Estrenada originalmente en el Fringe Festival de Nueva York en 2014, MMF busca retratar el declive de una relación poliamorosa desde las distintas etapas del amor y el compromiso, pero permanece corta en una premisa que da para explotar y explorar el tema al máximo, y no hace más que acariciarlo sutilmente.
MMF, subtitulada, «Amor, deseo, apego y la gente que no entiende la diferencia» no es tu clásica obra sobre sexualidad y amor. De entrada toca un tema en el que el teatro no ha profundizado lo suficiente: la poligamia y el poliamor; y por otro lado no pretende excavarlo desde el básico argumental de la orientación sexual, sino desde la naturalidad del enamoramiento como un sentimiento completamente fluido. Hasta ahí todo bien.
El problema viene con el desarrollo de la historia por parte de su dramaturgo, David L. Kimple, que enfoca poco sus esfuerzos en construir personajes complejos, para centrarse en conversaciones vanales y discusiones vistas y típicas (para lo atípico de la relación de nuestros protagonistas), y termina por hacer un huevo revuelto de su trama en el que los finales y consecuencias no acaban por tener mucha coherencia.
Daniel y Miguel tienen una relación bigámica luego de conocerse y enamorarse en un vuelo de avión, pero después de encontrarase con Julia, los tres se abren a la posibilidad del amor y de una relación poco convencional. La obra en realidad abre en retrospectiva al momento en el que el trío se separa luego de que Miguel decide huir de la casa que comparten, sin decir mucho, dejando a Julia y a Daniel como una pareja tradicional, cosa que no termina de sentarles, y llevándose con él el secreto del por qué se fue sin explicación alguna. Secreto que está relacionado con su última conversación con Daniel, que afecta directamente al trío, pero se le mantuvo oculta a Julia.
MMF pretende indagar en lo complicado de las relaciones amorosas, con o sin poligamia de por medio, el acceder a darle parte de tu vida a alguien más y el sacrificio a la individualidad que lo acompaña, el compromiso que implica dejar der ser uno para volverte dos… o tres, y la forma en la que el amor rara vez se vive de manera equitativa y pareja, pero suele ir fluctuando como toda emoción humana.
El tema es claro y la obra simple, pero la dramaturgia pierde de vista que para poder indagar en un sentimiento tan complejo como el amor, lo básico no termina por alcanzar para cubrirlo todo.
Kimple pierde mucho tiempo hablando de cereal y regresando a un pasado que no parece importar tanto para la resolución de la historia, en lugar de centrarse meramente en el porqué de la separación, y como cada personaje la vive de manera diferentemente dolorosa, de acuerdo a sus individualidades. No ayuda, además que el narrador de la historia, Patricio José, no acaba de comprometerse del todo con su personaje, se recarga en su carisma y deja que sus compañeros, Axel Arenas y Fernanda Mijares-Bracho carguen con la emocionalidad, mientras él permanece desatonado hacia la comedia y lo poco reactivo.
Valeria Fabbri (directora) intenta rescatar la simpleza del texto con teatralidad que permita iluminar un poco más la psyque del personaje, como un micrófono que usa para darle voz al pensamiento de Daniel y Miguel, o juegos de miradas que viajan a través de la escena y hacia recuerdos o apariciones, que funcionan en términos dramáticos, e incluso visuales, pero MFF permanece flotando en lo vago.
Uno de los grandes aciertos del montaje se lo lleva Zaira Campirano, tanto en escenografía como en vestuario, por un lado con un diseño que aparenta naturalismo, pero al mismo tiempo juega con dimensiones al tener una cama vertical que simula el espacio tridimensional de la recámara, y por el otro, atinados atuendos para cada uno de los personajes que, de hecho, de pronto hablan más de ellos que las palabras mismas. Incluyendo una sudadera francamente icónica parchada con imágenes de Jurassic Park y Rick & Morty, que es ahora completamente identificable con esta obra.
MMF se sale de la caja y en su búsqueda por retomar un tema no tan explorado, definitivamente tropieza, pero logra mantenerse pertinente, incluso más ahora que en 2014, en un mundo que poco a poco ha cambiado su visión del amor, y desechado los valores tradicionales de la pareja que han dejado de funcionar, para disfrutar de la sexualidad y el enamoramiento de una manera menos restrictiva y más honesto. Y eso son puntos a su favor en un tiempo en el que productores de otras obras siguen tratando de clavarse en el anticuado ojo de décadas pasadas que a estas alturas ya nos viene quedando un poco apretado.
MMF se presenta viernes, sábados y domingos en Foro Lucerna.