombre desde el lugar más sumiso, que existe aún hoy en día, de eso no me cabe duda, debería desvanecerse, empoderarse, no resignarse. La Voz Humana sigue y seguirá siendo un texto valioso, pero a 90 años de su estreno original, creo que podríamos retomarlo desde el cuestionamiento. Colgar esa llamada con la frente en alto.
La Voz Humana se presenta los Lunes a las 20:30pm en Foro Lucerna.