Francisco Franco se luce con una inmersiva adaptación de Network, la película de 1976, que más allá de ser espectacular en muchos sentidos, resulta dolorosa y sorprendentemente actual en 2022, en tiempos de profetas de las redes sociales.
Pero no nos adelantemos. Lee Hall, encargado de la adaptación del guión, ha tenido sus altas y bajas en su carrera. Ha adaptado para el teatro Shakespeare In Love, y él mismo llevó al cine y posteriormente a los escenarios Billy Elliot, con mucho éxito, convirtió las novelas Pride and Prejudice y War Horse en películas… pero también transformó Cats para el celuloide, y ya sabemos cómo le fue con eso. Con Network se va a la segura y prácticamente repite diálogo por diálogo el texto que le dio el Óscar a su creador original, Paddy Chayefsky.
¿Y por qué no habrías de hacerlo cuando Network es perfección?
Recién montada en Londres y Nueva York con un elenco brutal, entre ellos, Bryan Cranston y Tatiana Maslany, Network llega al Teatro de los Insurgentes con nuestra propia créme de la créme: Daniel Giménez Cacho, Arturo Ríos, Alberto Lomnitz y Luis Miguel Lombana, por nombrar algunos, a quienes Francisco Franco (Director) exprime desde un lugar curiosamente cinematográfico.
Trabajando continuamente con planos y profundidades de una manera estilista y bella, Franco convierte el escenario y más allá de proscenio en un estudio de televisión de los 70; con un ensamble, pocas veces usado en teatro de texto, cuya función es dar vida a una televisora que contiene camarógrafos, gente de audio, floor managers, locutores, directores de cámaras, técnicos de audio y hasta maquillistas, en una coreografía interminable que sumerge al espectador en una especie de atracción del detrás de cámaras de un programa de televisión.
Apoyado por inmensas pantallas laterales, unas cuantas proyecciones (no demasiadas, pero sí suficientes), y una sofisticada escenografía por parte de Adrián Martínez Frausto inspirada en la arquitectura de Ludwig Mies van der Rohe y Frank Lloyd Wright, de acuerdo al productor Claudio Carrera, todo lo que se alcanza a ver sobre el escenario es magnífico, preciso y envolvente. Y ya con eso, Network tiene gran camino recorrido.
Pero su poderío se encuentra más que nada en su trama, en sus palabras y en lo que hoy en día podemos acomodar como aún relevante, y ya si le queremos poner algún adjetivo, perturbante.
A punto de perder su trabajo como conductor de noticias, Howard Beale amenaza con suicidarse al aire, cosa que provoca un pico de rating nunca antes visto, llevando a los directivos y en especial a una ambiciosa programadora (Zuria Vega, de la que tenemos que hablar) a tomar la decisión de explotar la honestidad bruta de Howard y su discurso disruptivo y anárquico para elevar los números de la cadena, conscientes del movimiento poco ético de su parte (a la Fox News) y de que han creado un monstruo en Howard, quien poco a poco, y mientras se convierte en profeta de las masas iracundas al grito de: «¡Estoy hasta la madre y no lo voy a tolerar!», va perdiendo piso y cordura.
La frase «porque sales en televisión» se repite constantemente durante la obra, recordándonos que por décadas la tv fue en efecto el quinto poder; no que lo haya dejado de ser en el presente, pero sí es verdad que en 2022 está muy bien acompañada por las redes sociales que pelean el megáfono que unos pocos privilegiados usan para mover y motivar a las masas.
Resulta fascinante ver como Howard Beale se vuelve tan provocativo que para el final del Acto 1, cuya dirección escénica es brutal, Daniel Giménez Cacho tiene gritando al público en las butacas, «¡Estoy hasta la madre y no lo voy a tolerar!», cosa que en realidad nunca se les pide hacer, dado que podrían permanecer espectadores silenciosos, pero el poder profético de Howard es tan grande y la obra tan cautivante que la gente en el Insurgentes bien podría levantar picos y palas, y salir de ahí a exigir el fin de un sistema opresor.
