Con un capítulo inédito en el que conjuntan lo más escandaloso e intrigante sobre los personajes de la Revolución Mexicana, Las Meninas presentan su episodio más siglo XX hasta la fecha, con un nuevo upgrade al ya conocido Palacio Ibarguenguer y una historia que eventualmente se tendrá que partir en cachitos porque se siente demasiado grande como para la hora y media que se nos entrega, y nos deja con mucha hambre de chismecito histórico y conocimiento.
Por primera vez en la historia de Las Meninas cambian las crinolinas y peinados altos por los sombreros de pluma a la My Fair Lady y los vestidos de flapper girl de los 20’s para darle la bienvenida a su primer episodio adentrado en el siglo XX con uno de los momentos más sangrientos de la historia de nuestro país: la Revolución Mexicana.
Ahora, a diferencia de otros capítulos donde Las Meninas se meten hasta la cocina para entrar en detalle a desmenuzar la historia de cada personaje que ha marcado nuestro país, éste se siente más como un recap de Game of Thrones. Es tanto lo que hay que contar, y tanta gente la que estuvo involucrada en lo que ellas cuentan como 4 revoluciones dentro de una misma Revolución Mexicana que, inevitablemente, la minucia se pierde para dar foco al highlight. De modo que, de todos sus capítulos, éste es el único que pudiera sentirse un poco apresurado.
No por eso menos divertido, por supuesto, las bromas y musicales no faltan y, con la posibilidad de incluir a una variedad de políticos y revolucionarios, también es cierto que esta nueva temporada da un balance muy equilibrado a la participación de cada integrante del elenco en crestomeninas que reparten los momentos protagónicos con mucha más paridad que otros capítulos donde, inevitablemente, es uno u otro el que destaca. De modo que con Revolución, no hay integrante del Palacio que no tenga su instante para brillar, y todos y cada uno de ellos, lo hacen de manera genial. Cada vez más cohesionados como un grupo que hoy es claro que se entienden con miradas, y se saben seguir sin tambaleo.
El primer acto abre de manera explosiva con una recreación de Road To Hell de Hadestown que ruge con el potente sonido del blues para hablar de la Revolución Industrial de Porfirio Díaz, un personaje que conocemos bien del Meniverso y al cual en esta ocasión no se le dedica más que ese inicio; para pasar a presentar a un idealista Madero, un sexy y quizá levemente heterocurioso Zapata, un vampírico Victoriano Huerta, un sabio anciano de animé en Venustiano Carranza y un amante de las malteadas en Pancho Villa.
Al estilo de Las Meninas todos cargados de verdad, pero todos presentados en un estilo camp que los identifica y los parodia de manera ingeniosa. Números musicales inspirados en Revolting Children de Matilda y We Go Together de Grease conjuntan, junto con un funeral en la voz de Louis Armstrong (a calca por parte de Bárbara/Luis Huitrón), la parte musical de esta Revolución que, en comparación con otros episodios, en esta ocasión es menor en cantidad porque es mayor en lo muy repleto que está de otros muchos elementos. Incluyendo nuevas herramientas escenográficas, como una pantalla donde finalmente se puede leer la letra de cada canción al estilo karaoke y entender lo que el elenco va cantando, cosa que se aprecia y agradece enormemente.
El capítulo tiene tres momentazos: el último enfrentamiento entre Álvaro Obregón y Venustiano Carranza, que nos transporta a los jardines de cerezo de las caricaturas japonesas con el score de Los Caballeros del Zodiaco, la aparición predadora de un Victoriano Huerta Nosferatu que Diego Llamazares devora deliciosamente como un villano genial (que merece y pide a gritos su propio episodio), y la propia revolución de la servidumbre del Palacio, que instigados por la Constitución se enteran por primera vez que tienen derechos laborales y se vuelcan contra sus señoras, si tan sólo un momento. Un bello guiño autoconsciente a la historia cíclica de un país que lleva arrastrando las mismas carencias desde hace siglos.
Con un cierre increíblemente divertido que hace soltar al público alaridos, al que podríamos llamar… jurásico, Las Meninas se cuelgan otra medalla que, en este caso particular, va acompañada de una lista de deberes. Ya nos presentaron el panorama y la Revolución está viva en el Teatro Milán, pero también nos picaron con un capítulo que salta a momentos clave, pero no excava en lo profundo, y ahora la profundidad es más deseosa que nunca. Zapata y Villa seguramente tienen mucho más para contar, sus años formativos y vidas amorosas que deben ser un deleite , la Guerra Cristera se anticipa como un episodio igualmente sangriento por venir, Huerta es un Lannister cuya historia personal debe estar llena de esqueletos en el clóset, ¿las Adelitas, quizá? ¡Necesitamos saber más!
Por lo pronto lo que hay es suficiente. Un primer plato que vaticina un menú de degustación repleto de pólvora, traición e ideales puestos en venta al mejor postor. Indudablemente Las Meninas lo vuelven a hacer, las historia en sus manos es un evento épico, una epopeya griega, un reconocimiento de lo que ha venido y está por venir. Un abrazo al México tantas veces elusivo cuya historia se cuenta estratégicamente, muchas veces mitificada, incluso desde las escuelas, y que conocerla con verdad es un goce para entender quiénes somos y cómo llegamos aquí.
Las Meninas, Revolución Mexicana se presenta los jueves a las 8:45pm en el Teatro Milán.