Voy a empezar este review con un disclaimer. La función que me tocó ver de Los Musicales de Brod-güey no fue la más afortunada por un tema que no puedo juzgar, al contrario, el elenco dio función a pesar de que notoriamente varios de ellos estaban enfermos, y a pesar de que aplaudo y estoy consciente que el show debe continuar, también entiendo que no me tocó ver la obra al cien. Lo que complica un poco el que pueda yo escribir de ella, pero miren, haré mi mejor esfuerzo por ser lo más justo posible.
Los Musicales de Brod-güey lleva haciendo reír a los teatreros desde 1982 que estrenó bajo el nombre Forbidden Broadway en Nueva York, y en México, Álvaro Cerviño ya lo había probado tiempo atrás para una generación completamente distinta de amantes de musicales. Y ésa es una cosa que me parece importante tener en mente.
En formato de revista, Los Musicales de Brod-güey hace uso del sketch, el canto y el baile para armar números inspirados en famosas canciones de musicales de Broadway, transformando sus letras para hacer parodia del mismo quehacer teatral, desde el proceso de audiciones, las premiaciones como los Metro, las diferencias entre actores académicos e influencers con muchos seguidores, y hasta un análisis a profundidad del dramón que es Los Miserables.
El ciclo de canciones hace uso de sólo cuatro actores en escena: María José Bernal, Manu Bermúdez, Minah Cerviño, Jorge Mejía, con casi nulo vestuario, pero mucha utilería para usar a su favor, e irse transformando en los diferentes personajes que los sketches requieren. Unos más histriónicos que otros, y definitivamente no todos con la misma capacidad de soltarse enteramente a los brazos del ridículo y regodearse en la comedia. Cosa que no permite un equilibrio total en todos los números.
Los ingredientes para la comedia están puestos sobre la mesa, y definitivamente hay momentos de carcajadas, mi tema con Los Musicales De Brod-güey es que no mantiene el momentum lo suficiente como para ser una obra hilarante; y ya si nos vamos a los muy específicos, en términos de adaptación y regionalización hay cosas que en 2022 creo que ya tendríamos que tener más que claro que no son un chiste, ni razón para hacer de ellas burla.
De modo que sí, todo es muy gracioso cuando hablan de que el director y el productor no siempre saben lo que quieren, cuando entre los cuatro se pelean por el protagonismo, cuando resumen Hamlet a manera de corrido, cuando una esposa y un esposo discuten porque ella quiere ir al teatro y él quiere ver el futbol, y cuando reconocemos canciones de El Violinista, Annie, El Fantasma de la Ópera, West Side Story, Les Mis, y un largo etcétera que son referentes inmediatamente chistosos para los asiduos al teatro musical.
Pero luego la obra obra pierde el hilo conductual, y ahí donde todo giraba en torno al teatro y sus múltiples vicisitudes, de pronto se está hablando de Tinder y Grinder, de los godinez, de las telenovelas, que sí, todo eso es perfectamente parodiable, pero de pronto se siente como si el musical se hubiera descarrilado y estamos en presencia de una obra distinta. Como si se les hubieran acabado las ideas, y hubieran comenzado a rellenar huecos con lo que fuera que se tuviera a la mano. Las risas existen, siguen siendo momentos graciosos, pero están tan fuera de lugar…
Y luego están los números problemáticos. La representación de la actriz como «puta». La que «da las nalgas» para ascender o conseguir papeles. Y es ella la que es pintada como arribista, cuando creo que después de todo lo que ha pasado con el movimiento #MeToo, estamos más conscientes que nunca, que son los productores y hombres al poder, los que por años se han dedicado a acosar y abusar de estas actrices, especialmente las nuevas que están buscando una oportunidad en la industria. Perdón, pero a estas alturas, yo no me puedo reír de señalar a ella como oportunista, cuando el chiste es el hombre que no puede mantener el zipper cerrado.
Todo un número dedicado a los argentinos trabajando en el país desde el lugar más pendenciero posible me incomodó y me dejó una extraña sensación de haber visto algo nacido del resentimiento, que como mexicanos no hemos dejado ir el «los exranjeros nos quitan el trabajo sólo porque son guapos». Y de eso va el sketch completo. Pero el que encontré más grave de todo, musicalizado con Andrew Lloyd Webber y su Fantasma, Los Musicales De Brod-güey dedica una gran sección a los clichés de telenovela, que no estaría mal si no fuera porque MInah Cerviño, una actriz blanca, se pone largas trenzas para hacer burla continua no sólo de la clase baja, pero en específico de la mujer indígena. Vocecita «sí’siñor», incluida.
Y ahí es donde para mí, Álvaro Cerviño se queda atorado en una versión que funcionaba hace décadas, pero que requería una muy necesaria actualización. Así como fueron capaces de incluir todo un número sobre el Covid (también fuera de temática con el tópico teatrero), hubieran podido retrabajar esos conceptos que pudieran ser misóginos, xenobóbicos y clasistas, por otros que también pudieran ser graciosos, que en el mundo del teatro sobran. Recordar que la comedia no nace del vulnerado, pero del vulnerador. Otra cosa sería si esos números fueron sobre los productores, actores y maestros acosadores; sobre las televisoras blanqueadoras; sobre la gentrificación provocada por el gringo, quizá, y no tanto por el argentino en busca de las mínimas oportunidades en este país. Insisto, temas para parodiar, nos sobran.
Claro que quiero aplaudir a los actores porque creo que en su mayoría se desviven por dar un espectáculo que de ninguna forma de sienta tibio, chiquito pero maximalista en su cantidad de momentos y expresiones. Escuchar una voz como la de Jorge Mejía es un deleite, y recibir la explosión comediosa que es Majo Bernal es un privilegio. Y atrás de todos ellos, sentado en un teclado está David Federico Suzawa tocando desde Sondheim y hasta Webber, pasando por Bernstein como si de toda una orquesta se tratara. Bien, bien y bravo.
Hay ingenio en Los Musicales De Brod-güey, quizá uno que necesita explotarse más y redireccionarse, pero como ingrediente principal está presente. Para el teatrero es sin duda un gozo con el que más de uno se puede sentir identificado. Sin intermedio, el ciclo de canciones corre de una a otra como un oleaje, de manera divertida, ligera y ecléctica. Yo es la primera vez que me topo con este material y entiendo por qué, como concepto, se mantiene vivo desde los ochenta. Hay risa, hay espejeo, hay sorpresa, sólo falta que haya enfoque y sería una burbujita de absoluta diversión los martes en Coyoacán.
Los Musicales De Brod-güey se presenta los martes a las 20:00pm en el Teatro Enrique Lizalde.