Una nueva versión de Lo Que Queda De Nosotros se está presentando en el Foro Shakespeare. Mismo texto que te enamoró, y probablemente te hizo llorar, de Sara Pinet y Alejandro Ricaño; pero ahora la visión del director Said Sandoval, quien utiliza sombras y marionetas para complementar el mundo de Nata y Toto.
Lo Que Queda De Nosotros es sin duda una de las favoritas de la dupla Ricaño-Pinet. La historia de Nata, una adolescente que tras perder a su padre (su madre muerta años antes) resulta tan afectada por la pérdida y el duelo, que decide abandonar a su perrito Toto, aquél que le regaló su psicólogo para que creara una conexión emocional y afectiva, y al que ni siquiera se molestó por ponerle un nombre original, sólo se robó el del perro del vecino, en una impulsiva necesidad por no volver a sentir apego que después pudiera convertirse en dolor.
Lo Que Queda De Nosotros está narrada por ambos personajes. Por un lado Toto, cuya historia comienza cuando se ve arrojado a un parque que desconoce sin tener manera de regresar a casa; y cuyos pensamientos vocalizados por Memo Dorantes (alternando con Said Sandoval) son la cosa más tierna e inocente del planeta, al punto de que es imposible que ese personaje no te rompa el corazón con la humanidad que Ricaño y Pinet infundieron a la idea de lo que podrían ser los pensamientos nobles de un perrito.
Y por otro, Nata, que de una manera mucho menos lineal relata lo que ha sido para ella perder a su padre y a su madre, y la forma en la que una vez que se topa con la idea de que se ha quedado sin «nido» comienza un camino autodestructivo, que para cuando quiere corregir tal vez sea demasiado tarde. Tal vez Toto ya haya caído en manos de la perrera. Y tal vez ya haya sido sacrificado.
Lo que entendí después de ver Lo Que Queda De Nosotros (carta editorial).
Contrario a lo que se pudiera pensar, Lo Que Queda De Nosotros no es un dramón, de hecho es una narración sumamente familiar, con inesperados momentos de comedia, repleta de instantes conmovedores hasta la médula, que al final del día, más que hundirse en lo taciturno de la muerte, indaga en aquellas cosas a través de las cuáles hacemos frente a la pérdida (no sólo de un fallecimiento, pero en general a cualquier tipo de pérdida que nos forja hacia la adultez), y que nos recuerdan que los instantes, por pequeños o largos, son preciosos de una manera instantánea, futurizarlos sería condenarlos a la ansiedad del final.
Ahí donde Toto vive el momento y todo, lo bueno y lo malo, lo recibe con un movimiento de cola; Nata sobreanaliza y pierde piso en un intento por protegerse de sentir aquello que tachamos de «malo». Cuando en realidad ninguna emoción tiene un adjetivo de bondadosa, positiva o negativa, sino se presenta como sentimientos que en el transcurso de una vida nos toca sentir, empaparnos de ellos y dejarlos fluir a veces del éxtasis a una felicidad plácida, y de pronto, claro, del dolor a la aceptación.
Said Sandoval busca contar esta historia desde un lugar prácticamente guiñol. El vestuario que elige, especialmente para la interpretación de Toto, es prácticamente idéntico al de la última versión de esta obra; pero ahí donde sólo había una mesa y dos bancas, aquí es una mampara la que nos recibe a la mitad del teatro, sobre la cual continuamente se proyectan sombras de marionetas que van representando a los personajes secundarios de la historia, y en otros momentos escenitas mismas de lo que se nos va narrando.
Sandoval busca un lado quizá más infantil de este relato y lleva a sus actores a cubrir a los personajes incidentales con vocecitas de doblaje de caricatura, que en general funcionan bien, pero son sus momentos menos pop, cuando están interpretando a Nata y a Toto los que verdaderamente brillan.
A pesar de que la idea es buena y dota al montaje de un look casi casero, de pronto la escena pudiera verse un poco descuidada, desprolija o sucia. La misma mampara que ayuda a vivir la historia con un apoyo visual lúdico se siente desgastada y pegada con cinta canela, y la convención se pierde un poco con las entradas y salidas de los actores que suceden desde cualquier ángulo del teatro, pero especialmente cuando aparecen en escena desde detrás de la mampara resulta imposible no tener un pequeño momento de torpeza en el que ambos actores se encuentran todavía a la vista del público tratando de dejar pasar al otro.
A pesar de que la cigüeña es un animal que resulta metafórico para la historia (los que ya la han visto saben que es vida y muerte), Sandoval nos lo avienta a la cara con una serie de figuritas de origami de cigüeñas que rodean la acción, pero no logran ser suficientemente protagónicas o estéticas como para no verse como franca basura en el piso.
Por el contrario la idea de tener un músico en escena, iluminado de manera bella por botellas de vidrio con foquitos, me parece absolutamente atinada. Da ritmo y elegancia y eleva las actuaciones tanto de Tatiana Del Real (alternando con Cynthia Annel) y Memo Dorantes, que de por sí están haciendo un gran trabajo de ser antenas con las cuales la audiencia puede conectar a nivel emocional muy fácilmente, a un lugar de mucha sofisticación que justo como la obra pide en su mensaje, se siente instantáneo. Llega y se va. Como todo en la vida. Como aquello de lo que Nata tiene que aprender a liberarse.
Ya se había dicho antes en El Aquelarre, con la versión anterior de esta historia, pero Lo Que Queda De Nosotros es la obra familiar ideal para llevar incluso a niños pequeños y empezarlos a infundir con la idea de que una pérdida no tiene por qué ser un final absoluto; y que las relaciones no se deben medir por tiempo sino por afecto. Ojo, si eres perrero, y tienes uno en casa, vas a querer salir corriendo del teatro a abrazarlo. Lo Que Queda Con Nosotros nos permite comunicarnos con nuestras mascotas sin voz de la manera más linda, y a pesar de que el pensamiento viene de la ficción, es hermoso pensar que ese ser pequeñito al que tantas veces vemos crecer y envejecer a nuestro lado está repleto de amor y perdón que no para de comunicarnos a su manera nunca.
Lo Que Queda De Nosotros se presenta los domingos a la 13:00pm en Foro Shakespeare.