Eso en un micro ecosistema, que podemos imaginar potenciado a niveles peligrosamente abrasivos por el poder de la televisión en los 70. ¡Vaya! En cualquier década y con otros varios sistemas de comunicación en masa. ¿No fue Orson Welles el que en 1938 provocó que la gente saliera huyendo de sus casas, narrando en la radio The War of the Worlds sin especificar que se trataba de ficción?
Network responde a esa necesidad universal de sentirse escuchado aunque sea a través de la voz de otro. De sentirse movido, comprendido, apreciado. Cosa que los conductores con cien kilos de maquillaje y peinado de tenazas no ofrecen realmente en televisión, pero sí el realismo de… digamos, un Donald Trump; capaz de decir lo que varios piensan pero muchos encuentran ofensivo sin pelos en la lengua, e inmediatamente transformable en mesias de ciertas masas iracundas.
Que triste y que impactante que las palabras de Paddy Chayefsky de 1976, que terminan por hacer no sólo de la televisión una deidad, pero de los corporativos naciones autónomas, sigan vigentes y hasta superadas hoy en día. En un tiempo en el que el rating no se mide en puntos, pero en likes y shares, y que una persona como Logan Paul (por poner un ejemplo) es capaz de grabar el cuerpo de una persona suicida para el entretenimiento de millones, sabiendo que los views le van a caer del cielo, como a Howard Beale le sucedía cuando amenazaba con violencia sin censura.
Network es poderosísima y eso es innegable.
Directo al grano, Daniel Giménez Cacho es una bala en el estelar. Tiene esa sonrisa macabra, que filmada en close up para las pantallas, perturba, pero se puede entender por qué le resulta carismática a los más vulnerables. Es la sonrisa de Marshall Applewhite, que orquestró un suicidio masivo en los 90s a propósito de la llegada de los extraterrestres; es la sonrisa de Ron Hubbard, fundador de la Scienciología, de ojos prácticamente salidos de las órbitas y frío de toda intención humana. Giménez Cacho sin duda entrega una de las mejores actuaciones del año.
Pero quería hablar de Zuria Vega, una actriz que he tenido oportunidad de ver en proyectos teatrales y televisivos antes, y que no es sino hasta ahora como Diana Christensen que me provoca realmente voltear a verla. Disfrutarla de principio a fin. Poderosa, arriesgada y sexy de una manera peligrosa, como esas grandes seductoras de cigarrillos a la Sharon Stone y Michele Pfeiffer. Sus escenas con Arturo Ríos vienen de un lugar tan ensimismado que transforma incluso el sexo en un monumento a ella misma.
Y del resto de los actores, porque no le puedo dedicar uno a uno palabras bellas dado que son tantos y todos inmensamente talentosos, sólo puedo decir que arman el cubo Rubik perfecto. El que de cada lado tiene el color que debería. Desde los secundarios y hasta el ensamble, todos engranan a la perfección para hacer de Network no sólo una buena obra, pero un gran espectáculo para el oído y la mirada.
El único pero, porque ni Francisco Franco se salva de dirigir sólo para unos cuántos, es que muchas de las escenas de la obra están pensadas para las primeras filas del teatro y el centro; y para los que tengan la desgracia de sentarse de forma más lateral o después de la fila G, mucha de la acción se pierde, ya sea entre escenografía o por el espacio en suelo que ocupan varios actores. Y la visibilidad, definitivamente es una cuestión para tomar en cuenta en teatro, especialmente en uno del tamaño del Insurgentes. Todo espectador pagó su boleto y todos merecen tener la oportunidad de ver la misma historia.
Network no es sólo una puesta en escena, es un universo, y para el que quiera escuchar lo que Paddy Chayefsky, a través de Lee Hall, a través de Francisco Franco tiene que decir, puede salir de ahí mucho más atento a lo que consume, a quién consume, y a aquello que la presta oído para darle voz. Porque somos insensibles ante las noticias. Porque no es casualidad que El Alarma y Tv Notas sean las publicaciones más vendidas en nuestro país, porque desde los 70, y más atrás, no hemos aprendido a ser mejores consumidores de lo valioso por encima de lo estridente.
Network se presenta Viernes, Sábados y Domingos en el Teatro de los Insurgentes.