Algo sucede en un típico suburbio estadounidense, cuando una misteriosa epidemia transferida a través de estática, desata una psicosis homicida masiva que provoca a los padres atacar violentamente a sus hijos. Los adolescentes Carly y Joshua tratarán de sobrevivir durante una velada infernal, amenazados por sus progenitores, que no pararán hasta matarlos.
En los últimos años, Nicolas Cage se ha convertido en una parodia de si mismo, y en esta interpretación de papá conservador transformado en asesino loco, exprime hasta la última gota su exagerado histrionismo. Su contraparte es Selma Blair, que impacta en su versión de ama de casa perfecta convertida en máquina de matar. Mom & Dad (Mamá y Papá) es un festín de humor negro y de extrapolaciones de género, que se atreve a ir más allá de la oferta habitual de la película de terror (cada semana se estrena por lo menos una en México, y casi siempre son de dudosa calidad) y demuestra tener las cualidades necesarias para convertirse en un clásico de culto al paso del tiempo.
La cinta de Brian Taylor sabe entretejer una crítica social tan perversamente divertida como cínica y súperbestia hacia la familia modélica americana, allá donde el peligro real y la verdadera mala influencia no solo está en el hip hop y la telebasura, también puede ocurrir de puertas adentro, aunque los padres y madres de familia no sean capaces ni tan siquiera de darse cuenta y ser conscientes de ello. Es decir, Brent Ryan (Cage) es un tipo cuadrado, necio, obstinado, pero básicamente movido por creer que lo mueven sus principios. En contraste, su mujer, Kendall es una mezcla entre ama de casa desesperada y Fräulein Maria, que se convierte en un auténtico monstruo capaz de cualquier salvajada. Esto es un gancho directo a la América de Trump y funciona tanto para arrancarnos carcajadas como para provocarnos angustia y horror.
Pero ojo, la nueva película de Brian Taylor no solo es una comedia a lo bestia, también tiene un discurso universal, y este no es otro que el exponer y reflexionar sobre la pérdida de identidad que la paternidad y maternidad pueden conllevar en el momento que alguien deja de ser uno mismo, lo que fue y lo que siempre realmente quiso ser, para convertirse en papá o mamá.
La vida de tus hijos pasa a ser la tuya, y mientras son bebés y niños, te necesitan y te aman incondicionalmente, ¿pero que pasa cuando entran en la adolescencia y uno deja de ser confidente y amigo para convertirse en el enemigo natural que exclusivamente existe para mantenerlos?
Ahí es cuando surge la crisis de mediana edad, el drama existencial que uno no sabe cómo enfrentar. En este caso, Taylor lo manifiesta como una violenta psicosis, pero ante todo de sátira social, familiar y criminal en el que Brian Taylor aplica una estética inconfundible y hace una cinta que prerfectamente podría ser un coctél de John Waters (Polyester), Roman Polanski (El bebé de Rosemary) y dos grandes clásicos del enorme John Carpenter: Asalto a la crujía 13 y Halloween.
A esto hay que sumarle secuencias de acción aceleradas y vertiginosas con el empleo de la cámara rápida, pero también lenta. Padres que acechan y matan espectacularmente a sus hijos millennials, sí.
La cinta es políticamente incorrecta hasta el límite y eso la hace infinitamente gozable. Y sobre todo, se nota que los actores principales disfrutan de hacer estas visiones (hay un plot twist buenísimo que de veras funciona). No estamos viendo a Ingmar Bergman, ni tampoco a Tarantino, estamos viendo una cinta palomera que salpica de sangre, pero también de ese cínico gozo que entusiasma. Después de todo, ya lo decía Baudelaire: “Pocas cosas deleitan tanto como el aristocrático placer de ofender”.
A ver sin falta (especialmente para fans del género y sus variaciones).